Presentación María Emilia Tijoux en el lanzamiento del N° 6 de la revista

Compartimos la presentación de la académica e intelectual María Emilia Tijoux en el lanzamiento del número 6 de la revista Revolución Permanente, publicación política y teórica de la Liga Internacional Socialista. María Emilia Tijoux compartió la mesa junto a Mariano Rosa del MST – FITU de Argentina y Camilo Parada del Movimiento Anticapitalista de Chile.

En el número 6 de Revolución Permanente se abordó el ascenso de la derecha y la tarea de los revolucionarios, lo que permitió, a través de las presentaciones, un nutritivo debate entre los asistentes en la cafetería y librería La Cafebrería que acogió esta iniciativa. Actualmente ya tenemos impreso el número 7 de Revolución Permanente, que lleva el título Medio Oriente al borde del abismo. Ambos números los puedes adquirir escribiéndonos.

A continuación, reproducimos la presentación.


Lanzamiento del N° 6 de la revista:

Revolución permanente en tiempos de ascenso de la ultraderecha. Las tareas de los revolucionarios

María Emilia Tijoux Merino

Muy buenas tardes

Agradezco esta invitación de Camilo Parada para el lanzamiento del número 6 de la revista Revolución permanente en tiempos de ascenso de la ultraderecha. Las tareas de los revolucionarios. La revista invita a la lectura de 11 interesantes artículos que se despliegan desde distintos horizontes de América Latina, Europa del Este, Israel, Francia, Argentina, El Sur de Asia, Ucrania, para dar cuenta de un peligroso escenario ultraderechista donde se manifiestan fenómenos como el fascismo, el racismo y la xenofobia, siempre cobijados por el imperialismo, el capitalismo y el colonialismo. Es reconfortante entrar en lecturas que dicen las cosas por su nombre en tiempos en que los lenguajes se suavizan por temor a perder algo y que inyectan lo que apela a seguir los pasos de una socialdemocracia agonizante o de una ultraderecha que se fortalece.

La crisis que afecta al capitalismo a nivel mundial ha abierto la puerta a la ultraderecha que sube al poder por vía electoral. Ya no son los golpes de estado que conocimos. Hoy llega con un rostro modernizado que despliega distintas estrategias gracias a un maquillaje “democrático” que oculta su trastienda -sin olvidar que no se buscan sus condiciones de producción-, y que ha sido enseñado y aprendido para defender la palabra que se muestra como cursos de historia en tiktok. La ultraderecha ya no es el grupúsculo que conocimos cuando buscaba imponerse con discursos que casi hacían sonreír. Pero nunca debimos burlarnos de aquello pues hoy está muy presente y seguirá dando líneas de vida junto a las tantas derechas que se han radicalizado y han extremado sus posiciones. Alimentada por los miedos, las frustraciones y las precariedades que ella misma generó, la ultraderecha mundial sigue nutriéndose de las crisis. Alejandro Bodart invita a revisar este fenómeno que si bien difiere con el fascismo de la II Guerra Mundial: -lo cito- “si llegara a consolidarse y lograra asestarle derrotas significativas al movimiento obrero, podría evolucionar a formas muy parecidas”. Sus estrategias se despliegan según las características de los países donde se instalan: alianzas con los conservadores; desestabilización del sistema político; diabolización del estado, por ejemplo.

Para esto se precisa fomentar el egoísmo, el repliegue individual, el rechazo de las luchas sociales y de toda forma de solidaridad, y principalmente en una construcción política de “enemigos” donde son las y los migrantes los primeros en dicho objetivo. Con estos propósitos en acción se construye una “contracultura” que toma distintos aspectos según la sociedad donde se ejerza para que brillen la identidad nacional, el amor incondicional a la patria y a distintas religiones cuyas múltiples iglesias -no lo olvidemos-, se instalaron durante las dictaduras. Las ideas fuerza de la ultraderecha las hemos abordado en nuestros trabajos cuando buscamos desentrañar al racismo en Chile: prohibición y persecución de la migración -cuestión imposible cuando hay una mano de obra barata y requerida- al mismo tiempo que la gente escapa de distintos países a persecuciones pobrezas o guerras, donde los migrantes son expuestos como culpables de todos los males de las sociedades: robo del trabajo, de los derechos sociales, de cupos en la educación, en la salud, además de ser considerados responsables del deterioro de la calidad de vida como del “desmejoramiento” de las razas. A la seguridad, otra de estas ideas fuerza que implica mano dura, militarización, represión, leyes; se suma la corrupción que rápidamente se asocia a la clase política (la casta) y al estado.

Pero preguntarse por su ascenso también preguntarse por nuestras propias fallas ante un auge atado a la crisis del proyecto capitalista y a lo que han sido los fracasos de los gobiernos, pero también a lo que han traído consigo y que como se dice de entrada en la revista: “le allanan el camino a la extrema derecha que se postula como distinta a la vieja política y capitaliza el malestar social”. Pero nada sacamos con llorar o sacar cuentas tristes de estos avances o con analizar textos o posturas que producen largas discusiones cada vez más alejadas de las necesidades y las urgencias de los pueblos. Y entre esas urgencias la más apremiante de todas es la que hoy vive Palestina. Y para pensarla hay que detenerse en el fascismo de Israel que Pablo Vasco presenta para mostrar al imperialismo, el militarismo, el racismo y el totalitarismo en acción, pero también a la “ficción racial” de la salida de dos estados cuando el sionismo despoja de humanidad y se refiere a los palestinos como subhumanos, al igual que eran considerados los judíos para los nazis.

Desde una matriz estatal fascista se agregaron las crisis que alimentó a la ultraderecha israelí pro-sionista ante lo cual la única salida es la revolución socialista. Que la barbarie se está desplegando no cabe duda, a pesar de que sepamos que la ideología de esta ultraderecha finalmente sea muy simple: conservar y preservar: la raza, la nación y la civilización del “bárbaro” que llega, el que está por llegar o que ya ha llegó para amenazar diversos valores ancestrales -el trabajo, la familia, la religión, la patria- o cualquier orden establecido. Las ideas reaccionarias y mortíferas de negación de la humanidad están en aumento, pero ante esta debacle está claro que la alternativa solo puede ser anticapitalista y revolucionaria. Porque no debemos olvidar que el vencedor reconstruye la historia desde el zócalo de su poder para enseñarla y promoverla y la necesidad de olvidar le conduce al arte de la deformación histórica para organizar su pluma y sus armas y así borrar la presencia del vencido. Y cuando se escribe sobre los vencidos se les presenta como víctimas, algo que los luchadores nunca desean y que los palestinos jamás han deseado. Es desde el espanto que necesitamos estudiar la historia de Palestina, pues es solo ahora, cuando hay un exterminio contra toda su población, que hemos comenzado a recorrer páginas que debíamos haber recorrido antes.

Ernesto Guevara citaba a menudo a Martí en sus discursos: “Todo ser humano verdadero debe sentir en su rostro el golpe dado al rostro de otro ser humano”, para referirse a la lucha por la dignidad, principio ético que inspiró todas sus acciones. Porque derrotar al imperialismo implica un proyecto emancipador que solo es posible uniendo los combates que rompan las cadenas coloniales y la condición de miseria desde una ruta donde todo está comprometido. No podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de la gente en otras partes del mundo, pues como el Che bien decía, toda victoria contra el imperialismo es una victoria más para nosotros y por eso veía a la práctica del internacionalismo proletario más que como un deber de los pueblos que luchan por un futuro mejor, como una necesidad inevitable porque siempre pensó a la revolución como una tarea inevitable. La lucha palestina nos conduce al testamento político de Guevara y al significado histórico que tiene su Mensaje a la tricontinental de crear “uno, dos, tres, muchos Vietnam”, cuando analizaba las peligrosas tendencias de un mundo donde se desplegaban las luchas de liberación nacional.

Hoy es urgente tomar en cuenta el lugar que tiene el internacionalismo en la lucha palestina, más todavía cuando la lejanía geográfica no solo supone la lejanía física sino también política, como si el genocidio no nos pudiera tocar, como si su crueldad solo existiera en los videos que despliegan tanta muerte. Porque la soberanía tan buscada se puede definir como el derecho de matar al que alude Mbembe (2006) porque en ella está la fusión total de la guerra, de la política y del racismo, una fusión característica del estado nazi para quien la existencia del Otro atenta contra la vida. Hasta aquí y cuando se trata del estado nazi parece que las sociedades se estremecieran y vemos como algo incomprensible el que estos hechos crueles se repitan con el trabajo brutal de quien fuera avasallado. Se trata de matar, de aniquilar, de exterminar al Otro carente de humanidad que hace peligrar al Yo o al nosotros siempre superior. Cuando el necropoder combina las políticas de muerte con lo biopolítico y lo disciplinario, vemos de lo que es capaz un estado colonial. La ocupación de Gaza exhibe el terror expresado en la violencia para impedir la vida, destruir la cultura y exterminar gracias a una máquina de guerra capturada por el aparato capitalista. Pero siempre hay resistencia, porque siempre hay un deseo de revolución alojado en los jóvenes palestinos.

Revolución permanente y resistencia

La resistencia en este “aire de los tiempos” como señalaba Daniel Bensaïd sigue siendo central a pesar de todos los obstáculos que podemos encontrar para nombrar a la revolución, entendida como una palabra que en más de una ocasión se ha vaciado de su potencia. Pero la revolución sigue siendo el signo del compromiso en una sociedad que cada día manifiesta más signos de barbarie, pero también de la dificultad que implica seguir estando comprometido o comprometida cuando han sido tantas las esperanzas que se han desarmado. Pensar en la revolución es seguir apretando los puños de la vida en este siglo repleto de barbarie. Porque seguimos buscando cuidadosamente cada día continuar con Marx y nunca sin él, y comenzar de nuevo porque el camino recorrido no ha llegado a su fin y no lo hemos recorrido entero. Los días que vivimos no son aquellos en que la revolución parecía estar tan cerca al punto que no era extraño escuchar que podía estar acompañado de la muerte. “Revolución o muerte” parecía ser el camino que íbamos a seguir pues dar la vida implicaba estar en el mundo y cuando la revuelta no bastaba había que luchar, entonces enfrentar al enemigo era la regla. Eran tiempos en que “la historia nos mordía la nuca”. Cuando la revuelta era el inicio que permitía ver que la indignación tomaba cuerpo y nos llenaba y nos emocionaba para invadir la existencia al punto de no pensar en la muerte como un problema.

Ahora vivimos tiempos de vueltas de chaquetas, de grandes y pequeñas traiciones y de múltiples mentiras que se acumulan y banalizan hasta surgir como verdades y logra que funciones el olvido de las revoluciones y de los revolucionarios Un olvido que se construye con las astucias de quienes ganan gracias a las luchas y los sufrimientos de los pueblos. Pero igual seguimos. Porque la revolución puede seguir llena de una utopía feliz que aunque hoy parezca cubrirse con sombrías vestimentas, sigue remando en la resistencia, entendida este como un acto que debe darse no solo como tarea pendiente sino como tarea de hoy para que de algo sirva a quienes sigan la ruta revolucionaria mañana. Los vencidos de antes siempre llegan para remecernos de tanta pereza logrando que la historia consiga que se les haga justicia. Están los asesinados, los desaparecidos y los que han muertos en la desolación sin haber logrado hacer de la tristeza y de la rabia una bandera de lucha. Y están los que estando vivos surgen como si estuvieran muertos por el hambre, la pobreza o el abandono. Nos preguntamos entonces sobre lo que debemos o podemos hacer cuando estamos cruzados por miles de anuncios sobre el fin de las luchas revolucionarias.

Hay que examinar como esta inmensa crisis política proveniente de los efectos de las políticas de privatización, de la precarización en todos los ámbitos de la vida y de la desposesión a la que refería Rosa Luxemburgo, que han profundizado la crisis de un proyecto neoliberal repleto de promesas por liberar a los individuos de todo lo que les impida realizarse, mostrándose “creativos”, “emprendedores”, “dueños de sí” para hacer parte de un imaginario individualista productivista y mercantil que ha degradado todo hasta dejar al estado al servicio de la lógica de la ganancia. La fuerza ideológica del fascismo llega para defender el orden y como promesa de un orden nuevo para quienes sientan y piensen que han sido desposeídos o se sienten amenazados de serlo. No olvidemos como se desató el fascismo histórico y donde y gracias a quien se mantuvo. El fascismo mantiene o solidifica el orden social asegurando una suerte de renovación hegemónica del capitalismo. Entonces el uso de la fuerza y de toda su violencia (como ocurre en el Wallmapu) será el deseo cumplido de salvaguardar a una comunidad concebida de modo etnoracial. Los enemigos son los movimientos sociales y las migraciones que atacan a los verdaderos nacionales de todos los rincones del mundo.

Que la revolución es permanente qué duda cabe cuando hay prisioneros y prisioneras políticas en distintas cárceles del mundo que nos conducen a pensar en el internacionalismo como lo primero a considerar si pensamos en las tantas tareas que tenemos por delante. El socialismo o barbarie que nos lleva a pensar en Rosa Luxemburgo es acción y es emoción, es sentir como el cuerpo se estremece ante toda injusticia. En fragmentos de una carta de la prisión que Rosa le enviaba a Sophie Liebknecht el 24 de diciembre de 1917, decía:

“es mi tercera navidad en la cárcel pero no tomen eso a lo trágico. Yo, estoy calmada y serena como siempre (…) y estoy aquí, sola, inmóvil, silenciosa, envuelta en el espesor negro de las tinieblas, del aburrimiento, de la detención, del invierno. Y sin embargo mi corazón late con una felicidad interior desconocida, incomprensible, como si caminara en una pradera de flores, bajo la luz brillante del sol. Y en la oscuridad le sonrío a la vida. Creo que el secreto de esta felicidad no más que la vida misma, si sabemos mirarla bien”.

Fue un 15 de enero que es detenida a eso de las nueve de la noche. Se dice que Rosa llenó una pequeña maleta y tomó algunos libros, pensando que nuevamente iría a la cárcel. Pero el gobierno de Noske la deja junto a Karl en las manos del “Kreikorps”, el cuerpo paramilitar de los combatientes del Kaiser. Apenas salieron del hotel Eden, los dirigentes espartaquistas son golpeados en la cabeza, arrastrados y asesinados. El cuerpo de Rosa es lanzado al rio en el puente de Landwehr. Solo encontraran sus restos cinco meses después con su rostro completamente desfigurado.

En realidad no se bien cuáles son las tareas de los revolucionarios porque imagino un inmenso listado que para nosotros comenzó hace mucho tiempo pero que aún sigue pendiente. Quizás vale preguntarse por las tácticas y por las estrategias si estamos hablando de una revolución permanente. Puedo si decir que el desafío es grande cuando todavía hay tantos desacuerdos entre los revolucionarios mismos y es tan complejo superarlos. Pero considero que el internacionalismo proletario es indispensable cuando quien sufre cerca o lejos a causa del capitalismo precisa que nos pongamos de acuerdo, aunque la revolución siga siendo un gran enigma si pensamos en como las clases explotadas económicamente y dominadas políticamente podrían enfrentar a una burguesía que tiene todos los poderes, ¿es posible la transformación revolucionaria de la sociedad? ¿podemos pensar en una refundación estratégica? ¿Qué lecciones podemos sacar de las revoluciones triunfantes y derrotadas del siglo XX? Por ahora invito a que sigamos siendo testarudos.