Por Joaquín Araneda, Movimiento Anticapitalista
Hace pocos días en Collipulli, un grupo auspiciado y avalado por las fuerzas represivas atacó a comuneros que tenían tomadas las dependencias municipales exigiendo la libertad de las y los presos políticos mapuches. En paralelo las fuerzas políticas ligada al pacto comienzan a sacar cálculos electorales. El proceso político y social es convulso, son tiempos definitorios, nuestras perspectivas y una invitación.
No es sólo la derecha
No es novedoso el relato beligerante de los gobiernos de turno para actuar con violencia estatal en el territorio mapuche, política que sobrepasa a la derecha. Una historia que es parte de la propia conformación del país, pero también es el correlato de las últimas décadas de democracia restringida que intensificó la dependencia mono exportadora y rentista de nuestra economía en la apropiación anárquica de la tierra, un devastador extractivismo. Antípodas de una democracia básica y motor de la debacle ambiental. Síntoma de las políticas que orientan a garantizar el negocio forestal y latifundista, que al ser cuestionada no dudan en usar métodos como los que vimos el pasado fin de semana.
En dicho camino, el racismo actúa como favorecedor de la opresión ante un pueblo que se niega perder su derecho ancestral, a su vez potenciando el espíritu nacionalista que agitan los latifundista a través de patotas y las propias Fuerzas Armadas, que en tiempos de polarización la reacción asoma en su frustración y actúan.
El gobierno, por su parte, en una momento de crisis y debilidad, apuesta a salvarse bajo el soporte de la derecha dura, es así que en su tercer cambio de gabinete refuerza al pinochetismo con un Ministro del Interior, quien fuera colaborador directo de Colonia Dignidad, enclave de nazis y de pedófilos, Víctor Pérez. Un gabinete al son de la polarización, provocadores de impunidad.
Profetas resignados, la izquierda malmenorista
Hay quienes como el Frente Amplio y el Partido Comunista justifican sus estrechos márgenes, agitando el miedo y planteando que la “derecha está fuerte”, nada más alejado de la realidad para el contexto que transitamos a nivel del país y latinoamericano. En un breve repaso por nuestro continente, vemos que tras el desastre de los autodenominados progresismos latinoamericanos, dieron paso a nivel electoral para el retorno de las derechas, Piñera, Macri, Bolsonaro. Aunque lejos del “giro a derecha” cómo se excusaban los posibilistas, estamos en una situación inversa. Así lo demuestra la crisis política en Brasil y en Chile que venimos de un proceso revolucionario que dejó al borde de la caída a Piñera. En la actualidad la derecha local y el gobierno transitan un deterioro profundo como bloque.
Por lo tanto, una aproximación del momento actual y sobre las expresiones que van surgiendo, no se pueden explicar sin estos antecedentes y los acuerdos de lo “menos malo”. La deriva de estas políticas, como un subproducto de apostar a los márgenes institucionales y por ende, defender sus intereses, facilita aires a la derecha más dura para presentarse. Así se demuestra que al mantener en pie a un gobierno que se sostuvo a punta de violaciones de derechos humanos en plena rebelión, hoy percibimos sus consecuencia en la continuidad de Piñera tras el “Pacto Por la paz y la nueva constitución”, acuerdo firmado directamente por el Frente Amplio con la UDI pinochetista.
Un acuerdo, que en primer lugar es acompaño por la “Paz”, la cual significaba impunidad a los violadores de DDHH y quitar a la gente de las calles. Es por eso que en simultaneo, el Frente Amplio avanzó con leyes represivas como la anticapucha y antisaqueos. Una orientación represiva como antesala a las respuestas sociales en un contexto de crisis.
El Partido Comunista por su parte declaró que las condiciones del cambios constitucional, propuesto desde el Pacto, habría que aceptarlas por la presión de los militares, temerosos siempre en sus argumentos, así dejaban la antidemocrática posición de los 2/3, mientras que avalaban no poder discutir los TLC, por lo tanto limitando la posibilidad de cambiar la matriz extractivista del país, que asfixia la naturaleza y las condiciones sociales de vida. De profetas resignados, agitan la derecha para que la institucionalidad actual sigan funcionando y no se cuestionen sus intereses.
Para enfrentar a la derecha, se necesita otra izquierda
La historia de nuestro país, en sus avances y derrotas de la lucha de clases, nos permite sacar conclusiones y lecciones. Incluso, porque muchos de sus actores principales son los mismos de hoy. Durante el periodo de la UP, el Partido Comunista presionó permanentemente por negociar al interior del Congreso, acusando como excusa que el gobierno no fuera declarado anticonstitucional. Esquema que obvió las intentonas golpistas como el tanquetazo, anuncios que la reacción se preparaba.
El conjunto del pueblo si lo veía y de esa forma se impulsaron los cordones industriales, instancias deliberativas de coordinación por la base en fabricas controladas por sus trabajadorxs. De esa forma se exigían rupturas reales para hacer frente al sabotaje patronal para avanzar en cambios revolucionarios. El PC y la UP se negaban, paralizando ese impulso y en vez de apoyarse en las nuevas instituciones democráticas, prefirieron la contención y la utopía de la “vía pacifica”. La historia ya la sabemos.
Es por eso que la izquierda posibilista, aún con todas las condiciones a su favor, no tan sólo actúa como chaleco contenedor, sino que potencia el surgimiento de la reacción. Tal como ayer, el PC inmoviliza a las y los trabajadores al negar la huelga y en la actualidad saca cálculos electorales, su única motivación.
Unir todo tras un anticapitalismo democrático, ecosocialista, feminista e internacionalista
Nuestras propuestas apunta a construir una alternativa independiente a quienes han gobernado y a sus aliados de “izquierda”, ya que la defensa más básica de la democracia y los derechos básicos, resultan incompatible con las instituciones construidas para mantener la acumulación de unos pocos, por lo tanto una nueva izquierda debe ser profundamente activa, sin temer a la derecha y que su motivación sea la participación social a través de la movilización, utilizando todos los métodos para esto.
Es por eso que la alternativa que construimos es anticapitalista y ecosocialista, apuntamos a que la relación con la naturaleza debe ser integral con el desarrollo social y así, toda decisión debe ser colectiva, no en manos del 1%. Una estrategia que impulsa la planificación de la economía debe ser central para recuperar la soberanía sobre la tierra y todos nuestros recursos naturales. De esta forma, revertir la debacle ambiental de la industria contaminante forestal, prohibir las ramas extractivistas y reconvertirlas en producción ecológica según las necesidades sociales, no especulativas de los capitalistas, claro, bajo control social.
Mientras que los latifundios deben ser expropiados y puesto en manos de quienes trabajan la tierra, ahora sí reforma agraria hasta el final.
Desde estas perspectivas trazar puente reconociendo a nuestros pueblos originarios, de forma horizontal, con derechos a la autodeterminación, sin imposición, sino como parte de las relaciones que se deben construir para que de una vez por todas las decisiones estén en manos de quienes trabajan y los pueblos.
Obviamente, todas estas ideas, deben estar dispuestas a impulsarse como horizonte radical, sin miedo en un camino transicional que debe partir por la movilización conjunta para la libertad de todas y todos quienes están tras las rejas solo por el hecho de manifestarse, exigiendo la desmilitarización del WallMapu y todo Chile, también avanzar en el desmantelamiento de todas las fuerzas represivas del país. Motorizando la huelga, las calles y toda instancia autoorganizada.
Esa es nuestra invitación como Movimiento Anticapitalista, asumir este desafío, juntas y juntos, preparar una fuerza militante, que en tiempos de crisis y polarización, impulsemos una la salida que sea por izquierda, feminista, ecosocialista e internacionalista.