Por Francisca Barbosa Barceló, Movimiento Anticapitalista – Juntas y a La Izquierda
El tema de la violencia pareciera ser tan antiguo como el intento de erradicarla. Esto se tornó especialmente visible desde el 18 de octubre de 2019, cuando el conjunto de la clase trabajadora, cansada de tanto abuso y precarización, se hartó del gobierno de Piñera y todes quienes lo han precedido y se tomó las calles. Condenas sobre “las formas” iban y venían desde la derecha hasta la” izquierda” del Congreso que, aterradas por la fuerza de la manifestación, intentó cerrar la rebelión con un acuerdo cocinado y votó leyes represivas.
No hemos sido sino las propias mujeres quienes hemos develado que existe una forma específica de violencia contra nuestros cuerpos que responde a una estructura que atraviesa nuestra existencia llamada capitalismo y patriarcado. Y hoy este sistema, que por cierto se lleva más vidas que cualquier pandemia, está compuesto por una serie de relaciones muy complejas que se combina con la explotación, las opresiones raciales y las discriminaciones sexuales que perpetúa el Estado. El movimiento feminista en nuestro país, uno de los motores y antecedentes más importantes de la rebelión abierta en octubre del año pasado, ha denunciado constantemente los femicidios en la impunidad, la ineficiencia de quienes han estado a la cabeza del Sernameg, la continuación de la violencia contra las mujeres al momento de ser institucionalizadas luego de sufrir el machismo de las maneras más crueles y cotidianas. Pero la denuncia no basta y la resistencia de los cuerpos feminizados organizades en redes autogestionadas no alcanza para hacerle frente a tanto patriarcado capitalista y colonial.
Aquí se abren importantes debates respecto al contenido de la lucha feminista y a las estrategias que elegimos para conseguir nuestros fines, ambos atravesados por el tema de la violencia. Porque, y respecto al primer debate ¿qué violencia debe combatir el feminismo? ¿Acaso la servidumbre del trabajo doméstico está aislada de los golpes, el amor romántico y el maltrato? A su vez, no puede analizarse el fenómeno de la brecha salarial sin considerar lo que tradicionalmente se ha entendido como el “espacio privado” y las relaciones sexo afectivas al interior de la organización económica de la familia. No se puede desarrollar una política adecuada para las dueñas de casa, ni para las trabajadoras sexuales, por ejemplo, o de las trabajadoras de casa particular, sin entender como funciona el capitalismo, ni se puede entender el capitalismo sin razas ni género. Nada de esto tampoco puede pensarse al margen del Estado, demasiado grande como para ignorarlo. A lo que queremos ir es que al feminismo le compete absolutamente TODO, la lucha por una salud y vivienda digna, por una educación de calidad, la pelea por una democracia real. Porque si consideramos que el patriarcado es un sistema transversal a cada aspecto de nuestra vida, entonces tenemos algo que decir respecto a cómo queremos vivirla. En la cama, en la familia, en el trabajo asalariado y en las calles. Por esto, el feminismo es esencialmente político. No es un estilo de vida, es una forma de lucha colectiva que debe arrasar con todas las estructuras opresivas.
La pregunta que sigue es ¿cómo? Pensamos que no existe “la mujer” en singular y nos oponemos a tanto a corrientes esencialistas que defienden que ser mujer es exclusivamente una realidad biológica y también a quienes intentan estandarizarnos en un patrón hegemónico y liberal, desconociendo las realidades de clase, raza, orientación sexual e identidad. Las mujeres somos diversas, así como el mismo feminismo. Pero en nuestro caso, tomamos el hilo rojo y violeta de compañeras revolucionarias que apostaron por la disputa del poder. Existe un difundido mito respecto a esto: a las mujeres no nos interesa el conflicto ni deberíamos estar en espacios tradicionalmente masculinizados. Pero no es cierto, las mujeres están en la primera línea y las feministas estamos en los partidos, en los sindicatos, en las organizaciones vecinales y habitamos el mundo que queremos cambiar. Listas y dispuestas para teñirlo todo de violeta y acabar con la tiranía de quienes viven del trabajo ajeno. Para esto decidimos no aislarnos y estar en todas partes.
Hoy, muchas de las consignas del feminismo de izquierda se han hecho obvias para grandes mayorías. Hemos dicho que a los pacos no les importan nuestras vidas y se ha hecho evidente que no podemos confiar nuestra denuncia en una institución que atenta contra el pueblo, perpetradora de la violencia político sexual de ayer y hoy. Hemos señalado que el sistema judicial de la burguesía y su mecanismo preferido: la cárcel, no es una solución de fondo para el problema de la violencia contra las mujeres y se ha hecho evidente así que, sólo le sirve a los ricxs porque quienes hoy son procesados y encerrados son lxs pobres. Hemos exigido cambios de fondo que apunten a desarmar estructuralmente el machismo y se ha hecho evidente que quienes están en el poder no les compromete, las rechazan y se preocupan más de reprimir las luchas y salvarse el pellejo que de representar nuestros intereses. Se hace evidente que necesitamos un feminismo clasista, antirracista y combativo. Es evidente que necesitamos potenciar nuestra fuerza y construir algo nuevo.
Como dice la canción: “Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo si un día algún fulano te apaga los ojos, ya nada nos calla, ya todo me sobra, si tocan a una, respondemos todas”. Y claro que nos han tocado, afuera y dentro de nuestros hogares. Por eso este 25 de noviembre nos tomamos la calle en una nueva marcha contra la violencia hacia las mujeres. Porque a nuestras hermanas, hijas y amigas las precarizan y las condenan a morir en manos de agresores, para luego verlas vulneradas a ellas y sus familias en procesos judiciales incompetentes en manos de fiscales misóginos y policías inservibles. Y esto, es un problema que debe interpelar a la sociedad entera y cuestionar cada aspecto de nuestro sistema político económico, robusteciendo el camino que inició el pueblo el 18 de octubre y que no se soluciona bajo ningún pacto, más que cuando seamos nosotras, nosotres y nosotros quienes gobernemos nuestro propio destino
Sólo en una fuerza anticapitalista, socialista y feminista que se ponga al frente de las luchas del pueblo reside la posibilidad de decidir nuestro futuro y vivir libres de todo maltrato y explotación. Sin Piñera, sin los partidos del capital, sin miedo, es por eso que impulsamos Juntas y a La Izquierda y el Movimiento Anticapitalista ¡VIVAS Y COMBATIVAS NOS QUEREMOS!,