Incendios, una alarma ardiente para transformar todo

Los incendios forestales en Chile están dejando una catástrofe socioambiental brutal, repleta de desolación, pérdidas humanas, daño ambiental irreparable, en unos ecosistemas de por si frágiles y golpeados por los embates de un sistema depredador, los incendios forestales deben dejarnos una profunda reflexión sobre las raíces de esta crisis. Estos desastres revelan las consecuencias de un modelo socioeconómico insostenible y una gestión política que prioriza intereses particulares sobre el bienestar colectivo. En este marco, es imprescindible la máxima alerta para que el drama de las llamas, que ya se ha cobrado más de 120 víctimas mortales, no termine en proyectos forestales, inmobiliarios o carreteras, en un contexto con cientos de personas desaparecidas, animales calcinados, miles de familias damnificadas, en un tragedia social, que golpea en primer lugar a la población más pobre de nuestro país.

Por Movimiento Anticapitalista

Causas Multifactoriales

La combinación de factores como condiciones climáticas extremas, cambios en los patrones de lluvia y vientos intensos ha contribuido a la propagación de los incendios, es algo de todos modos, que se viene repitiendo año tras año, a la par de las olas de calor que llegaron para quedarse. Sin embargo, no podemos pasar por alto el papel del sistema en este escenario, por mucho que algunos pensadores de ese arco que abarca de liberales a libertarianos, intenten de hacer cargar el muerto a la especie humana, lo cierto que el responsable evidente es un sistema y unos modos de producción determinados. La deforestación de especies nativas, la expansión del agronegocio, la especulación inmobiliaria, el monocultivo forestal subvencionado ha creado un caldo de cultivo propicio para la devastación de hoy y de mañana. Por tanto, la historia de este incendio es la historia del sistema capitalista

Las consecuencias son devastadoras, en primer lugar, por las vidas humanas, más de cien vecinas y vecinos, que se han perdido por las llamas infrenables. Miles y miles de personas han perdido sus hogares, vidas terminadas, con sus historias y memorias, incontables hectáreas de bosques, hábitats naturales y biodiversidad han sido arrasadas. La problemática ambiental va más allá de la pérdida material, tiene que hacernos reflexionar sobre el vínculo que ha generado el egoísmo y la codicia capitalista en su afán de dominio sobre la naturaleza con tal de generar beneficios económicos.

El hollín del capitalismo neoliberal

Los incendios revelan año a año, verano a verano, las profundas grietas de un sistema capitalista neoliberal que prioriza la acumulación de riqueza sobre la protección del ambiente y el bienestar de la sociedad, incluso sobre las políticas de prevención y las condiciones laborales de bomberos y bomberas, así como del personal de Conaf. Por otro lado, la especulación inmobiliaria y las políticas forestales que privilegian la explotación descontrolada son solo una muestra de cómo la lógica del mercado prevalece sobre la sostenibilidad, sin importar las consecuencias en las vidas humanos, de la flora y la fauna, es decir, la vida.

Es fácil caer en la trampa de individualizar la culpa, como la han hecho algunos sectores del regimen, incluso en el caso de los incendios intencionados, la responsabilidad recae en un sistema que fomenta la explotación desmedida de los recursos naturales en busca de ganancias. La conexión entre incendios y especulación inmobiliaria es un ejemplo claro de cómo donde hay fuego, quedan negocios. Mientras la industria inmobiliaria arrasa año a año sobre más territorios, la Ley de incendios duerme en un cajón del Congreso.

Por una salida desde abajo hacia un cambio estructural

Para abordar estos problemas de raíz, para luchar de manera eficiente contra el fuego saliendo del aprovechamiento político de todos los defensores de los bolsillos empresariales, debemos concentrar nuestras energías de forma generosa por un cambio estructural. La solución no está en culpar a individuos, sino en luchar contra el sistema que permite y promueve estas prácticas, donde las vidas no importan en lo más mínimo frente a las ganacias para unos pocos. La solución pasa por construir herramientas colectivas, ecosocialistas, con un programa que priorice los bienes comunes y los equilibrios ecológicos sobre la acumulación y el consumo desmedido, organizarnos para crear de forma abierta una alternativa necesaria. Presionar para que las forestales cubran los daños, para que se frenen todos los proyectos de monocultivo forestal, plan de urgencia para la restauración de ecosistemas nativos, con planes reguladores democráticos que incluyan zonas de recuperación ambiental, organizarnos para impedir el saqueo del agua, que ha sido cimentado por la derecha neoliberal, la ex concertación y hoy sus aprendices del Frente Amplio y del PC. También es tiempo de eliminar el DL 701 que subsidia el negocio forestal y ecocida. Para todo esto se precisa una organización ecosocialista robusta que empuje a la mayor democracia posible, con participación y planificación social vinculante. Por lo pronto el legislativo y ejecutivo debe interrumpir sus vacaciones para tramitar en urgencia una Ley Corta de Incendios, que duerme en el congreso, contrariamente a las leyes que benefician a los intereses de la casta político-económica que solo se preocupa de sus ganancias, sobre la espalda y la salud de las grandes mayorías. Nuestras vidas valen más que sus ganancias.

Es crucial que nos dotemos de organizaciones sin ninguna alianza con los intereses empresariales, explotadores y partidos políticos que perpetúan el modelo neoliberal. La construcción de lógicas colectivas y solidarias, en contraposición a las individualistas y competitivas, así como la independencia de clase, son esenciales para tener organizaciones que no pacten con nuestras y nuestros combatientes sobre la mesa, en los momentos decisivos, que no regales los bienes comunes a la primera minera gringa o china de turno; lo que necesitamos es una transformación profunda.

La lucha por otra sociedad debe ir más allá de la denuncia de los problemas. Es imperativo construir una nueva organización revolucionaria, ecologista, antipatriarcal y anticapitalista, libre de sectarismo y oportunismo. Una organización que coloque la vida y los equilibrios ecológicos en el centro de sus objetivos, desafiando el statu quo y trabajando hacia una realidad más justa y sostenible.