Por Fernanda Cabrera, artículo publicado en Alternativa Anticapitalista nº3
El teletrabajo se ha convertido en uno de los salvatajes económicos en contexto de crisis. Sin embargo, lo que hemos podido experimentar es que estas tecnologías en realidad han pasado a reproducir la exclusión social y el malestar emocional y laboral, pasando a formar parte de las herramientas utilizadas para someternos a una nueva esclavitud laboral a beneficio de lxs de siempre.
¿Trabajo físico o a distancia? Las deplorables condiciones laborales se mantienen
En el contexto actual, las modalidades de trabajo se han divido. Por un lado, está el trabajo que se continúa realizando en el lugar físico habitual y por otro, los trabajos que pueden realizarse remotamente. El primero está sometidos al riesgo concreto de contagio, el o la trabajadora está obligada a elegir entre el sustento económico o el resguardo de su salud, con la angustia permanente de saber que salir a trabajar puede implicar su contagio y el de su familia.
En aquella dicotomía entra el teletrabajo, el cual se señala como un “privilegio” para les trabajadorxs cuya salud dejaría de estar expuesta. Pero la verdad es que, bajo esta modalidad, las grandes empresas fácilmente se desentienden de sus obligaciones mínimas en materia laboral. Obvian además, que las trabajadoras, quienes suelen cargar con las tareas del hogar, deben cumplir con las expectativas y metas laborales al mismo tiempo que realizan otro trabajo al interior de sus hogares que permite que les niñes sean cuidadxs y la comida preparada. Todo esto es utilizado en favor del capitalismo, que no reconoce el trabajo reproductivo, sobrecarga a les trabajadorxs y permite a los jefes exigir a su antojo, reduciendo además el valor de las horas trabajadas al ampliar la jornada laboral.
Inseguridad, malestar psicológico y control empresarial
El teletrabajo reproduce el malestar laboral y agudiza la desprotección legal en la que se encuentra la clase trabajadora. Aparecen nuevas formas de explotación que traen nuevas exigencias y abusos, formas de control e hipervigilancia por parte de los jefes y el aumento de la desregulación para una conectividad 24/7.
Además de todo lo anterior, esta modalidad impone una carga extra al gasto de los hogares donde hay teletrabajo, cuando son les empleadxs quienes deben correr con los costos asociados a las tecnologías básicas para la gestión de las labores asignadas (internet, teléfono, impresiones, etc.). Así, las responsabilidades de la empresa a capacidades individuales que solo profundizan la precarización.
A esto se le suma el estrés y la angustia propia del contexto de crisis con un gobierno que se empeña por proteger el “crecimiento” en desmedro de los intereses de las mayorías. No es de extrañar que se intensifiquen patologías propias de las exigencias del sistema, tales como trastornos depresivos y ansiedades, las cuales están sujeta a licencias médicas. Claro está que ni antes de la pandemia, nuestro sistema de salud velaba por la salud mental de la clase trabajadora, menos lo hace ahora. Ni hablar de la realidad del hacinamiento y la violencia machista contra mujeres, niñes y ancianes.
Tecnología al servicio de las mayorías: pleno empleo y derecho al ocio
El trabajo dentro de las lógicas capitalistas seguirá enriqueciéndose a costa de la explotación de quienes trabajamos. La pandemia evidencia lo obvio, los que generan riquezas y producen no son los empresarios, son las mayorías sociales que trabajan. Mientras los capitalistas manejan el mundo desde la comodidad de sus hogares, amparados por el Estado, promueven sus ganancias en desmedro de la salud mental de les trabajadorxs, presionadxs por la incertidumbre legalizada de los despidos masivos.
En síntesis, queda demostrado que mientras siga gobernando una minoría social concentrada en el poder, no existirá salida posible que garantice derechos básicos como el pleno empleo, el trabajo digno y el derecho a la salud mental y física. Al contrario, utilizan todos los recursos tecnológicos como formas de disciplinamiento en contra de les trabajadorxs, es por esto que planteamos que necesitamos generar un plan integral que ponga el acento sobre la vida en dónde todos los avances de la técnica y la ciencia estén a disposición de ampliar el tiempo libre. En ese sentido, contra la cesantía defendemos el reparto de horas de trabajo para que todxs accedan a él, así también recuperar el derecho al ocio para el desarrollo social y colectivo.