Los incendios forestales que asolan el centro-sur de Chile llevan más de una semana devastando enormes territorios, al día de hoy, según los datos del Servicio Nacional de Prevención y Respuestas ante Desastres (Senapred) existen 82 focos activos y decenas de fallecidos. Esta catástrofe, sin embargo, es siempre en Chile, una crónica anunciada, debido a su fragilidad frente al cambio climático, producido principalmente por los modos de producción capitalistas, y al modelo de explotación extractiva forestal, basado en monocultivos de pinos y en menos medida eucaliptos, en las zonas afectadas. Este modelo de propiedad de suelo forestal, implementado en dictadura, controlado por monopolios empresariales (Matte, Angelini) ha generado sin duda, ganancias para una minoría y miseria para las grandes mayorías, todo esto acompañado por un ecocidio inherente al sistema.
Por Camilo Parada, Movimiento Anticapitalistas
El gobierno de Apruebo Dignidad, frente a este escenario y en continuidad con las ya naturalizadas políticas represivas en nuestro país, de la mano de las empresas forestales, que se han desarrollado al alero de un Estado Subsidiario, anuncian con bombos y platillos, el toque de queda en las regiones afectadas, otorgado, como ya es costumbre, el control de la seguridad a las FFAA. «Ellos (la Defensa Nacional) son los que van a determinar estrictamente en qué provincias y en qué horario se implementará» ha dicho el presidente, en vez de atacar el problema central de esta catástrofe: las políticas empresariales basadas en el monocultivo forestal. La metodología es un clásico neoliberal, culpar e individualizar responsabilidades, para evadir justamente la responsabilidad sistémica y el modelo de explotación forestal. Es decir, cual portavoces del capitalismo verde, insisten en la responsabilización individual, fieles discípulos neoliberales sin comprometer en ningún momento al sistema y los modelos de explotación que lo configuran, por el contrario, se cuidan de referirse de manera racional a las causas estructurales.
Nuestra cartografía ecosistémica ha mutado incesantemente en los últimos 50 años consecuencia de la mercantilización de la naturaleza por un capitalismo depredador que basa sus ganancias en nuestro territorio, apoyándose en una economía de explotación extractiva, este modelo, implementado mediante un golpe de estado civil, económico y militar, es decir, mediante el ejercicio de la violencia sistémica en manos de la burguesía local, no solamente se desplego a pasos acelerados durante los cruentos años de tiranía, sino que fue perfeccionado posteriormente bajo los gobiernos transicionales, que en Chile son calificados de centro-izquierda y centro-derecha, pero que poco se diferencian en la defensa de un modelo de valorización de capital a través del cobre, litio (megaminería), agronegocio, cementación inmobiliaria descontrolada, monocultivo forestal, salmonicultura, etc.
Los incendios una y otra vez se concentran en las provincias más pobres de Chile, esto no es una simple coincidencia, se relacionan de manera directa con el monocultivo forestal en manos de monopolios como el siniestro Grupo Angelini que repleto sus bolsillos privados gracias a apropiarse con la celulosa privatizada por el dictador y genocida Pinochet. A esto podemos sumar la baja carga fiscal que tiene la economía forestal desplegada sobre un territorio donde la biodiversidad ha sido destruida por el extractivismo forestal que adolece además de la más mínima regulación pública. En otras palabras, el capitalismo, el neoliberalismo y extractivismo son causantes principales de la catástrofe ambiental, esto incluye los incendios y las altas tasas de pobreza en las regiones afectadas.
Pasan los gobiernos y el expolio sigue, este mismo entramado gobernante que al fin y al cabo, siempre se pone al servicio del gran empresariado, consciente de que problemática ambiental hace parte de los grandes desafíos civilizatorios de los próximos años, intenta vestirse con ropajes verdes, autoproclamándose gobierno ecológico, desplegando campañas comunicaciones al respecto, e intentando darse, al menos desde el punto de vista publicitario, un cierto aire de buena conciencia ambiental, pero los hechos anuncian lo contrario.
El laboratorio neoliberal chileno, ya ha encendido todas las alarmas ambientales de manera patente, la evidencia es abrumadora, cualquier política ecológica racional nos obliga a salir de la economía monopólica extractiva, de la dependencia energética del petróleo (principal generador de gases a efecto invernadero), de la mega minería y la agro ganadería industrial, del modelo de explotación forestal, oasis de los grandes productores y purgatorio de las grandes mayorías, es cosa de analizar cuáles son las regiones con mayor prelevancia de la pobreza y qué se explota en esas regiones, en Chile la irracionalidad capitalista salta a los aires,
La urgencia ambiental es ahora, insistir en un sistema basado en la competencia por maximizar beneficios a toda costa, donde al parecer cualquier ganancia importa más que las vidas, es decir un sistema de ultra producción, que a la vez se basa en valor de cambio sobre el valor social y ambiental, para sobrevivir y desarrollarse necesita fomentar el consumo de forma artificial a través de la mediación publicitaria y espectacular y haciendo enormes campañas de desinformación para separar la producción, acumulación y el consumo de las necesidades ecológicas y sociales reales, es no solamente una escapada hacia el abismo, sino que lisa y llanamente una estupidez. En esto hay que ser claros, la estrategia frente a los incendios y la catástrofe ambiental del gobierno de Boric, se inscribe en la misma lógica de continuidad del modelo neoliberal, que busca su argumentación en unas bases filosóficas inspiradas del individualismo liberal y en la defensa de un sistema de producción y de mercantilización total, frente a esta noción del progreso que rinde pleitesía a la circulación de capital por sobre la explotación de les trabajadores y la naturaleza, debemos permanentemente preguntarnos, quienes posicionamos nuestro accionar político del lado de les explotades y los equilibrios naturales: ¿Qué hacer?
Un primer punto de partida, de quienes nos reclamamos del ecosocialismo, de la ecología revolucionaria, del ecofeminismo y de las tendencias anticapitalistas democráticas, es buscar instancias unitarias para desarrollar un gran movimiento a nivel regional, que sepa proponer una alternativa viable a la catástrofe capitalista. Nuestro ecosocialismo revolucionario de herencia marxista, no debe en ningún caso caer en dogmatismos y tenemos que estar dispuestos a alianzas estratégicas que respeten por supuesto, la independencia política y de clase para trabajar y militar en pos de una salida por izquierda a las políticas de depredación y continuistas del sistema neoliberal, en este sentido, tenemos que ser claros en nuestra crítica a los modos de producción capitalistas pero también a los productivismos de izquierda y a los posibilismos que tanto daño han hecho a nuestro sector en los últimos 50 años.
El desafío es mayor y urgente, impulsar colectivamente un accionar unitario de la izquierda anticapitalista con los sectores que viven el conflicto real con los modos de producción extractivistas, con los territorios, con les trabajadores que se ven forzados a la explotación de estos mismos monopolios empresariales ecocidas, con la juventud, los pueblos originarios, les migrantes, las mujeres y disidencias, con las grandes mayorías, aprendiendo de las diferentes experiencias y poniendo a disposición la experiencia y la tradición política y organizativa de la izquierda revolucionaria.