Chile se encuentra ad-portas de plebiscitar un segundo proceso constitucional, frente a la indiferencia generalizada, como salida pactada desde arriba, a las demandas sociopolíticas que levantó el movimiento de masas durante la Rebelión de Octubre 19, después de un largo camino de acumulación de fuerza de la clase trabajadora.
Por Abril C. y Camilo Parada
Este segundo proceso, surge del fracaso del primero, rápidamente el arco político del régimen, se puso de acuerdo y estructuró un segundo proceso constitucional, aún más alejado de la soberanía popular, con mecanismos designados por el poder legislativo, como la comisión de “expertos” que debían entregar un borrador a los consejeros para que trabajaran la propuesta de texto final, sobre pilares y limitantes, esta estructura de por sí conservadora, antidemocrática y avaladora del modelo, fue pactada, como decíamos, por el conjunto del arco político institucional, es decir, desde el Partido Comunista hasta el Partido Republicano (extrema derecha). La ironía de esta gran cocina neoliberal es que el sector político que siempre se ha opuesto a cualquier cambio constitucional en Chile, es decir, el sector que defiende el modelo impuesto a sangre, fuego y corrupción por la dictadura civil-militar de Pinochet, es el que terminó redactando la nueva Constitución, este hecho de la realidad, es un marcador que nos demuestra que más que una voluntad transformadora, lo que existe es una continuidad.
Finalmente, el consejo encargado de ratificar la propuesta constitucional, nacido de unas elecciones desesperadas que presentó el gobierno para salvar su fetiche, refleja a las fuerzas políticas parlamentarias, y limitó todo lo que pudo, la irrupción de nuevas fuerzas e independientes, para que no se les llenara el sala de fiesta, de tías Pikachu o dirigentes socioambientales, por tanto el consejo se limitó, como escribíamos más arriba, a los partidos del régimen, que van desde los comunistas hasta el partido de extrema derecha Republicano, liderado por José Antonio Kast, vinculado con una historia filonazis. Este pacto político diverso esconde una base autoritaria, antidemocrática, conservadora y neoliberal en el texto propuesto, en plena continuidad con los pilares del Chile neoliberal de los últimos 30 años, los mismos que llevaron al “estallido”.
En este sentido, la propuesta es una verdadera camisa de fuerzas que limita derechos fundamentales, en especial los derechos de la mujer, que han sido conseguidos después de largas luchas, el derecho al agua, derechos sociales y laborales, se desconoce la realidad plurinacional de Chile, limitando por tanto los derechos de los pueblos originarios, planteando, además, más que sensatas dudas, sobre cómo queda representado el Chile real en la carta magna. Por el contrario, esta segunda propuesta, es la constitución del modelo, de la educación de mercado, vivienda para los ricos y garrote a la pobreza, de la desprotección de las niñeces, contra el derecho de las mujeres y cuerpos gestantes a decidir, es la constitución de los empresarios, de los negocios, de las AFP y las Isapres, en detrimento de los derechos sociales mínimos que necesitamos todes. Capítulo aparte, en materia de derechos humanos, promueve la libertad de facto para los criminales de lesa humanidad presos en su mayoría en el penal especial de Punta de Peuco.
El enfoque neoliberal y alejado de las demandas populares, sumado a una desafección de los medios masivos, en relación al proceso anterior, genera un desinterés generalizado en grandes sectores de la población y la clase trabajadora, frente a una propuesta que claramente es una Constitución de y para la derecha, un traje a medida para el empresariado, las corporaciones y la élite, entremedio de la crisis social y ambiental más aguda de los últimos años.
Es necesario subrayar, que si bien la demanda por un cambio constitucional surgen desde los primeros días de la eterna transición a la democracia, fue la revuelta social de octubre 2019 que obliga al Estado y al régimen a negociar entre gallos y media noche, una salida pactada de espaldas al pueblo, que pusiera sobre la mesa la posibilidad de un proceso constitucional tutelado y con limitantes para mantener el modelo, y bajo la mesa, otorgara impunidad las brutales violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas represivas durante la revuelta, ese Pacto por la Paz y la Nueva Constitución, catapultó de facto, la candidatura del actual presidente y represente del posibilismo progresista, Gabriel Boric.
Hoy por hoy, la señales de continuidad de esta nueva propuesta con la herencia de la dictadura son evidentes, desde el Estado Subsidiario, hasta todo el entramado capitalista-neoliberal con tintes conservadores, que perpetúa una vez más las enormes injusticias sociales, la brecha salarial, la privatización del agua y del conjunto de bienes comunes, el sistema extractivo como fuente de beneficios económicos a base de venta de commodities, profundizando la crisis ambiental, como podemos ver, no es más que la crisis del capitalismo.
Desde el Movimiento Anticapitalista, no solamente nos oponemos a la Constitución del Pinochetismo, sino a todo el proceso, que aún más que el anterior, es una afrenta a los derechos democráticos más básico. Esta nueva propuesta constitucional, obscuro objeto del deseo de los Republicanos y de Kast, es una verdadera adaptación, de transformación no tiene nada, y todo esto gracias al torpe manejo del gobierno de Boric, se está perpetuando la sombra de la Constitución de Pinochet. La necesidad de un cambio real y significativo persiste, y la clase trabajadora, las mujeres del 99%, las disidencias para transformar todo, los pueblos originarios, el movimiento socioambiental, la izquierda anticapitalista, seguiremos exigiendo una verdadera transformación estructural, que pase una Asamblea Constituyente Libre, Democrática, Soberana y Plurinacional, y no por estos espejismos a-democráticos que utiliza el régimen y las élites sociales y políticas para encausar la justa rabia popular, por años de abusos.
En este marco nos parece que la urgencia es organizarnos, debatir en cada espacio de manera democrática, el qué hacer, como movilizar para dar vuelta todo. Sea rechazo o anulo, el camino sigue siendo el de la auto-organización de la clase trabajadora y la movilización, desde abajo, y nunca con las reglas impuestas por quienes oprimen a nuestra clase, para que de esta manera el repudio a esta nueva estafa contra la voluntad popular fracase y sumemos fuerzas para seguir la pelea por una verdadera asamblea constituyente libre y soberana, construida desde las bases y con fuerza política radical para transformarlo todo en un sentido anticapitalista y al servicio de las mayorías.