Por Luis Meiners, International Socialist League de EEUU
Falta apenas más de un mes para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. La campaña se desarrolla en un escenario político de crisis y polarización, con el trasfondo de más de 200 mil muertos por la pandemia, una histórica rebelión contra el racismo y la violencia policial y la crisis económica más importante desde la década del 30. El primer debate entre los candidatos presidenciales dejó en claro la decadencia del régimen político, la estrategia polarizadora del discurso de ley y orden de Trump y demostró con claridad que, ante esta presión, Biden se mueve hacia la derecha.
Crisis, polarización y rebelión
El escenario político de fuerte polarización en el que se desarrolla la elección presidencial tiene raíces estructurales profundas. Para comprenderlo adecuadamente, es necesario remontarnos a la crisis del 2008 y sus consecuencias. La década que le siguió estuvo marcada por una “recuperación” económica en la que se incrementaron los niveles de desigualdad y de precarización laboral. Por ejemplo, de acuerdo a los datos del Departamento de Trabajo de EEUU, 3/4 partes de los puestos de trabajos creados entre la crisis y el año 2018 eran de bajos salarios.
A la par de esto, y alimentada por este proceso, se desarrollaron procesos de radicalización política y ascenso de la lucha de clases. Esto tuvo varios hitos importantes: Occupy Wall Street, el primer ciclo de Black Lives Matters en 2014, las masivas huelgas de trabajadores de la educación en varios Estados republicanos en 2018, el ascenso del movimiento feminista que realizó una histórica movilización el día despues de la jura presidencial de Trump, entre otros.
La crisis económica y el ascenso en las luchas, se combinaron y contribuyeron a una crisis de legitimidad del régimen político bipartidista. Ambos partidos del capital se vieron sacudidos por este proceso. En el caso del Partido Demócrata, las enormes expectativas despertadas por Obama terminaron en una importante decepción ante las promesas incumplidas de cambios. En 2016, la candidatura insurgente de Bernie Sanders logró capturar parte de esta frustración y radicalización, y sacudió al establishment alineado detrás de Hillary Clinton. En el Partido Republicano, la crisis se expresó primero con el surgimiento del Tea Party y luego en el ascenso de un “outsider” como Trump, con un discurso populista de derecha, xenófobo, logro hacerse con la nominación y luego la presidencia.
La polarización y crisis continuó durante este periodo. Una derecha envalentonada intentó aparecer con fuerza en la escena, pero luego de Charlottesville a mediados de 2017 perdió protagonismo. La pandemia ha acelerado todos los componentes de esta situación. La inmensa e histórica rebelión contra el racismo y la violencia policial ha sido la gran protagonista de los últimos meses. En respuesta a esto, Trump ha desplegado una fuerte ofensiva política, apoyándose en los departamentos de policía, en algunas agencias federales, y desplegando un discurso de “ley y orden” que se ha convertido en su eje principal de campaña. Esto ha movilizado a grupos de ultraderecha contra las protestas, como el caso de las milicias de las cuales era integrante Kyle Rittenhouse que mató a dos manifestantes en Kenosha.
Perspectivas
Como síntoma de esta crisis, luego del primer debate presidencial, los grandes medios coincidían en señalar la dificultad de encontrar un ganador, y enfatizaron el bajo nivel demostrado. Biden mantiene una ventaja sólida en las encuestas a nivel nacional y en varios Estados clave para los votos en el Colegio Electoral. Sin embargo, ésta parece estar disminuyendo a medida que se acercan los comicios. El recuerdo de 2016, donde la gran mayoría de encuestas y analistas daban por ganadora a Hillary Clinton, quedó marcado a fuego y los pronósticos suelen ser más modestos. A esto hay que sumarle la extrema volatilidad de la situación política.
Ante la perspectiva de un probable triunfo de Biden, Trump ha lanzado una campaña de cuestionamiento al proceso electoral. Apunta fundamentalmente contra el voto por correo y ante la pregunta de periodistas se ha negado a afirmar que reconocerá el resultado electoral. Sin embargo, los voceros fundamentales del Partido Republicano han salido rápidamente a decir que la transición será respetada. A esto se suman las maniobras que buscan suprimir electores, y descartar boletas Frente a esto, es posible que se produzca un escenario en el que el resultado electoral sea cuestionado, incluso legalmente. Esto puede ser un motivo para el apuro para llenar la vacante en la Corte Suprema.
La izquierda y el mal menor
Una parte importante de la izquierda y los sectores progresistas toman algunos de estos elementos y realizan un análisis unilateral de la situación política, que los lleva a terminar capitulando al Partido Demócrata. Parten de ver a Trump en una posición de fuerza, a la ofensiva, y sostienen que éste se prepara para dar un golpe de estado. Caracterizan a Trump como fascista, y dicen que es necesario votar a Biden para detenerlo.
Este argumento parte de una visión equivocada sobre la relación de fuerzas entre las clases, y sobre la propia orientación política de la clase dominante. Si bien existen grupos de extrema derecha, y nunca hay que subestimarlos, lo que marca la dinámica es la inmensa rebelión antiracista. La movilización de la derecha ha sido precisamente en respuesta a esto, y en números incomparablemente menores. Por otro lado, la clase dominante de EEUU ha dado muestras de su apoyo a Biden, y de rechazo a Trump. El candidato demócrata viene cosechando más contribuciones económicas a su campaña, y en el último mes figuras importantes del aparato del estado han expresado públicamente su apoyo.
En este marco, al llamar a votar a Biden una parte importante de la izquierda contribuye a posponer la urgente tarea de construir una alternativa independiente. Además, no logrará su objetivo declarado de frenar a la extrema derecha. Un triunfo de Biden no resolverá las condiciones estructurales que posibilitan el desarrollo de estas fuerzas. La agenda neoliberal e imperialista de Biden las profundizará. El debate dió una muestra de cuál será la dinámica de Biden. Ante la presión de Trump en temas como el sistema de salud, la reforma policial y el cambio climático, respondió posicionándose sistemáticamente a la derecha. Dijo que no propone terminar el negocio de las aseguradoras privadas, que se opone a desfinanciar la policía y al Green New Deal. Queda claro que el camino para frenar a la extrema derecha estará en movilización, no en estas elecciones, y para esa tarea también es fundamental construir una fuerza independiente.