A 50 años del golpe: Lecciones del pasado para una nueva Izquierda Anticapitalista

Repasar los años de la Unidad Popular en Chile, el fracaso de la «Vía Pacífica» o la “Vía Chilena al Socialismo” y la relevancia actual en la lucha anticapitalista y socialista es de suma importancia, especialmente a la luz de los acontecimientos recientes en la historia del país y del mundo. La recuperación de la memoria histórica, el rol de los Cordones Industriales y la organización popular son centrales para la reconstrucción de una izquierda revolucionaria capaz de enfrentar los desafíos presentes, en un mundo que está atravesado por crisis, guerras y rebeliones. En Chile es una tarea pendiente que desde el Movimiento Anticapitalista queremos aportar.

Por Joaquín Araneda, Movimiento Anticapitalista

La Unidad Popular (UP) y los límites de la Vía Chilena al Socialismo

El 1970 Salvador Allende ganó la presidencia de Chile con el proyecto de la Unidad Popular como expresión de la izquierdización general que existía en la clase obrera y los sectores populares, acumulación de años de luchas intensificadas y de alza del movimiento de masas. Con el triunfo de la UP el país entraba en un nuevo periodo que la burguesía chilena y el imperialismo, por subsistencia, debía opacar.

El ascenso de la clase trabajadora chilena se medía en un contexto continental y global. El Mayo Francés del ’68 y la Primavera de Praga en Europa o el Cordobazo del ’69 en Argentina, Bolivia en el ‘71, entre otras expresiones que signaba el periodo.

Desde el triunfo de Salvador Allende en 1970 se comienza a poner en juego el problema del poder, por un lado, la clase trabajadora y su vanguardia que sobrepasaba los límites de la “Vía pacífica” y del otro lado una coalición entre la burguesía chilena con sus partidos de derecha junto a la DC, el imperialismo y las fuerzas armadas. Allende y la Unidad Popular intentaba lidiar a través de los organismos institucionales una posición conciliadora al intentar avanzar en reformas favorables al pueblo, como la nacionalización del cobre o la reforma agraria a través de los marcos legales, hechos que potenciaban la reacción. A su vez, este punto de conciliación será la puerta a los preparativos golpistas que esterilizó la resistencia y avance popular.

“El cuestionamiento del triunfo de Allende por la burguesía inmediatamente después del 4 de septiembre, muestra una tendencia al agotamiento de la democracia burguesa, con características similares a las planteadas por Engels en el siglo pasado con ocasión de la reacción burguesa europea ante los avances político- electorales de los partidos socialdemócratas alemán y francés[i] (Luis Vitale).

La acumulación histórica se encontraba en una disyuntiva entre la radicalidad del movimiento de masas y la dirección de la Unidad Popular, liderada por el Partido Comunista y el Partido Socialista. Es precisamente esta composición de su dirección la que diferenció el proyecto de la UP de los antiguos frentes populares, ya que en la cabeza se encontraban partidos obreros reformistas en lugar de los partidos burgueses nacionalistas. Aunque en los hechos, el proyecto de la Unidad Popular, a medida que avanzaban los acontecimientos, se fue convirtiendo en un gobierno que no tomaría medidas sin el apoyo del principal partido de la burguesía, la DC, e incluso llegó a conformar un gabinete con militares en los últimos momentos del proyecto. Esta situación se debió a la política de conciliación de clases que subordinó la hoja de ruta de Allende a “los intereses de la democracia”, lo que en otras palabras significa a los intereses de la burguesía y el imperialismo. Esta estrategia marcó los límites de la Vía Chilena al socialismo y tuvo un trágico final, como ya se había demostrado en dónde se puso a prueba la revolución por etapas y los frentes populares que la burocracia stalinista promovía en todo el mundo, esencia estratégica de la UP.

En lugar de profundizar el proceso, que contaba con un amplio respaldo social tanto en las calles como en las elecciones, y de enfrentar los intentos golpistas, estas direcciones optaron, desde el primer día, por un gobierno de estas características. Eligieron el diálogo, la moderación y ceder ante las presiones de la burguesía y sus partidos. Desde el primer día, aceptaron una muestra de gobernabilidad al acatar el Pacto de Garantías Constitucionales entre la UP y la DC. Una de las exigencias impuestas por los democristianos fue la autonomía de las Fuerzas Armadas, la cual posteriormente fue impulsada en las Reformas Constitucionales. Esta acción se utilizó más tarde para justificar la reacción militar.

La vía pacífica hacia el socialismo que promovía la UP se puede clarificar en sus intenciones en las declaraciones del secretario general del Partido Comunista después de las elecciones de marzo de 1973, Luis Corvalán: “No hemos señalado dos obligaciones (de los comunistas después de las elecciones) sino tres; la tercer es asegurar llegar a las elecciones del ’76 asegurar el triunfo de un nuevo gobierno popular y revolucionario que continúe la obra que le ha correspondido iniciar al compañero Allende. Estas tres obligaciones están íntimamente unidas y en el fondo trazan una perspectiva revolucionaria que no hace sino reafirmar la conocida orientación del Partido Comunista en el sentido de considerar que es posible, en las condiciones concretas de nuestro país, realizar la revolución antiimperialista y antioligárquica y construir el socialismo sin necesidad de un enfrentamiento armado[ii]. Expresando la orientación electoralista y reformista del proyecto, aún con el claro apoyo popular que a través de los mecanismos de la democracia burguesa se les brindaba.

El Partido Comunista (PC) y el Partido Socialista (PS) impulsaban la utopía de lograr el socialismo a través de la vía pacífica, utilizando el proceso electoral y el sistema parlamentario. Buscaban implementar reformas económicas y sociales de manera gradual como medios para lograr supuestamente una transición que superasen las condiciones de desarrollo nacionales en primer lugar y luego avanzar en una perspectiva que supere al capitalismo. Por lo tanto, el diálogo dentro de las instituciones tradicionales del poder burgués se convirtió en el canal principal de acción de la dirección de la Unidad Popular y es por ello por lo que prevalece el discurso de la confianza en las Fuerzas Armadas por comprender un supuesto carácter “constitucionalista” y no la composición de clases interna que mostraba sus contradicciones.

Esta situación entró en conflicto con una realidad cada vez más polarizada, en la cual la clase obrera, sin una dirección independiente, se vio enfrentada a una coyuntura que intentaba contener el reformismo. Estaba atrapada entre la disposición de luchar y la creciente ofensiva de la derecha golpista. La preparación de la avanzada reaccionaria impulsó la autoorganización obrera y popular, evidenciada en el paro patronal de los camioneros en octubre de 1972, que se prolongó durante tres semanas. Este acto tuvo un impacto significativo en la economía del país y agravó aún más la escasez de suministros económicos y alimentos para la población, lo que finalmente llevó al Gobierno a declarar el Estado de Emergencia.

La respuesta de la clase obrera y el pueblo fue la creación de instancias para hacer frente al paro patronal, dando lugar a la formación de los Cordones Industriales, la creación de las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP), los Consejos de Campesinos y los Cordones Comunales.

Cordones industriales: la experiencia del control obrero y el germen del poder dual frente a la contrarrevolución

Los Cordones Industriales, en particular, pusieron en jaque la estabilidad de la burguesía al convertirse en organismos coordinados de fábricas tomadas por sus propios trabajadores, sin patrones. Estos Cordones, como medida para combatir la inflación y la escasez, colaboraron con las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP) en la planificación de la reorganización económica, planificando la producción con las necesidades sociales. Los Cordones nacieron como respuesta a una tarea política: hacer frente a la reacción, y como resultado, también se establecieron como espacios de deliberación y coordinación que no estaban sujetos a la burocracia de la CUT. Los Cordones Industriales fueron la posibilidad de constituir organismo de un poder dual real, resorte para un salto de transición socialista.

El proceso de maduración de estos organismos de autoorganización obrera y popular se desarrolla en un contexto en el cual también se intensifican las políticas de la derecha con el objetivo de desestabilizar el gobierno de Allende. Luis Vitale, plantea que «la táctica de la oposición se fue configurando a mediados de 1972, aunque su estrategia estaba decidida desde las elecciones de abril del año anterior donde la UP obtuvo el 50,1% de los votos, cuando dieron por cancelada la vía electoral ante el masivo respaldo de la gestión de Salvador Allende”. Aquel año se da un salto de la reacción que pasó del sabotaje, el desabastecimiento y el terrorismo de grupos fascistas a la acción decisiva, tanto con el paro camionero y posteriormente, con el ensayo general del golpe en julio de 1973.

En ese transcurso también se potencian las acciones populares y obreras. El Cordón Cerrillos-Maipú fue el primero en constituirse el 28 de junio de 1972, de esa experiencia, Miguel Silva en el libro «Los Cordones Industriales y el socialismo desde abajo», relata, tras el paro de octubre, que «el reflujo del cordón Cerrillos-Maipú se acentuó. Las reuniones perdieron asistencia y pasó cierto tiempo antes de que se reanudaran las manifestaciones callejeras a cargo del Cordón. No fue que octubre no hubiera profundizado la madurez de los trabajadores de Maipú, sino todo lo contrario. Lo que sucedió fue que octubre planteó objetivamente las cuestiones referentes al poder popular y en esos términos quedó demostrado que la capacidad del Comando era muy limitada»[iii]. 

La tarea era compleja, ya que la maduración política de la vanguardia obrera no encontraba eco en las direcciones políticas, y la ausencia de un partido revolucionario se hacía evidente. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que se había desarrollado como un partido de vanguardia con relativa influencia, en sus inicios logró constituir un programa influenciado por la Revolución Permanente de Trotsky, en el cual la centralidad obrera y la independencia de clases frente a la burguesía nacional reflejaban las tareas militantes. Sin embargo, posteriormente, tras el triunfo de la Revolución Cubana, el MIR dio un giro con las «tesis político militares» de Miguel Henríquez, combinando el foco guerrillero rural con la guerra popular prolongada, aunque aun manteniendo en su programa la herencia desarrollada por sectores de izquierda y trotskistas en los inicios del MIR.

Tras el triunfo de Allende, las tesis político-militares comenzaron a diluirse. Sin embargo, el ultravanguardismo eclipsó la posibilidad de un giro positivo, alejándolos de la disputa por la dirección de la clase obrera y de fomentar los organismos de doble poder. En su lugar, el MIR priorizó los Comandos Populares, al igual que el PS, lo que resultó en la dilución de la clase obrera en lo popular y la negación del carácter estratégico de los trabajadores en la revolución socialista. Adoptaron una noción de aparato con la finalidad de acumular fuerzas para un «contragolpe» frente a la reacción. Es decir, continuaron prevaleciendo las tesis promovidas por el MIR de Miguel Henríquez.

En ese contexto, no se enfrentaron a la dirección reformista mediante la formación de tácticas como el Frente Único Obrero, que habría permitido, ante el avance de la reacción, adoptar una posición de iniciativas comunes con independencia política para fortalecer la respuesta de la clase obrera, agitando consignas obreras y revolucionarias para poner al descubierto la incoherencia del oportunismo de las direcciones frente a las bases obreras y populares que aún confiaban ampliamente en la conducción de la UP.

Esta combinación de ultravanguardismo y centrismo ante la UP alejó al MIR de los organismos fundamentales para la revolución durante los años 70’: los Cordones Industriales. A pesar de esto, el MIR constituye una de las experiencias más significativas en la construcción de partidos revolucionarios en el país. Las lecciones de sus errores y perspectivas en la actualidad las consideramos como parte de la tradición de la izquierda revolucionaria.

En este periodo, la lucha contra el desabastecimiento planteaba la exigencia de transferir el control de las empresas recuperadas por sus trabajadores al ámbito social, aunque se encontraba en conflicto con la negativa del gobierno. En una entrevista de 1973 efectuada Armando Cruces, un joven dirigente del Cordón Industrial Vicuña Mackenna, expresó esta situación de la siguiente manera: «Nosotros tenemos que trabajar en la empresa como líderes y en el Cordón con esas 350 empresas. Todos los días enfrentamos problemas debido al reformismo. Cuando los compañeros toman una empresa y el gobierno ordena que se la devuelvan, estos compañeros se acercan a los líderes del Cordón y nos preguntan: ‘¿Qué debemos hacer?’ Dado que somos un núcleo de poder popular y estamos comprometidos con respaldar a nuestros compañeros de clase, organizamos movilizaciones en contra del gobierno cuando este adopta una postura reformista, una postura de negociar con el enemigo, una postura de ceder ante los militares»[iv]. La respuesta de la CUT y del gobierno planteaba la consigna la “batalla de la producción”, dando un eje en resolver el problema meramente a nivel económico, los Cordones respondían también a nivel político como expresan las palabras de Armando Cruces, quien fuera militante del PS y expresaba la radicalidad de la vanguardia obrera. Una vez más se planteaba la necesidad de la organización independiente de los trabajadores con una dirección revolucionaria.

El clima político y social anunciaba el enfrentamiento, y el 29 de junio de 1973 tuvo lugar el «tanquetazo». Dieciséis vehículos blindados desfilaron hacia La Moneda bajo el mando del teniente Roberto Souper y abrieron fuego contra el palacio de gobierno. Este intento de golpe contó con el respaldo del grupo fascista Patria y Libertad. El ataque fue repelido por un destacamento dirigido por Carlos Prats.

Siguiendo la línea de la política de la vía pacífica, el Partido Comunista (PC) llegó a una conclusión nefasta después del fracaso del ataque. Señaló en El Siglo “…la solidez de nuestras instituciones armadas que cumplieron con patriotismo e intransigencia la misión que les confiere la constitución[v]. Esto llevó una vez más a confiar en las fuerzas armadas que, después del tanquetazo, midieron fuerzas y diseñaron el plan hacia septiembre.

En ese mismo día, el 29 de junio, Salvador Allende declaraba “Y desde allí llamé al pueblo dos veces por radio. Primero, para señalarles que tuvieran confianza en las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones, y segundo para decirles que ocuparan las empresas, las industrias, que estuvieran en los centros de trabajo; que los dirigentes y los militantes partidarios en sus centros, en sus casas políticas, y que además el pueblo, se agrupara en cuatro o cinco sectores que señalé, para que estuvieran prestos y por si acaso necesitábamos su presencia para combatir junto a los soldados de Chile”[vi]. A raíz de este hecho, se formó un Gabinete de Seguridad Nacional que incluyó a las Fuerzas Armadas, lo que llevó a la Unidad Popular a confiar nuevamente de quienes estaban preparando el golpe, Allende diría: “Mientras sucedían estos hechos –repito– el Comandante en Jefe del Ejército, junto con los Generales Pinochet, Pickering, Urbina y Sepúlveda, trazó el plan para reprimir a los subversivos”[vii]. La confianza en las fuerzas del orden hizo que nombres de esos generales se repitan en quienes comandan los años de terror posterior al 11 de septiembre de 1973.

Frente a las vacilaciones de las direcciones de la UP, la respuesta popular no titubeó, acusó recibo y se activó. Tal como ocurrió con el paro patronal de octubre de 1972, los trabajadores regresaron a sus fábricas, ocuparon nuevas dependencias y las poblaciones se manifestaron. En el mes de julio, se vivió una ocupación masiva de fábricas, comenzó una reconversión de la producción para desarrollar armas en algunas empresas, la cual fue combatida por la institucionalidad y el diálogo del gobierno con la DC, Allende convoca a un plebiscito, mientras que la Ley de Control de Armas potenció su radicalidad reaccionaria, otro regalo en el terreno cimentado hacia el golpe para las Fuerzas Armadas que aprovechaban la condición antipopular de esta Ley para allanar fábricas en búsqueda de armamento y así, una vez más, efectuaron movimientos clave en el golpe decisivo de septiembre.

En octubre, cuando fue la voluntad y organización de la clase obrera la que mantuvo al país caminando frente al paro patronal, donde nacieron los Cordones Industriales, en el calor de esa lucha; y se mantuvo la producción, el abastecimiento, el transporte, gracias al sacrificio de los trabajadores y se pudo dar el golpe mortal a la burguesía, Ud. no nos tuvo confianza. A pesar de que nadie puede negar la tremenda potencialidad revolucionaria demostrada por el proletariado, le dio una salida que fue una bofetada a la clase obrera, instaurando un Gabinete cívico-militar, con el agravante de incluir en él a dos dirigentes de la Central Única de Trabajadores que al aceptar integrar estos Ministerios hicieron perder la confianza de la clase trabajadora en su organismo máximo (Fragmento de la Carta de LA Coordinadora Provincial de Cordones Industriales al Presidente Allende, 5 de septiembre del 1973)[viii].

Entre junio de 1972 en adelante se abrió una etapa de confrontación sin velos. El aumento y la radicalización de la clase obrera y los sectores populares no encontraron coordinación y dirección decisiva desde la UP; por el contrario, esto facilitó los preparativos golpistas que avanzaron con libertad. La colaboración de clases de la vía pacífica representó un retroceso en la acumulación histórica que se reflejaba en la vanguardia obrera. Los Cordones Industriales, careciendo de una dirección revolucionaria independiente, no pudieron dar un salto en ese camino. El 11 de septiembre marcó el golpe definitivo, y el imperialismo y la burguesía avanzaron en una contrarrevolución que no solo definió el experimento neoliberal, sino que también intentó borrar la larga tradición obrera y revolucionaria. A 50 años del golpe, los voceros del poder reafirman la disposición de una historia que no contiene a los pueblos.

Tarea pendiente: reconstruir una izquierda revolucionaria para los desafíos del presente

Más allá de los intentos por silenciar la experiencia de los años 70, ocultas bajo un manto de impunidad como en el Chile actual, las reservas históricas emergen. Como el «viejo topo» que sabe cavar la tierra con gran rapidez, ese digno zapador que se llama Revolución, como lo describió Marx. La rebelión de 2019 fue una manifestación de esto. Las lecciones del pasado y los acontecimientos recientes deben impulsarnos a llevar a cabo debates fraternos y sumar organización, prepararnos para los momentos decisivos.

Después de la fractura que representó la rebelión, hemos vivido momentos sin precedentes en los que antiguos defensores del «no se puede», reactualizados, promueven acuerdos y diálogos con la derecha, abriendo así el camino a los nostálgicos del pinochetismo. El PC actual está lejos de los años de la UP, aunque han actualizado sus discursos para adaptarse completamente al régimen burgués. Esto se evidenció con la incorporación al gobierno de Bachelet y, sobre todo, en el gobierno actual de Boric. Han profundizado en esta deriva, no solamente manteniendo su rol de gendarme rojo en las direcciones burocráticas, sino también sumándose plenamente como una pata de izquierda en la administración neoliberal. Sin presentar propuestas reformistas ni medidas progresivas, actúan más bien como voceros de la amplitud de los acuerdos, legitimando procesos como el actual proceso constituyente liderado por la ultraderecha o la ley de las 40 horas diseñada junto al empresariado para fomentar la flexibilidad laboral.

Si por un lado el PC ha modificado su posición hasta convertirse en un eslabón central del régimen desde la propia administración del Estado y no solo desde las organizaciones de masas. En contraste, el Frente Amplio, a diferencia de la tradición del PC, nació principalmente con fines electorales, lo que generó una mayor adaptación institucional al no contar con bases militantes que estuvieran arraigadas en las presiones reales a nivel social. Además, la propia estructura del FA se basa en la construcción de figuras aisladas de la democracia interna, como señalaron sectores de Convergencia Social cuando Boric firmó el Acuerdo por la Paz con la derecha para institucionalizar la rebelión durante el 2019. Esto, junto con el programa de continuidad del progresismo neoliberal, explica en parte su rápida adaptación, que los ha llevado desde escándalos hasta ceder la iniciativa a la derecha y reconstituir la antigua Concertación en el seno de su gobierno. Hechos que ningún relato de alguna consultora progresista puede disfrazar.

Esta política no solo ha resultado en una constituyente redactada por el Partido Republicano a 50 años del golpe militar, sino también en la gestión de un Estado neoliberal y rentista, lo que implica un aumento de la represión, el extractivismo y los ajustes en medio de una crisis global del capital.

Sin dudas, una primera tarea en este periodo es activar contra la embestida que intentan descargar sobre las mayorías que vivimos de nuestro trabajo el conjunto del arco político parlamentario en unidad con el gobierno de Boric, aunque a su vez, es central debatir y dialogar entre el conjunto de quienes nos reclamamos de la izquierda revolucionaria, sin sectarismos ni autoproclamación, e ir más allá de una mirada dogmática de la historia y que podamos respetar las tradiciones y culturas que conforman el campo transformador, así poder sacar conclusiones para superar el estado actual de la izquierda, construyendo una izquierda que no colabore con el capital.

Este desafío, por nuestra parte, pensamos que es fundamental poner en debate qué tipo de organización necesitamos para el presente, impulsando una herramienta política y social que sea capaz de transformar todo. Es decir, que cuente con una vida militante democrática, en dónde todo se delibere y pueda sintetizar colectivamente para batallar contra la burocracia; que sea ecosocialista, desechando el viejo productivismo estalinista para afrontar el colapso ambiental que fomenta el capitalismo; que sea feminista y disidente para cuestionar el matrimonio capitalista-patriarcal del sistema de reproducción social; que sea profundamente obrera y popular, en dónde la clase obrera sea nuestro bloque social que articule la rebelde juventud y retome la experiencia de autoorganización de los Cordones Industriales, nuestro motor estratégico; que sea internacionalista, que no respete fronteras en las luchas contra el capital, que sea solidaria entre pueblos en contra los imperialismos que disputan el dominio del mundo. En síntesis, una izquierda anticapitalista y socialista que retome la experiencia roja de nuestra historia sin dogmatismos, postulando alternativa para el siglo XXI.

Con esta hoja de ruta, construimos nuestra organización, el Movimiento Anticapitalista en Chile, y junto a la Liga Internacional Socialista, nos organizamos en los 5 continentes. Estamos a disposición de esta tarea a 50 años del golpe, y te invitamos a que seamos muchas y muchos en este camino.


[i] Vitale, L. (1970). ¿Y después del 4, qué? Perspectivas de Chile después de las elecciones presidenciales. Disponible en: http://anticapitalistas.cl/2023/08/11/luis-vitale-y-despues-del-4-que-perspectivas-de-chile-despues-de-las-elecciones-presidenciales-1970/

[ii] Corvalán, L. (1973). Chile Hoy, (número 43)

[iii] Silva, Miguel. «Los Cordones Industriales y el socialismo desde abajo».

[iv] Avanzada Socialista. (1973, agosto). Entrevista a Armando Cruces, presidente del Cordón Industrial Vicuña Mackenna. Avanzada Socialista. Se puede revisar en http://anticapitalistas.cl/2023/08/23/entrevista-a-armando-crucespresidente-cordon-vicuna-mackenna-1973/

[v] El Siglo. (1973, 29 de junio)

[vi] Discurso de Allende el día del «Tancazo»

[vii] . Discurso de Allende al pueblo desde La Moneda, después de controlado el intento de golpe del 29 de junio. Citado en «El Tancazo,» documento especial de Quimantú.

[viii] Carta Coordinadora Provincial de Cordones Industriales al Presidente Allende. (1973, 5 de septiembre). Puede revisarse en: http://anticapitalistas.cl/2023/09/05/a-50-anos-del-golpe-carta-de-los-cordones-industriales-a-allende/