Las luchas socioambientales han estado presentes a lo largo de todo Chile en los últimos años y han movilizado a miles de personas, de norte a sur y de este a oeste, poniendo freno a proyectos extractivos y levantado conciencia ecológica y política sobre la relación de los modos de producción capitalista y la catástrofe ambiental. Una lectura crítica, desde la izquierda anticapitalista, a las promesas eco sociales de la nueva constitución.
Por Camilo Parada, Movimiento Anticapitalista
La propuesta de texto constitucional, parte en su primer artículo con la siguiente frase: “Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural, regional y ecológico.” Desde el Movimiento Anticapitalista, queremos poner sobre la mesa el siguiente debate: ¿puede el Estado declararse ecológico sin antes romper con el sistema capitalista, más allá de una declaración de intenciones.? Creemos que es un cuestionamiento importante, sobre todo en medio de una crisis climática, ambiental, de los equilibrios ecológicos, que no es otra que la crisis del sistema. El Artículo 8 vuelve al ruedo diciendo: “Las personas y los pueblos son interdependientes con la naturaleza y forman con ella un conjunto inseparable. El Estado reconoce y promueve el buen vivir como una relación de equilibrio armónico entre las personas, la naturaleza y la organización de la sociedad.”
Partimos del hecho de que sin dudas hay un cambio en relación a la dictatorial Constitución del 80, donde se consagra el Estado Subsidiario y se abrieron las puertas a la privatización de derechos y bienes comunes, reconocemos un paso progresivo, pero, en relación a los urgentes desafíos en materia ecológica, ¿es suficiente?, en las últimas décadas, el aumento exponencial de los factores que determinan el cambio climático se han disparado: contaminación, gases a efecto invernadero, destrucción acelerada de pulmones verdes y masa forestal nativa para predios de agroindustria, megaminería, ganadería industrial, extermino masivo de biodiversidad consecuencia de la pérdida de ecosistemas enteros, agotamiento de los suelos por monocultivo, OGM y contaminación agrotóxica, pesticidas, urbanismo irracional, producción de objetos innecesarios, obsolescencia programada para seguir acumulando, avance de los desiertos, acumulación de basuras no reciclables y residuos, insistencia en la aberración nuclear, pandemias zoonóticas, generación de energías fósiles e industria petroquímica, salmoneras, pesca de arrastre industrial, megaminería, saqueo de bienes comunes, principalmente del agua, etc. este cumulo ecocida lleva a la vez al calentamiento global: derretimientos de los casquetes polares, subida del nivel del mar, cambio climático con catástrofes “naturales”, que son sufridas principalmente por las poblaciones más pobres del planta.
Es evidente que no se trata de un accidente, de una consecuencia azarosa, de la simple existencia humana, sino, que de un sistema determinado, que busca de manera compulsiva ganar márgenes de beneficios económicos cortoplacista, sin importar las consecuencias que esto puede tener para el planeta, se trata de una lógica productivista bien concreta, de la mercantilización de la vida, de acumulación, de grandes medios de producción en manos de privados que solo buscan rentabilidad financiera, se trata de un sistema especulativo hecho a la medida de unos pocos y sobre la espalda de quienes producen justamente esas riquezas, la gran mayoría de trabajadorxs, que no tienen ninguna capacidad de decisión sobre los engranajes de este sistema, se trata, nada más ni nada menos del capitalismo ecocida, con su dogma de crecimiento ilimitado, de productivismo irracional, de la famosa mano invisible del mercado que en último término regula todo.
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Es importante detenerse brevemente en este punto, porque es un sistema que atraviesa la dicotomía clásica derecha/izquierda, donde tenemos a nivel regional, políticas de gobiernos que se autodenominan de izquierda, abiertamente destructivas del medioambiente, como el caso de las políticas extractivistas llevadas a cabo en la Bolivia de Evo hace unos años, defendida por unos de los gurúes del Presidente Gabriel Boric, el ex Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, que apelan al desarrollo de explotaciones extractivas para generar riquezas y redistribuirlas, así bajar las tasas de pobrezas y llegar a un desarrollo similar al de los países industrializados. En el fondo, son defensores de un capitalismo de Estado, el extractivismo es un pilar fundamental en el desarrollo y expansión capitalista, además de ignorar los mecanismos centrípetos de redistribución: desarrollo para el centro y las capas burocráticas, subdesarrollo periférico. Pero lo más grave aún, no toma en cuenta la urgencia mundial ecológica. La crisis climática y de los equilibrios naturales es la crisis del capitalismo en sus diferentes formas.
En el capítulo II de la propuesta constitucional, que versa sobre derechos fundamentales, el borrador dice los siguiente, Artículo 17.1: “Los derechos fundamentales son inherentes a la persona humana, universales, inalienables, indivisibles e interdependientes.
2. El pleno ejercicio de estos derechos es esencial para la vida digna de las personas y los pueblos, la democracia, la paz y el equilibrio de la naturaleza.” Nuevamente estamos frente a una declaración de principios, es cierto que representa un avance en relación a la antigua constitución, nacida bajo una tiranía de derecha autoritaria, representada en parte por el rechazo, dicho esto, volvemos a plantear la problemática socioambiental, tomando como base esta vez los derechos fundamentales y sus garantías. ¿Cómo puede una Carta Magna hacer respetar los derechos que el mismo texto reconoce esencial para el equilibrio de la naturaleza, sin desbaratar el sistema que sustenta la ruptura de los equilibrios ecológicos? Lo que nosotros decimos, es que, si bien la propuesta significa una declaración progresiva, es completamente insuficiente y no plantea el cambio de paradigma necesario para preservar los equilibrios ecológicos, porque, al fin y al cabo, sigue siendo una constitución burguesa, que no toca los intereses de los grandes medios de producción y la propiedad de estos mismos, así como la propiedad de los bienes comunes.
Es necesario entender, que el rechazo tampoco representa ninguna alternativa, es más representa lo peor de la reacción, tanto para lxs trabajadorxs, oprimidxs, como para el conjunto de la biodiversidad, sin embargo, tampoco es bueno hacerse vanas ilusiones, con una propuesta de texto, que representa declaraciones generales sin las herramientas concretas para llevarse adelante. Es por lo que las distintas corrientes ecosocialistas, de la ecología revolucionaria, etc. planteamos que sin cuestionar de manera abierta la estructura económica-social-cultural del sistema capitalista, solamente maquillamos el problema y abrimos las puertas, el día de mañana, no solamente a la rearticulación neoliberal ecocida, sino que, a la extrema derecha, al fascismo y a la reacción, debido a la falta de una alternativa sistémica real, más aún en momentos de profunda crisis. Sin cuestionar las necesidades de acumulación del capital y frente a este, proponer una alternativa y un programa de urgencia ecológica transicional, no se toma el peso de la gran problemática de nuestro siglo: la ecología.
Es decir que, sin las instancias democráticas de organización desde abajo, sin la expropiación de los grandes medios de producción, no hay alternativa real.
Por eso, es importante hacer un llamado a la organización desde abajo, popular, lxs trabajadorxs, de las mujeres, de las disidencias, de los territorios, del campo y la ciudad, de los pueblos originarios, de lxs migrantes, etc. para articular una alternativa ecosocialista y anticapitalista, para que las decisiones sobre la economía y la producción sea tomada democráticamente y no por un los grandes consorcios y monopolios que solo buscan la carreara irracional a los beneficios, o por una estructura política al servicio del capital.
Si realmente queremos forjar un país ecológico tenemos que articular de manera militante la lucha anticapitalista, contra todo tipo de colonialismo y extractivismo, por tanto tenemos que saltar de lo declaratorio a lo organizativo, oponernos frontalmente a las grandes corporaciones, a la agroindustria, la megaminería, las forestales, las salmoneras, el fracking, la cementación irracional con fines especulativos, la destrucción de glaciares y humedales, se trata de un desafío enorme, que nos pide la unidad de la clase trabajadora, estudiantes, disidencias, migrantes, feminismo del 99%, transfeminismos, pueblos originarios, movimientos territoriales, etc. una unidad radical, democrática, independiente y desde abajo, para proponer un programa transicional de urgencia:
- Transición energética desde abajo: expropiación de todo el circuito hidrocarburífero y gasífero, e invertir en reconversión global hacia limpias y renovables. Reconversión productiva de las industrias contaminantes y laboral/profesional de sus trabajadores con garantía de continuidad salarial por parte del Estado.
- Tercera Reforma Agraria, por otro campo, al servicio de la soberanía alimentaria como derecho social: agroecología, sin agrotóxicos ni transgénicos a gran escala. Avanzar para borrar las fronteras campo/ciudad, gestión de las y los productores.
- Des-cementar las grandes ciudades, hacia una ampliación de espacios verdes y públicos. El derecho a la ciudad, también es un derecho social de los pueblos. Gestión urbanística democrática vecinal.
- No al productivismo y la anarquía de la economía de mercado, basada en el afán de lucro, la explotación obrera y el saqueo de los bienes comunes por las transnacionales. Planificación económica democrática al servicio de las necesidades sociales y la preservación de la naturaleza.
- Contra el extractivismo y la contaminación del agua, la tierra y el aire, prohibir la megaminería, las forestales y los agrotóxicos.
- No al calentamiento global: plan de reducción cualitativa e inmediata de la emisión de gases de efecto invernadero, en el camino de su eliminación.
- Basta de cementación urbana indiscriminada, desmonte de los bosques nativos y desprotección de los glaciares y demás recursos hídricos.
- Contra los TLC, no al TPP y al saqueo imperialista. Por la integración latinoamericana a base de intercambio horizontal entre países hermanos.
- Reducción y reparto del tiempo de trabajo para el pleno el empleo.
- Sistema de transporte público, gratuito y generalizado, reducción del auto individual privado, desarrollo de transporte ferroviario a todo nivel.
En conclusión, estamos convecnidxs, que para hacer posible lo necesario no son suficiente las declaraciones, sino que la lucha permanente para lograr la planificación democrática de todos los medios productivos en pos de las necesidades reales de las mayorías sociales, trabajadorxs y equilibrios ecológicos. Sin anticapitalismo no hay ecología.