Palestina: A 77 años de la Nakba, ya no basta con recordar

El 15 de mayo de 1948 está marcado por la Nakba, la “catástrofe” para el pueblo palestino, que se traduce en la realidad como un proceso de limpieza étnica mediante el cual más de 700.000 palestinos fueron expulsados, mediante violencia[i], de sus propias tierras para dar paso a la creación del Estado de Israel. Este hecho histórico no se trató de un simple conflicto: es la materialización del proyecto colonial sionista, respaldado por las potencias imperialistas, Gran Bretaña y, luego, EE. UU., que buscaba establecer un enclave de dominación en Medio Oriente.

Por Camilo Parada, Movimiento Anticapitalista

Hoy, mientras Israel perpetra un genocidio en Gaza, con más de 50.000 personas asesinadas, la Nakba no es una historia pretérita: es un crimen continuado y sistemático que busca seguir masacrando y desplazando a las poblaciones originarias de Palestina, impedir que se canalice la ayuda humanitaria y destruir la infraestructura palestina. En este sentido, es básico empezar a nombrar las cosas por su nombre: el régimen sionista israelí, no contento con cometer un genocidio, es también un régimen de apartheid, con incesantes campañas de destrucción de poblados palestinos, impunidad frente a las numerosas batidas racistas de colonos judíos, establecimiento de asentamientos ilegales en territorios ocupados, y leyes tales como la de Deportación de Familias de Terroristas, que permite retirar la ciudadanía israelí o la residencia en Jerusalén a familiares de personas detenidas por presunto “apoyo al terrorismo” o condenadas por delitos contra la seguridad, lo que constituye una forma de castigo colectivo; o la Ley de Nacionalidad y Entrada en Israel, que categoriza a las personas según su origen.

Pero no basta con recordar. El ejercicio de memoria, por cierto importante, debe proyectarse siempre hacia una conjugación combinada entre presente y futuro, es decir, escapar al reduccionismo de la derrota. Los desplazamientos forzados que marcan la Nakba, las masacres, la destrucción de aldeas como sustento de la creación del Estado de Israel, no son un hecho aislado ni cristalizado en 1948: son la estrategia misma del sionismo. La Nakba no es solo un evento histórico, sino un proceso continuo de colonialismo de asentamiento, limpieza étnica y lo que el historiador israelí Ilan Pappé denomina «genocidio progresivo», una política sistemática de eliminación gradual del pueblo palestino[ii]

Conmemorar la Nakba es un acto de resistencia contra el olvido que quiere imponer el revisionismo histórico sionista. Desde nuestra perspectiva socialista, debe ser además la reafirmación del derecho inalienable a la autodeterminación, la defensa del derecho del pueblo palestino a existir, y la problematización por una salida basada en una Palestina única, democrática, laica y socialista, como nuestro recordado compañero internacionalista Pablo Vasco desarrolló en múltiples artículos para la Liga Internacional Socialista: una Palestina en sus territorios históricos.[iii]

La construcción de la narrativa sionista pretende que la creación del Estado de Israel fue un “milagro” para un pueblo sin tierra. Omite, por tanto, que esa mitología fundacional está escrita con la sangre del pueblo palestino: con la expulsión violenta de la población nativa, con crímenes de guerra y constantes violaciones a los derechos humanos. Ilan Pappé (historiador judío[iv]) y Walid Khalidi (historiador palestino[v]) reflexionan en sus investigaciones sobre el hecho de que la Nakba fue planificada mediante operaciones militares como el Plan Dalet, que buscaban vaciar Palestina de su población árabe originaria.

La fundación del Estado de Israel pone su primera piedra entre 1947 y 1948, cuando cientos de aldeas y ciudades palestinas fueron destruidas. Ejemplos como los de Haifa, Jaffa y Acre son conocidos por todas y todos, así como la masacre de Deir Yassin en 1948, donde las milicias sionistas asesinaron a más de 100 civiles, sembrando el terror para empujar al pueblo palestino al éxodo.

La Nakba no termina en 1948. Israel continúa con sus políticas de desposesión, que se han acelerado con el gobierno de ultraderecha de Netanyahu, aunque no son únicas de este periodo: ocupación de Cisjordania y Gaza; expansión de asentamientos ilegales; leyes discriminatorias contra ciudadanos palestinos de Israel; bloqueo permanente a Gaza, un verdadero campo de concentración al aire libre, etc.

Como señala Pappé, el «genocidio progresivo» no implica solo matanzas masivas, sino un sistema de apartheid que niega derechos básicos y borra la identidad palestina.

Desde el Movimiento Anticapitalista, sección chilena de la Liga Internacional Socialista, defendemos el derecho de todos los pueblos oprimidos a resistir. La liberación nacional es inseparable de la lucha de clases. Israel no es solo un Estado colonial, sino un brazo armado del imperialismo en Medio Oriente, aliado de EE. UU., Europa y la OTAN.

La autodeterminación palestina no puede reducirse a un «Estado» fragmentado en Cisjordania y Gaza bajo control israelí. Como denuncia el académico Edward Said, los Acuerdos de Oslo (1993) convirtieron a la Autoridad Palestina en un administrador de la ocupación, mientras Israel sigue colonizando tierras.

La verdadera autodeterminación requiere:

  • Fin de la ocupación y desmantelamiento del apartheid.
  • Derecho al retorno de lxs refugiadxs palestinxs (resolución 194 de la ONU).
  • Descolonización del territorio palestino.
  • Libertad de todos los presos políticos, encarcelados en las mazmorras israelíes.
  • Por el desmantelamiento del Estado de Israel.

Ante el fracaso de los «Estados separados» y el apartheid actual, la solución debe ser un único Estado palestino, socialista y democrático, donde musulmanes, judíos y cristianos vivan con igualdad de derechos. Esta visión fue defendida por la OLP en sus orígenes y luego traicionada por la misma organización con los Acuerdos de Oslo. Hoy resurge entre movimientos que defienden el derecho del pueblo palestino a existir, como Boycott, Divestment and Sanctions (BDS).[vi]

Como escribió Mahmoud Darwish: «La ocupación divide a los pueblos, pero la lucha une a los oprimidos».
La Nakba no es el pasado: es el presente. No involucra solamente al pueblo palestino, sino a la humanidad entera y a todos los pueblos que luchan por la emancipación. Cada casa demolida en Jerusalén Este, cada niño asesinado en Gaza, cada ley racista en Israel es la Nakba continuada.

La solidaridad internacionalista con Palestina debe ir más allá de declaraciones: implica boicot al apartheid israelí, apoyo a la resistencia popular y defensa de un horizonte revolucionario: una Palestina libre, democrática, laica y socialista. Y que todas las organizaciones socialistas revolucionarias luchen en sus respectivos países para presionar y exigir a sus gobiernos la ruptura con el Estado genocida.

«No luchamos por morir, luchamos para vivir», nos enseña Leila Khaled.
La memoria de la Nakba es un llamado a la lucha permanente contra el imperialismo y por la liberación de todos los pueblos del mundo.


[i] https://unrwa.es/actualidad/sala-de-prensa/75-aniversario-de-la-nakba-se-cumplen-75-anos-de-la-expulsion-de-palestinos-y-palestinas-de-sus-hogares-aun-sin-solucion-justa-ni-definitiva-a-su-situacion/

[ii] https://claroscuro.unr.edu.ar/index.php/revista/article/view/16/9

[iii] https://lis-isl.org/es/2023/10/unica-laica-no-racista-democratica-y-socialista-palestina-cual-es-la-salida-de-fondo/

[iv] https://www.observatori.org/paises/pais_53/documentos/E_PAPPE.pdf

[v] https://openlibrary.org/works/OL1671353W/All_That_Remains

[vi] https://www.bdsmovement.net/es