Por Luis Meiners, International Socialist League
La sesión conjunta del Congreso para contar los votos del Colegio Electoral tuvo que ser interrumpida cuando una movilización de simpatizantes de Trump irrumpió en el Capitolio. Las escenas de caos reflejan la profunda crisis política en desarrollo. Luego de la derrota en Noviembre, Trump ha insistido en desconocer el resultado a pesar del fracaso reiterado de sus intentos de revertirlo. Esto ha profundizado la crisis del Partido Republicano y del régimen. Mientras tanto, en Georgia parece confirmarse el triunfo del Partido Demócrata en la segunda vuelta de las elecciones para el Senado, hecho que le otorgaría a este partido el control sobre la cámara.
La llamada “Marcha para salvar América” reunió a miles desde horas de la mañana. Trump habló ante la misma cerca del mediodía, repitiendo sus acusaciones de fraude electoral y convocando a la multitud a no conceder y marchar hacia el capitolio. Horas después, se produjeron choques en los alrededores del Capitolio y un grupo ingresó al edificio, llegando hasta el recinto del Senado. Los miembros del Congreso fueron evacuados, se declaró un toque de queda y se esperaba la movilización de la Guardia Nacional. Trump publicó en twitter un mensaje desde la Casa Blanca llamando a los manifestantes a volver a sus casas.
La sesión interrumpida es un procedimiento formal en camino a la asunción de Biden el 20 de Enero. Se trata del paso final para la certificación de los votos del Colegio Electoral, luego de que los resultados del voto popular han sido certificados en cada estado y los miembros del Colegio Electoral se han reunido para emitir sus votos. El procedimiento legal establece que en dicha sesión se pueden formular observaciones a los votos del Colegio Electoral.
El fracaso de la campaña contra el “fraude”
Luego de una serie de reveses en sus desafíos legales, y tras el fracaso de sus esfuerzos para presionar a legisladores estaduales y gobernadores republicanos para frenar el reconocimiento de los resultados electorales, la furia y desesperación de Trump se enfocaron hacia la sesión de hoy. Su presión sobre el Vicepresidente Pence, quien preside la sesión, y la bancada de diputados y senadores republicanos fue en ascenso, consiguiendo que un nutrido grupo de parlamentarios del Partido Republicano se comprometa a expresar sus observaciones al resultado electoral, sin que esto abriera posibilidad legal alguna de revertir los resultados.
La campaña contra el supuesto fraude tensó al máximo la situación interna del Partido Republicano, profundizando sus conflictos. Aparecieron en los medios notas de opinión de prominentes voces conservadores expresando la necesidad de un nuevo partido. Los republicanos que ocupan cargos se vieron divididos entre el deseo de sostener la institucionalidad y la presión de Trump y una base radicalizada a derecha que hoy se expresó en las calles.
Esta disputa se hizo sentir en las elecciones de senadores en Georgia. Trump ha desplegado una campaña particularmente fuerte contra las autoridades republicanas del Estado por haber certificado el resultado favorable a Biden. Hace pocos días, se volvió público un audio de una conversación telefónica entre Trump y el Secretario de Estado de Georgia donde le exigía ordenar un recuento y encontrar los más de 11 mil votos necesarios para dar vuelta el resultado. A esto se sumó el repudio a los senadores republicanos por rehusarse a tratar una ampliación de la asistencia del estado a 2 mil dólares. Aunque aún falta la confirmación, todo esto parece haber conducido a una derrota de los candidatos republicanos en Georgia. La cámara de Senadores quedaría así empatada 50-50 entre ambos partidos, dando el desempate a la Vicepresidenta electa Kamala Harris y la presidencia de la cámara al Partido Demócrata.
Perspectivas
En los últimos meses se ha hablado mucho de la posibilidad de un “golpe” en EEUU. Fue uno de los argumentos centrales del Partido Demócrata y su ala progresista para movilizar el voto para Biden. Una parte importante de la izquierda sostuvo el mismo argumento y llamó a votar al candidato demócrata. Sin embargo, hemos visto el fracaso de los intentos de revertir el resultado electoral. Ninguna fracción relevante de la clase dominante o del aparato del estado apoya estos intentos. La última confirmación de esto se dio hace pocos días cuando los 10 ex-jefes del Pentágono que están vivos firmaron una nota de opinión donde llamaban a respetar el desarrollo del proceso constitucional.
Los sucesos de hoy no constituyen un golpe, pero no son una cuestión pasajera. El hecho de que no vayan a interrumpir la asunción de Biden no significa que no sean un claro síntoma de la dinámica de la situación política. La polarización política de la última década ha visto una radicalización hacia la izquierda, pero también el desarrollo de corrientes de ultra derecha, proto-fascistas, que han demostrado capacidad de movilización y tienen apoyo entre las filas del aparato represivo.
La acción de hoy es una muestra previa de lo que puede venir. Ante un gobierno de Biden que buscará aplicar una restauración de la “normalidad” neoliberal, y un escenario de profunda crisis económica y sanitaria, la derecha buscará tomar la iniciativa. El Trumpismo será un actor permanente del escenario que vendrá.
Frente a este escenario, urge la respuesta desde la izquierda. Es necesario que la izquierda aparezca como una alternativa independiente en el escenario nacional, como una alternativa frente a la polarización entre un gobierno demócrata neoliberal y la derecha. No lanzarse a esta tarea es abrir el paso para el desarrollo de los elementos fascistas. Para ello, la izquierda socialista necesita construir su propio partido, un partido socialista independiente de los demócratas. El DSA y el conjunto de la izquierda socialista debe organizar la respuesta de millones contra la derecha, y construir esta herramienta política.