El 28 de junio se cumplen 50 años de la histórica rebelión de la comunidad LGBTI de Nueva York, que se enfrentó duramente con la policía y la hizo retroceder. Desde entonces, con la movilización se han conquistado derechos democráticos en buena parte del mundo. El panorama actual y los desafíos.
El bar Stonewall Inn sigue estando en el Greenwich Village, el barrio gay de Manhattan. Por aquella época lo frecuentaban trans, drag-queens, maricas y taxi boys. La cana vivía hostigando y haciendo razzias, hasta que la madrugada del 28 de junio la gente se hartó. Con un par de travas al frente, “las locas” se rebelaron y cientos se fueron sumando al grito de gay power (poder gay). Los choques en la calle duraron varios días y finalmente la policía tuvo que retroceder. A partir de allí, el movimiento LGBTI se organizó, creció y se extendió por los EE.UU. y por casi todo el mundo. Al año siguiente una movilización inauguró las Marchas del Orgullo, que siempre combinan festejo por los triunfos y lucha por los reclamos pendientes.
Desde Stonewall en adelante, los avances en materia de derechos para la diversidad sexual y de género son indiscutibles. Según el último informe anual de la ILGA1, los países que bajo distintas formas legales persiguen y castigan la disidencia sexo-genérica pasaron de 138 en 1969 a 70 en la actualidad: o sea la mitad. Y como entre aquellos países que despenalizaron están las populosas China e India, en medio siglo la población LGBTI del mundo susceptible de criminalización legal se ha reducido del 74% al 27%.
No obstante este avance global, en países como Nigeria, Sudán, Somalia, Yemen, Arabia saudita o Irán la homosexualidad masculina (entre adultos y consentida) todavía puede ser castigada con la pena de muerte, según la versión fundamentalista de la ley islámica (sharia). Lo mismo ocurre en regiones de Afganistán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Mauritania y Pakistán. Asimismo, decenas de otros países castigan la homosexualidad masculina y femenina con prisión.
A su vez, incluso en los países donde se obtuvieron avances jurídicos la vida real presenta no pocos problemas. Por ejemplo, aquí en la Argentina donde con la lucha colectiva logramos leyes de vanguardia a nivel mundial, como las de matrimonio igualitario (2010) e identidad de género (2012), todas las semanas aparece alguna noticia sobre una paliza a un pibe gay, una discriminación a una pareja de lesbianas o, mucho peor, un travesticidio2.
Es que el sistema vigente tanto aquí como en el resto del mundo sigue siendo patriarcal y capitalista, que son dos caras de una misma moneda. A la explotación de la clase trabajadora se suma la opresión de género contra las mujeres y las disidencias3. Los capitalistas se benefician económicamente de esa opresión a través del trabajo doméstico gratuito de la mujer y por eso todas las instituciones sostienen esa desigualdad de poder, que es fuente permanente de prejuicios y de violencia machista. Una de esas instituciones, aún bancada por el Estado argentino, es la Iglesia Católica Apostólica Romana: su rol anti-derechos es similar al de la sharia.
“Varón y hembra los creó”…
Con ese título medieval, hace pocos días se publicó un documento de la Congregación del Vaticano para la Educación Católica. Habla de “respetar a cada persona” y dice que “la sociedad está en deuda con las mujeres” (vaya novedad), pero su eje es atacar la llamada ideología de género porque según ellos “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer”.
Dice ese texto cavernícola: “El clima cultural de nuestro tiempo ha contribuido ciertamente a desestructurar la familia, con la tendencia a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural”.
En concreto, el Papa y la Iglesia vuelven a negar que el género es una construcción (y deconstrucción) social y reafirman el modelo familiar hetero-normativo binario tan funcional al sistema capitalista. Mientras condenan la disidencia, la educación sexual integral, la anticoncepción, el aborto legal y demás derechos, hipócritamente siguen encubriendo a sus curas pedófilos, como los del Instituto Próvolo, en donde abusaban sexualmente de niñas y niños sordos.
Asimilación versus revolución
Tal como ocurre con otros movimientos sociales, si no los pueden derrotar, el sistema capitalista y sus gobiernos buscan desviar y asimilar todo fenómeno socio-político progresivo a fin de neutralizar sus cuestionamientos. Así lo hacen con el feminismo, los derechos humanos o el ecologismo.
De ese modo, apoyándose en sectores de clase alta de la comunidad, cooptan a algunos referentes y aplican políticas gay friendly para disimular la persistencia de la opresión patriarcal. Otro gran ejemplo de pinkwashing (lavado rosa) es el del Estado de Israel, que publicita en todo el mundo su tolerancia hacia el colectivo LGBTI para ocultar su histórica y violenta opresión a la población árabe en general y palestina en particular.
Ante el cincuentenario de Stonewall, la policía de Nueva York acaba de pedir “disculpas” por su actuación represiva de hace medio siglo, la alcaidía organiza festejos oficiales subvencionados por grandes empresas y hasta el propio dinosaurio misógino y homo-odiante Trump “celebra” la “extraordinaria contribución” de la comunidad LGBTI.
Nosotres no buscamos ninguna adaptación a este sistema ni nos conformamos con reformas. Vamos por una verdadera y total liberación sexual y de género, que sólo será posible cuando junto a la clase trabajadora derrotemos en forma revolucionaria este sistema capitalista y patriarcal y lo reemplacemos por la construcción de una sociedad igualitaria y libre de toda explotación y opresión, es decir el socialismo.
Pablo Vasco, Libre Diversidad – MST (Sección argentina LIS-ISL)
1. Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersexuales. Homofobia de Estado 2019.
2. Así como hace un año con la lucha unitaria se consiguió que la justicia considere como travesticidio el asesinato de Diana Sacayán, días atrás en Río Gallegos se logró el cambio de carátula a homicidio agravado por odio a la identidad de género en el asesinato de Marcela Chocobar.
3. A veces coexisten también otras opresiones, como las del imperialismo o el racismo.