50 años del golpe: la derecha, de la nostalgia a la reorganización 

En el marco de esta conmemoración tan paradigmática, desde el Movimiento Anticapitalista, sección de la Liga Internacional Socialista (LIS) en Chile, estamos desarrollando una serie de actividades y publicaciones con el objetivo de aportar nuestro punto de vista. No solo sobre lo que significó el sangriento proceso encabezado por Pinochet, sino también sobre los debates que, en la actualidad, retoman vigencia debido al resurgimiento de expresiones políticas de la derecha más extrema.  

Por Martín Carcione 

El surgimiento o tonificación de expresiones políticas de derecha radical con más o menos desarrollo, lejos está de ser un fenómeno local o regional. Se trata de una realidad global producto de la confluencia de varios factores, comenzando por la crisis sistémica que atraviesa la economía, el ambiente, lo social y cultural. Una crisis del sistema en su conjunto producto de sus propias leyes de desarrollo, dinamizada por una disputa por la hegemonía imperialista entre un dominante pero decadente EEUU y otras potencias “emergentes”, fundamentalmente China.

Las crisis, guerras y conflictos tienen responsables, a los ojos de las masas y de las clases, que se esfuerzan por ocultar el carácter sistémico del asunto. En las últimas décadas, la socialdemocracia y algunas fuerzas de centro asumieron la conducción política a nivel global, de los planes de ajuste imperialista, en una alternancia más o menos estable con fuerzas de centro derecha, pero sin dudas caracterizadas por este elemento: su cercanía al centro. Otras expresiones de este proceso político fueron las del “arco” bolivariano, “radicales por izquierda” a ese centro convencional y cuyo fracaso en las transformaciones que prometieron, es otro de los motores del surgimiento de la extrema derecha. 

Decadencia capitalista y polarización social 

Es del fracaso, de la comprobación de la imposibilidad de garantizar una vida digna a la humanidad, de la constatación del colapso ambiental provocada por el modo de acumulación capitalista, y sus actuales formas políticas, que surgen los “monstruos” que no son ni más y menos que la consecuencia lógica del desarrollo “natural” de los acontecimientos. Las fuerzas tradicionales fracasan, las masas, sin dirección alternativa, se radicalizan y luchan y surgen corrientes políticas que “cuestionan el sistema” o mejor dicho, su capacidad de garantizar las ganancias de las minorías de siempre sin liquidar esa resistencia del movimiento de masas y abrir un nuevo escenario. 

Podríamos decir que estamos en los inicios de ese movimiento, que no es inevitable, pero se comienza a imprimir en un horizonte cercano de no construir una dirección alternativa y opuesta a ese curso, una que represente fielmente los intereses de las mayorías. 

En Chile, esos monstruos siempre existieron, pero hoy pasan de la nostalgia a la reorganización, buscando acumular fuerza política para responder por la negativa a las demandas mayoritarias. Son, de alguna manera, el miedo de la burguesía a nuevos estallidos que los dejen sin nada, vistiendo terno. 

No es menor en este resurgir el pacto de impunidad que, en Chile y en la mayoría de los países que atravesaron procesos dictatoriales, establecieron las consiguientes “democracias”. El ocultamiento de los archivos de la represión, el entorpecimiento del juzgamiento a los responsables materiales y a los responsables políticos, la nula o escasa investigación de las transformaciones estructurales introducidas por el gobierno militar y sus consecuencias en el futuro. 

La “transición” dejó viva la Constitución del dictador, su programa económico y su principal institución represiva, los corruptos y asesinos Carabineros. Que siguieron mutilando, matando, reprimiendo y robándose los recursos del Estado. Los homenajes formales y las canciones de luto que la centroizquierda transformó en rutina dejaron un terreno fértil para que la planta carnívora del pinochetismo siga viva.  

En su peor momento, un nuevo rescate 

El último gobierno de Piñera significó un quiebre enorme para la derecha, se produjo una ruptura de masas con esta expresión, ya que el cuento del orden pero con resultado económico se partió en mil pedazos. 

El paraíso liberal devino en infierno para las mayorías y el estallido social de 2019 puso al país en la senda continental e incluso mundial.  

Durante semana las calles estuvieron tomadas, cayeron las estatuas de los conquistadores y se puso en cuestión la constitución, las pensiones, la salud, la educación, las instituciones represivas, en definitiva, todo el orden de los últimos 30 años. 

En el peor momento de la derecha, salió a su rescate la Concertación y sus continuadores por izquierda: el Frente Amplio con Gabriel Boric a la cabeza, quienes con el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución le dieron a esta expresión criminal el salvoconducto necesario para no terminar en el basurero de la historia. 

¿O qué otra cosa podemos decir, observando incluso el puerto al que ha llegado el proceso? 

El poderoso torrente de cambio social expresado en el estallido fue metido a presión por los estrechos canales de la podrida institucionalidad burguesa, los jóvenes representantes de la “nueva camada” de la izquierda fueron los portavoces de la línea, los garantes de la traición que les dio como resultado amplias oficinas en La moneda, un enorme contraste con la primera línea que puso sus ojos y vidas al servicio de una transformación que se vendió de madrugada en la cocina oscura de los partidos del régimen. 

Ahora gritan preocupados “hay que enfrentar a la derecha” mientras Boric convida a Piñera a tomar el té para dialogar los preparativos para conmemorar los 50 años del golpe militar e invitar a firmar el documento “Por la democracia, hoy y siempre”, donde el gobierno tiene la intención de lavar el rostro, una vez más, con un sello común con los responsables de la dictadura. En paralelo niegan los derechos que en la calle se reclamaban, mientras siguen las cárceles pobladas de presas y presos políticos, mientras la economía golpea los bolsillos populares y las transnacionales continúan el saqueo indiscriminado de los recursos.  

Cuando estos traidores polarizan con la derecha desde alguna usina de pensamiento en Ñuñoa, cuando se embolsan los recursos del Estado a través de fundaciones, no hacen más que darle aire a la derecha. 

No alcanzaría la tinta para reflejar aquí las innumerables señales de cambio radical que nuestro pueblo envió, durante y post estallido, tampoco para enumerar las múltiples cabriolas de los partidos para ignorarlas y dejar en pie la estructura del capitalismo extractivista que inauguró, ni más ni menos, que Pinochet en Chile. 

Frente a grandes males, grandes soluciones 

La polarización social y política ha desplazado hacia la derecha el dial del régimen, las tradicionales fuerzas de este espacio van siendo superadas por fuerzas como el Partido Republicano en Chile, la Libertad Avanza Argentina, entre otras. Combinando rasgos liberales en lo económico, un discurso de ruptura con elementos de la democracia burguesa y sus instituciones y fuertes perfiles de represión a los derechos de las mayorías pero disfrazados. “Polarizando” con estas expresiones se muestran los sectores de la antigua o la moderna centro izquierda, responsables junto a la centro derecha de las catástrofes sociales que abrieron la puerta a estos radicales derechistas. 

Pensar que fortalecer políticamente a los responsables del desastre es una salida nos puede confundir profundamente. Es necesario desde la izquierda radical pensar por fuera de los límites del régimen democrático burgués, proponiendo transformaciones radicales sin limitarnos a una postura defensiva.  

Además de una disputa por la subjetividad de ciertos sectores movilizados por demandas democráticas, es importante que la izquierda se fusione con los sectores más explotados de la clase trabajadora, en las poblaciones, en los sindicatos, las que podrán ofrecer la única resistencia firme ante los ataques de la derecha y un punto de partida para la construcción de una nueva institucionalidad capaz de comandar un nuevo modelo productivo y social al servicio de las mayorías. 

50 años pasaron de las advertencias de los Cordones Industriales al presidente Allende, advertencia que fue ignorada pero sigue aún vigente. No hay diálogo posible con el fascismo, no hay caminos de concordia con la derecha, no se puede negociar con una pistola en la cabeza, en pleno siglo XXI a 50 años del golpe la historia vuelve a golpear la puerta con su lección más importante: las mayorías trabajadoras, populares, la juventud necesitamos nuestra propia organización, nuestro propio programa, firmemente constituido en los territorios, solidario con otras expresiones del conglomerado social como los pueblos originarios, los movimientos ecologistas, las referencias de la diversidad y el feminismo revolucionario, con las corrientes sindicales antiburocráticas.

Esa actividad debe ser cotidiana, regular, incansable, paciente. Así como en el horizonte se agrupan las banderas negras del fascismo, también se pueden divisar las poderosas columnas de la resistencia obrera y popular, porque la historia no se ha terminado sino que prepara sus más definitivas batallas, no lleguemos a ellas sin una conducción acorde. Basta de lo posible, hagamos posible lo necesario.