Por Camilo Parada, Movimiento Anticapitalista
El 26 de junio es el Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, este año, la fecha se ve atravesada por el contexto del avance de la convención Convención Constitucional, resultado de la Rebelión de Octubre y la búsqueda de una salida institucional con el Acuerdo por la Paz, firmado entre 4 paredes, donde se delimita la soberanía de la misma Convención y la continuidad de un gobierno violador de DDHH. De todos modos, está por verse qué salida a los muros de contención se podrán desarrollar.
La Rebelión de Octubre, con sus consignas, sus movilizaciones masivas, su permanente ímpetu de subversión anticapitalista, sacó a flote una realidad que estaba anestesiada bajo el bombardeo publicitario del oasis neoliberal chileno, se trata de la represión, la impunidad con la que actúan los agentes represivos del Estado y la tortura como práctica sistemática utilizada por esos mismos agentes represivos, más allá de la propaganda irrisoria del concepto “casos aislados”. A raíz de la realidad que explotó en los cuerpos, en la cara y en los ojos, una serie de informes de organismos internacionales de derechos humanos, pusieron en relieve que la tortura sigue siendo en Chile una práctica común, de más está decir, que estos informes hasta el momento son letra muerta, el gobierno ha seguido utilizando la represión como respuestas a las justas demandas sociales por igualdad y políticas para el 99%, está por ver como evolucionan las demandas internacionales contra Piñera. Hay que decir, qué si bien la rebelión saca a flote esta realidad, en la práctica nunca dejó de existir, es cosa de ver la relación represiva del Estado en el llamado “Conflicto Mapuche”
Los diferentes informes en la materia, consecuencia de la barbarie represiva de Piñera, dejan al descubierto miles de personas heridas, ciento de traumas oculares, asesinatos consumados, violencia político sexual, tratos crueles y degradantes y lisa y llanamente tortura, a esto se le suma las miles de detenciones y presxs muchos de ellxs, en preventiva por más de año y medio y sin juicios a la vista.
En este contexto de barbarie sistémica, es imprescindible que las izquierdas nos posicionemos claramente contra todas estas prácticas del Estado y los representantes del sistema capitalista/neoliberal patriarcal y ecocida. La tortura es tal vez la práctica más aberrante en la escala de barbaridad, su objetivo es la destrucción de la personalidad y el desprecio más profundo de la dignidad humana, a pesar de que Chile es firmante de diferentes tratados y acuerdos en materia de derechos humanos a nivel internacional, es conocido su no respeto a todos estos tratados, un ejemplo claro son los beneficios otorgados a criminales de lesa humanidad, pero también la persistencia de la tortura en los cuarteles.
La tortura está tipificada como crimen en el derecho internacional adscrito por el Estado chileno, no hay argumento posible para su práctica y debiera, al menos en teoría, la penalización internacional ser vinculante, los hechos nos demuestran lo contrario, en Chile, los agentes represivos siguen practicando de manera sistemática la tortura, lo que corresponde a un claro caso de crimen contra la humanidad, frente a la pasividad sino complicidad de las autoridades.
Este día ha de servir para que levantemos la voz por la erradicación total de esta aberrante práctica, visibilicemos la realidad, una realidad erigida en norma desde la dictadura pinochetista, y debido a la continuidad de mandos y agentes de las FFAA en su conjunto. Es por eso, que desde el Movimiento Anticapitalistas proponemos la disolución de todas las fuerzas represivas, no hay reforma posible a una institución heredada de la dictadura, ni intervención civil que aguante, basta de dar indicios de gobernabilidad al 1% en detrimento de los derechos del 99%.
Necesitamos una reacción a la altura de la realidad, programas especializados de apoyo a las víctimas de la tortura, centros públicos de rehabilitación manejado por especialistas, sociedad civil y víctimas, monitoreo independiente permanente sobre las fuerzas represivas, las comisarias, cuarteles, cárceles, calabozos, con espacial énfasis en niñes y adolescentes, migrantes, pueblos indígenas, mujeres, personas LGBTIQ+. Pero también la más férrea oposición a los organismos que aplican tortura y sus cómplices palaciegos.
Pero de ¿qué hablamos cuándo hablamos de tortura? Según la Convención contra la Tortura de la ONU (1984, art 1, párrafo 1): «Se entenderá por el término ‘tortura’ todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas» esto está completamente normalizado en nuestro país, por tanto, el primer paso es la denuncia y la desnormalización de la barbarie.
El objetivo de la fecha es que la comunidad internacional, pero también la comunidad local, los Estados, las organizaciones sociales, los pueblos, reconozcan la importancia de evitar, repudiar, denunciar y combatir cualquier forma de tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes, siendo responsabilidad del Estado llevar a cabo las políticas necesarias para ello. Para que eso no sea letra muerta debemos transformar todo, dar vuelta este sistema que se sostiene en tales barbaridades, proponer alternativa anticapitalista que sea a la vez crítica con las experiencias de las burocracias estalinistas, donde la tortura también era una práctica común (solo remitirles a los Procesos de Moscú y la persecución de la oposición de izquierda y el trotskismo, dirigido por Stalin y la GPU). Es evidente que las normas y jurisprudencia internacional son necesarias, pero no suficientes, hay que dar vuelta todo, para que la dignidad se haga costumbre, es decir constituir una justicia que estén en manos de los pueblos y que cada cargo sea elegido por voto popular, con revocabilidad, mientras que los archivo de la dictadura deben ser abierto y constituir una comisión investigadora independiente para el juicio y castigo de los violadores de DDHH de ayer y hoy, este camino es posible si nos disponemos como horizonte en recuperar todo al servicio de las mayorías.