Pasó un nuevo 8 de marzo, día Internacional de la mujer trabajadora y las calles de nuestro país se volvieron a teñir de violeta. A pesar del reflujo de la ola feminista, más de 30.000 personas se movilizaron en Santiago y otras miles en regiones. Algunos debates y una hoja de ruta.
Por Abril C.
Discurso del gobierno vs. realidad
Este 8M se da en el marco de dos años de gobierno del Frente Amplio y el Partido Comunista. Recordemos, el gobierno “feminista”, de los derechos humanos, del aborto libre y legal, de la igualdad real y equidad de género. El gobierno ha tratado algunas leyes como la Ley Integral, mientras la mayor parte de sus promesas de campaña siguen inconclusas, como el Sistema Nacional de Cuidados, o el cupo laboral trans.
Luego de dos años, podemos ver las consecuencias del feminismo del autodenominado progresismo en La Moneda: desmovilización, institucionalización, debates y espacio a la derecha, etc. Es que el posibilismo no sólo subestima al movimiento feminista y su potencia transformadora, sino que defiende la continuidad de este sistema capitalista y patriarcal, y por ende, a sus instituciones.
Mientras ellos y ellas gobiernan, somos las mujeres y disidencias quienes enfrentamos las políticas de hambre y saqueo, la precarización de la vida, la falta de acceso a salud y educación integral. En el contexto de crisis y amenaza de nuestras conquistas, urge seguir avanzando en nuestras demandas: por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito; o la educación sexual integral; terminar con la brecha salarial; contra todo tipo de violencia. Para conquistar lo que nos falta, solo podemos confiar en la movilización y organización.
Sobre derechas y derechos
A nivel mundial, existe una ofensiva antiderechos impulsada por los sectores más reaccionarios y de la ultra derecha que se proponen avanzar contra lo que llaman la ‘ideología de género’. Lo podemos ver en el país vecino con un presidente como Javier Milei.
Este ataque tiene por lo menos tres aspectos: económico, parlamentario y político-ideológico. La crisis económica impulsa el recorte presupuestario en las áreas públicas ligadas a esos derechos, avanzar sobre las leyes de protección y campañas ideológicas para socavar la imagen de la mujer, y sobre todo de las feministas, y que cumplan su rol de productoras y reproductoras.
Es por eso que la frase de Simone de Beauvoir se ha vuelto más popular en los últimos años: “bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”. La incógnita es cómo el feminismo enfrenta estas crisis y con quién, qué feminismo hace falta construir y con qué estrategia.
Feminismos en debate
Desde sus inicios, el feminismo ha sido un movimiento heterogéneo, policlasista, donde confluyen distintas corrientes, sectores sociales e ideologías. El feminismo liberal, que niega la división de clases, no cuestiona al sistema y reclama reformas legales. Las reformistas, que reconocen al sistema como responsable, pero luchan por reformas parciales negociando con la institucionalidad. El feminismo radical, que pone el foco en el individuo -hombre- y termina siendo funcional al capitalismo al negar las contradicciones de clase.
Si existe la violencia de género es porque hay un sistema ideológico que posiciona al hombre por encima de la mujer y un conjunto de instituciones que lo avalan. El Estado es responsable, partiendo de la falta de políticas de prevención, educación sexual integral, asesorías jurídicas, etc. Si la brecha salarial sigue sin resolverse es porque beneficia a la burguesía, y los gobiernos no toman medidas que vayan en contra del sistema que defienden.
Si el feminismo no denuncia a los principales responsables de perpetuar la opresión y explotación, que son los Estados y gobiernos; y no ataca el origen del problema, que es este sistema capitalista y patriarcal; difícilmente podamos conquistar la igualdad real y transformar todo. No obstante, el silencio ante los verdaderos enemigos o el ataque individual y no sistémico frente a los problemas que atravesamos las mujeres, no solo perjudica y atrasa al movimiento feminista, sino que también le da aire y espacio a los sectores reaccionarios.
Feminismo anticapitalista y socialista para dar vuelta todo
“El feminismo no es sólo una cuestión de género, sino una lucha contra todas las formas de opresión y explotación” (Clara Zetkin).
Entendiendo que el capitalismo y el patriarcado conviven y se sostienen juntos, nuestra lucha por transformar todo implica un feminismo de clase, capaz de cambiar el sistema y la sociedad, de destruir la división de clases y lograr una sociedad igualitaria para todos.
El camino hacia la igualdad real no es solo responsabilidad de las mujeres. Para emprender esta lucha, se necesita la mayor unidad, junto a los trabajadores, estudiantes, jóvenes, etc. Entendiendo que la división no es de género sino de clase, y sabiendo que no estamos exentos de machismo, pero con la firmeza de actuar consecuentemente contra todo tipo de violencia, activando protocolos, métodos y demás para atacar los problemas y situaciones que se puedan presentar y que parten de garantizar la posibilidad de que las denuncias se realicen, se investiguen y se puedan tomar medidas según el nivel del gravedad.
Sólo construyendo organización anticapitalista, feminista, ecosocialista e internacionalista podemos conquistar el mundo que soñamos. Súmate con nosotras y nosotrxs.