Por C.M, artículo publicado en Alternativa Anticapitalista nº3
La crisis que recorre el mundo y en particular Chile, no es novedad para nadie. Los distintos medios comunicacionales, los partidos del régimen e incluso el propio gobierno, no han podido ponerle paños fríos a una crisis sanitaria que va al alza y a un deterioro económico imparable que directamente atentará en precarizar aun más las condiciones laborales del conjunto de las y los trabajadores junto al pueblo. Por eso, hoy más que nunca debemos discutir qué tipo de sindicalismo debemos construir.
Los distintos medios comunicacionales, los partidos del régimen e incluso el propio gobierno, no han podido ponerle paños fríos a una crisis sanitaria que va en alza y a un deterioro económico imparable que directamente atenta contra las condiciones laborales del conjunto de la clase trabajadora. Por eso, hoy más que nunca, debemos discutir qué tipo de sindicalismo debemos construir.
CUT, de mal en peor
Durante los últimos 30 años de profundización del legado pinochetista, herencia que se traduce en la privatización de los servicios más esenciales y básicos, los partidos del régimen han naturalizado y legalizado la protección de las ganancias capitalistas por sobre nuestros derechos. En el campo del trabajo, se llevó adelante un plan laboral anti-obrero, que flexibilizó y precarizó la vida de las y los trabajadores. El plan laboral significó un retroceso gigantesco en los derechos ganados producto de años de movilización y lucha.
La implementación efectiva de este plan laboral la hemos visto durante estas últimas décadas de profundización de las políticas en beneficio empresarial. Tanto la ex Concertación como la derecha, han sido los principales responsables de llevar adelante reformas laborales que no han hecho más que mantener viva las bases que sustentan el proyecto de José Piñera constituido en años de dictadura.
Sin embargo, toda esta política de profundización de un régimen de miseria y hambruna no hubiese sido posible sin el rol central que juega la burocracia sindical enquistada en la dirección de la CUT (PC). Lxs mismxs que han venido pactando con los distintos gobiernos de turno salarios de hambre a espalda de las y los trabajadores. Esta CUT, que desde el 18 de octubre no ha tenido vergüenza en mostrar lo que es, se convierte en furgón de cola de un régimen de explotación contra nuestra clase. La misma CUT que, en plena rebelión popular, mantuvo un silencio cómplice ante un gobierno criminal y no dio respuestas a un pueblo que reclamaba la huelga general.
La ausencia de la CUT en la lucha y la movilización ha sido historia de años y en estos tiempos de pandemia no ha variado. La situación actual que atraviesa la clase trabajadora chilena es la peor de las últimas décadas. Las cifras de cesantía se acrecientan, disminuyen los salarios y se suspenden los contratos. Todo esto amparado por la Ley de Protección del Empleo que hoy tiene a casi 500 mil trabajadorxs en condición de suspensión o finalización de su contrato laboral. Los embates de esta crisis la están pagando las y los trabajadores ¿la CUT dónde está? En la pasividad, llamando a los empresarios a no “abusar” en tiempos de cuarentena de la ley que contó con votos favorables de su sector. La CUT está en la vereda de la contención y la conciliación.
Necesitamos un sindicalismo para las y los trabajadores.
Si hay algo que dejó en claro la rebelión de octubre, es que las y los trabajadores son conscientes de todos los años de explotación. “No son 30 pesos, son 30 años” puso en jaque a los herederos de la dictadura que se vanagloriaban del “oasis de América Latina”. En este sentido, la pasividad y política de conciliación que han llevado adelante las direcciones del Partido Comunista y también del Frente Amplio en la CUT, Unidad Social, ANEF y el Colegio de Profesores, ya no puede tener espacio. Las y los trabajadores debemos construir alternativa política y sindical.
Se necesita una perspectiva nueva y diferente a estas direcciones políticas que borran la fuerza de la organización de la clase explotada. Esta es la construcción de un sindicalismo democrático, donde sean los espacios de base quienes decidan todo y que lxs dirigentes estén subordinados a las decisiones colectivas, con mandatos revocables si la asamblea les quita su confianza. Que sea de clase, en dónde los intereses a defender no sean los de un grupo de privilegiados dirigentes en acuerdo y diálogo con el empresariado. Al contrario, necesitamos un sindicalismo que ponga el interés colectivo de quienes trabajan como programa de acción. Y que sea combativo, es decir, que el sindicalismo no sea un parche asistencialista, sino una herramienta de intercambio y síntesis entre quienes lo componen, disponiendo la lucha como método, no la conciliación, para lograr los objetivos que se instalen. Así, jugar un rol clave en dónde sea la clase trabajadora un actor protagónico del país que queremos construir.
En tiempos donde se acrecientan los cuestionamientos al sistema capitalista, urgen direcciones que estén en la vereda de las y los trabajadores. La huelga general debe impulsarse en consonancia con la exigencia de la cuarentena total, pero con salarios íntegros garantizados. La paralización inmediata de la producción de los servicios no esenciales es el único que camino para enfrentar una pandemia que no da tregua al país. Estas son nuestras perspectivas como Movimiento Anticapitalista.