La COP26 será recordara como la cumbre del “chamuyo elegante”, no caben dudas. A poco menos de una semana de su cierre los pocos acuerdos logrados parecen ser una tomada de pelo. Cerca de 100 mil jóvenes se manifiestan en la ciudad escocesa de Glasgow y millones acompañan desde las redes sociales.
Por Gaston Baldomir
Las pocas expectativas sobre la Cumbre del Clima en Glasgow, Escocia, parecen dilapidarse con el correr de las horas. A la ausencia de algunos de los países más responsables en la emisión de gases de efecto invernadero como China, India o Rusia se le suma la ínfima participación del activismo ambiental y organizaciones independientes de los gobiernos en las reuniones claves. Se trata de una cumbre de unos pocos con un blindaje de seguridad extremo en nombre del “orden y el progreso”.
A pesar del gran esfuerzo mediático, la COP26 es catalogada por algunos referentes socioambientales como un fracaso total, al igual que las anteriores. La joven Greta Thunberg se encuentra entre las principales figuras que manifestó su descontento con lo que acontece puertas adentro de la cumbre. En uno de sus tantos discursos dijo: “¿Cuánto llevará a los políticos despertar? La cumbre del clima se ha convertido en un festival de dos semanas para lavar su conciencia, donde todo sigue igual y todo es bla, bla, bla”. La intervención de Greta prosiguió “Las voces de las futuras generaciones están siendo ignoradas con sus falsas soluciones”.
La masiva movilización bajo la lluvia y un fuerte viento es una muestra cabal de que las juventudes que asistieron a exigirle a los responsables políticos soluciones inmediatas deja al descubierto que la conciencia ambiental es amplia y no de pequeños grupos. Según algunas estimaciones se han movilizado algo más de 100 mil personas y uno de los canticos que más pudo oírse es el de “basta de bla, bla, bla”.
Saben lo que hacen
Lo que acontece en estos días en Escocia abre un interrogante clave: ¿pueden solucionar el problema los que nos trajeron hasta esta situación?, ¿realmente podemos creerles a los que año tras año han subsidiado con dinero público a las industrias carboníferas a pesar de los señalamientos de la comunidad científica?, ¿la crisis climática se puede revertir a espaldas de las mayorías y con ejércitos custodiando a unos pocos?, ¿las soluciones vendrán junto con los empresarios ecocidas o junto al pueblo trabajador, los sectores populares, las comunidades originarias, el movimiento feminista y la disidencia sexual, es decir, el 99%?
Todo parece indicar que la afirmación de que este tipo de cumbres solamente sirven para que los gobiernos responsables y los ricos del mundo se vistan de verde va ganando mayor peso. Por tal motivo, Greta suspendió su discurso al interior de la COP y la haya catalogado como un evento de relaciones públicas en la que se pronuncian discursos vacíos mientras el planeta está ardiendo.
El cinismo queda al descubierto al momento de las declaraciones sobre la firmas de algunos jefes de Estado y empresarios sobre la eliminación progresiva de energía en base a carbón (uno de los mayores aportantes del calentamiento global) para los años 2030, 2040 e incluso 2070, un show de primer nivel pero que no puede ocultar la negación de varios países a esa moción, entre ellos Argentina, lo que hace suponer que no habrá cambios reales.
De modo tal que, la afirmación de que la cumbre es un rotundo fracaso, tiene su justificación en la realidad. El reciente informe del economista Michael Roberts titulado “Los límites de la COP26” ha planteado que “la mayoría de los grandes productores de petróleo y gas planean incrementar la producción hasta 2030 y más, mientras los grandes productores de carbón están planeando continuar o incrementar la producción”.
En ese sentido, afirma que “los países del G20 han destinado cerca de 300 mil millones de dólares a nuevos fondos para la actividad de combustibles fósiles desde el comienzo de la pandemia de COVID19, más de lo que han destinado a energías limpias”. Situación que en nuestro país queda al descubierto con las recientes bonificaciones de la “Ley de Hidrocarburos” que el gobierno de Alberto y Cristina le han otorgado a las multinacionales en concepto de subsidios, rebajas de impuestos, derechos a la exportación, modificación de leyes laborales del sector, entre otras, que tienden a beneficiar aún más a ese sector.
De esa forma, dicha política sirve de prueba de lo que acontece en nuestro país y que a su vez se evidencia en otros. Como por ejemplo en Brasil en donde el ecocida de Jair Bolsonaro sigue promoviendo la desforestación del Amazonas para beneficiar exclusivamente a los sectores de la agroindustria y la industria de los alimentos.
Derrotemos al sistema
Michael Roberts afirma lo siguiente “A lo largo de 40 áreas diferentes que abarcan al sector de energía, a la industria pesada, a la agricultura, al transporte, a las finanzas y a la tecnología, ninguna está cambiando lo suficientemente rápido como para evitar 1.5°C de calentamiento global por encima de la época preindustrial, según un informe del Instituto de Recursos Mundiales”.
La rigidez de la afirmación da elementos para sostener que las soluciones que necesitamos solamente pueden concretarse si las y los ambientalistas nos aliamos con el movimiento de trabajadores, los sectores populares, el movimiento feminista y la disidencia sexual, pueblos originarios y oprimidos del mundo entero, es decir, con el 99% que vive de su trabajo y quiere un planeta sano y un mudo justo en el cual vivir.
La COP26 es la cumbre de los capitalistas, de los defensores del actual sistema que nos trajo a esta situación sumamente compleja y da la cual no será fácil salir, y que incluso se tornara más difícil con el correr del tiempo.
Es tiempo de abandonar las expectativas en las ilusiones que pretenden hacernos creer personajes como Joe Biden, Alok Sharma, Emmanuel Macron e incluso Alberto Fernández en un capitalismo “verde” y “humanizado”, otro gran chamuyo. El discursito de preocupación ambiental no puede ocultar que sus planes de gobierno tienden a mejorar las ganancias de los capitalistas y a ubicar algunos territorios, incluidas poblaciones, como zonas de sacrificio ambiental en nombre del capital.
Por lo tanto, necesitamos un plan global que tienda a dejar atrás la producción de bienes de venta para la ganancia de unos pocos y se ponga en marcha la producción de bienes socialmente necesarios. Y para ello debemos poner bajo control de trabajadores, organizaciones ambientales y con organismos democráticos de decisión la industria energética en su totalidad para tender puentes para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y acelerar la transición a las energías renovables.
Los desafíos de una política internacional del tipo que estamos proponiendo son enormes. Necesitamos empalmar de manera urgente con las y los trabajadores, incluso con aquellos que trabajan en las industrias contaminantes, explicarles pacientemente que nuestra intención no es que pierdan el único trabajo que tienen ni hacerlos responsables del daño ambiental. Por lo contrario, debemos señalar con datos claros y tenacidad una y otras vez que nuestra búsqueda es una solución a largo plazo de las injusticias, de la explotación capitalista y de la contaminación. Que nos oponemos a un mundo de explotadores y oprimidos.
En síntesis, es tiempo de una agenda socioambiental ecosocialista y revolucionaria a escala planetaria y que contenga entre sus principales tareas:
- Poner en marcha la transición energética de las actuales a otras de menor impacto ambiental o también llamadas renovables. Desarrollar otras formas de energías.
- Reconvertir el transporte individual por un amplio sistema transporte público sin que ello implique pérdida de empleos de la industria del automóvil. Volver a recuperar ferrocarriles para reducir al máximo el transporte de camiones.
- Urbanización bajo una lógica ecológica y no de lucro.
- Implementación de los saberes de la pedagogía ambiental en todos los niveles educativos.
- Prohibición de los agroquímicos y del agronegocio, reforma agraria integral y reforestación a gran escala del planeta. Remplazar el monocultivo por otros métodos de sembrado locales y que no requieran del uso de biocidas.
- Prohibición de la megaminería a cielo abierto y planificación de la extracción de minerales en función de un plan de mínimo uso y la inversión en ciencia y tecnología para buscar materiales que requieran menos extracción.
- Destinar el esfuerzo colectivo e internacional para la inversión en investigación científica orientadas a producir sobre la lógica de lo socialmente necesario y no sobre la base del mantener las ganancias de los capitalistas y la lógica del mero consumo.