Día mundial del agua. Por una defensa anticapitalista de los bienes comunes

Hace 31 años, la Asamblea General de Naciones Unidas, declaró el 22 de marzo como Día Mundial del Agua[i], para concientizar sobre la importancia vital del elemento, sumando así un día más a la larga lista de conmemoraciones declarativas e inocuas de instituciones internacionales que más allá de la prosa interesada, nada hacen para una defensa concreta de este bien común. Reconocido por la mismas Naciones Unidas, en julio del año 2010, el derecho humano al agua y al saneamiento, indispensable para una vida digna, curiosamente no explicita que es un elemento necesario para el fenómeno orgánico más allá de la comunidad humana, es decir, esencial para los equilibrios ecológicos. Lo cierto es que hoy, año 2023, la crisis hídrica es una realidad lacerante y criminal, consecuencia de la explotación ilimitada de la tierra y todos sus recursos para obtener ganancias basadas en el despojo, es decir, los mismos modos de producción capitalistas implican como rasgo estructural el extractivismo como sistema de acumulación global, convirtiendo al planeta entero en una enorme zona de sacrificio.

Por Camilo Parada, Movimiento Anticapitalista

En Chile, en más de una ocasión, diferentes representantes del régimen han declarado la obligatoriedad de garantizar el derecho humano al agua, como por ejemplo, el presidente Gabriel Boric el año pasado en estas mismas fechas, en un contexto de sequía que se arrastra en nuestros territorios ya por varios años. Sin embargo, del dicho al hecho hay largo trecho, sin ir más lejos, la actual Constitución se encuentra en contradicción total con el estándar internacional en la materia, puesto que el ordenamiento jurídico en nuestro país otorga un tratamiento mercantilizado del agua, realidad que difícilmente podrá resolverse en la salida institucional que los mismos partidos del régimen que han defendido el legado de los 30 años que han dado, con este nuevo proceso constitucional repleto de cerrojos, límites e imposiciones para no tocar los privilegios de siempre que otorga el sistema a las minorías ecocidas. El tema principal y arrollador es un régimen al servicio del capital, donde el derecho a la propiedad privada, la libre apropiabilidad y la libertad de empresa, son pilares fundamentales en detrimento de la vida misma y de cualquier derecho humano real al agua y esto no varía con gobiernos reformistas, porque es todo el sistema el sostenedor de estas políticas de expolio. El inciso que cierra el artículo 19 numeral 24 (relativo a la propiedad privada) consagra de forma patente y constitucional: “los derechos de los particulares sobre las aguas, reconocidos o constituidos en conformidad a la ley, otorgarán a sus titulares la propiedad sobre ellos.” Estos son los márgenes de la cocina constitucional, la misma que quieren revestir con un semblante de legitimidad en el espurio proceso de maquillaje que se viene.

Por lo tanto, si bien los pueblos y defensores de la tierra sabemos que el agua es un derecho humano, allende cualquier declaración rimbombante de quienes avalan al sistema y que pretenden otorgar un rostro humanizado al capitalismo, es por esta razón, que cada vez más, en todos los rincones del mundo, se levantan movilizaciones en defensa de los bienes comunes, del agua, con la juventud en un rol principal de todas estas luchas contra un sistema que sin vergüenza alguna deja a personas, territorios, seres vivo, sin la mínima gota, mientras otorga y garantiza de manera directa el agua para actividades extractivas, para el lucro, para producciones ecocidas. Por tanto, si lo que se busca es la defensa de los equilibrios ecológicos, los bienes comunes, el agua como fuente de la vida, la organización y la lucha deben ser necesariamente anticapitalistas y plantear en propositico una alternativa a este modelo de despojo que tiene un impacto demoledor, debido a los tipos de producción y consumo sobre el uso de recursos naturales.

El sistema capitalista y los gobiernos que lo sostienen, más allá de que se autoproclamen ecológicos e incluso antineoliberales en algunos casos, son incapaces de garantizarnos el agua como un derecho humano, y es la clase trabajadora internacional en su conjunto que se ve golpeada en primero, además de que la crisis hídrica-capitalista conlleva consecuencias en la salud, en el acceso a alimentos, en desastres llamados naturales, en crisis migratorias debido a la falta de acceso a los bienes comunes y a una explotación desmedida de estos. Con capitalismo no hay agua y sin agua no hay vida. La respuesta general tanto de las derechas como de la socialdemocracia y de los posibilismos de “izquierda”, ha sido históricamente individualizar la problemática, responsabilizando a las personas de un uso racional y eficiente del agua, con campañas culposas que no afrontan el problema verdadero, a saber: las formas concretas de acumulación, producción y consumo.

El camino para revertir esta situación parte por no ceder al escepticismo que tanto daño a provocado al campo transformador, es necesario tomar y generar conciencia sobre el hecho incontenible que en el mundo entero, de forma descarnada en nuestro continente y países al sur de la línea abismal, el gran empresarios, sus representantes que se reparten el arco político de la institucionalidad, en complicidad con los gobiernos de turno, priorizan las ganancias sobre nuestras vidas y los equilibrios ecológicos, burlándose en nuestras caras, en las caras de los territorios que se organizan por los bienes comunes, en las caras de los pueblos de la tierra, en las caras de millones de mujeres que sostienen la vida.

La crisis hídrica mundial se agudiza bajo este modelo, la alternativa es revolucionar todo, para eso la juventud y lxs trabajadores, en su protagonismo patente a la cabeza de las luchas antisistémicas, somos quienes debemos tomar las decisiones de forma democrática y no las empresas y sus representantes en esta pantomima capitalista que han vestido con ropajes de una democracia que no lo es. Es urgente una transición ecosocialista revolucionaria, que acabe con la megaminería, el monocultivo forestal, el conjunto de actividades ecocidas extractivistas, es necesario que nos organicemos y apliquemos medidas de emergencia, declarando bien social bajo control de las y los trabajadores y no de empresas privadas, la infraestructura tecnológica de distribución y saneamiento, asegurando el derecho universal al acceso al agua potable, libre de químicos y contaminación, para eso hay que dar vuelta todo, para que seamos realmente lxs trabajadores y los pueblos quienes tomemos las riendas y decidamos todo democráticamente de acuerdo a las necesidades reales de las mayorías y de los equilibrios ecológicos, y no de una minoría que solo busca las ganancias sin importar las consecuencias, para asegurar el agua como un derecho humano se necesita otro sistema.

Te invitamos a organizarte con nosotres en el Movimiento Anticapitalista, sección chilena de la Liga Internacional Socialista, puesto que nuestro enemigo es un sistema depredador global nuestra lucha es internacionalista, organicémonos para que el agua sea realmente un derecho humano y socioambiental, para que seamos todes quienes decidamos qué, cómo y cuánto producir. Otro sistema es posible. ¡Ecosocialismo o barbarie!


[i] Resolución 64/292 chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N09/479/38/PDF/N0947938.pdf?OpenElement