Se aproximan las elecciones para gobernadores, cores, alcaldes y concejales que se darán este 26 y 27 de octubre. El telón de fondo es una crisis de la institucionalidad y sus representantes. A 5 años de la rebelión, se postulan los mismos de siempre. Nuestra posición y propuestas.
Por Movimiento Anticapitalista
Entre crisis: una elecciones entre los mismos de siempre y otros peores
El vínculo de la corrupción político-empresarial, que se manifestó en la caja de Pandora del “Caso Audios”, desembocó en una de las mayores crisis de la representación institucional desde el retorno a la democracia. Sin duda, el fuerte movimiento telúrico sigue registrando réplicas, y la onda expansiva aún está por verse en su magnitud. Las elecciones que enfrentaremos se desarrollan en este contexto, donde se medirá un capítulo con el conteo de los votos.
Tras la filtración de los audios del abogado y exasesor del gobierno de Piñera, Luis Hermosilla, se evidenciaron los nexos entre la casta política y el negocio del gran capital. La oficina de Hermosilla funcionaba como el engranaje de las negociaciones tras bambalinas y con maletín en la mesa de los llamados casos VIP de la política, en un entramado que involucraba al poder judicial, la fiscalía y los partidos burgueses. Entre sus filas se encontraba un bastión de la derecha clásica: Andrés Chadwick, primo de Piñera y exministro.
El impacto fue contundente: Chadwick renunció a la UDI, la ministra de la Corte Suprema, Ángela Vivanco, enfrentó acusaciones constitucionales, y Luis Hermosilla terminó en prisión. Lo que se denomina tráfico de influencias es la expresión más evidente de la democracia burguesa: el poder económico y político está en manos de unos pocos, garantía de impunidad y privilegios.
Y la situación no terminó ahí para los partidos tradicionales. El hasta entonces subsecretario del Interior de Gabriel Boric, Manuel Monsalve, fue denunciado por violación sexual. Aprovechando su posición de poder intervino directamente en la denuncia, lo que provocó una crisis en el gobierno debido a la influencia política en los organismos de justicia. Según informa la prensa, Monsalve convocó a la jefa de inteligencia policial, Cristina Vilches, a La Moneda 18 días después de los hechos, durante los cuales la PDI llevó a cabo una serie de acciones negligentes que hoy son investigadas como obstrucción a la justicia.
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No son hechos aislados. No se trata solo de Hermosilla, Chadwick o Monsalve; es un sistema con sus instituciones que fomenta privilegios de diversas índoles e impunidad. A nivel económico, los representantes políticos y de la casta judicial perciben sueldos millonarios, estableciendo una relación directa entre los partidos tradicionales, los cargos políticos y el gran capital. En otras palabras, representan intereses específicos que van en contra de la más mínima democracia.
La rebelión de 2019 impugnó las bases del sistema y sus representantes. Es evidente que el hastío hacia ellos suma antecedentes, pero la disputa es aprovechada por oportunistas de derecha para desviar la responsabilidad política y social hacia discursos reaccionarios. No es novedad que discursos “anticasta” o “antipolítica” resuenen en tiempos de campaña, al mismo tiempo que la agenda se ve marcada por la crisis de seguridad en el país que fomenta la prensa en función de más xenofobia y represión. Esto sugiere un aprovechamiento coyuntural de la extrema derecha, dado la falta de alternativas políticas de izquierda anticapitalista en la papeleta electoral que proponga salidas de fondo.
Sin alternativa en las papeletas, la tarea es organizar el descontento para transformarlo en propuesta de izquierda y anticapitalista
El 26 y 27 de octubre en la papeleta electoral estarán los representantes de los partidos tradicionales que han administrado esta democracia al servicio de los intereses del 1%. El Frente Amplio y el Partido Comunista, ahora en el gobierno, reeditan la Concertación, tanto en los cargos clave del ejecutivo como en las elecciones, a través del Pacto Contigo Chile Mejor, un acuerdo entre los partidos históricos del régimen político de los 30 años, como la reaccionaria Democracia Cristiana. No hay novedad: los administradores del Chile neoliberal, que han compartido la alternancia en el gobierno se postulan. La derecha tradicional se presentan junto al pacto Chile Vamos.
El voto obligatorio, reinstaurado tras la rebelión, busca legitimar las votaciones en un contexto de profunda crisis institucional, donde los bloques centrales del bipartidismo tienen una ventaja gracias a sus millonarias campañas y a la garantía que ofrecen al gran capital. Sin embargo, en un contexto de incertidumbre, las apuestas de la burguesía no se limitan. Así, la ultraderecha, a través del Partido Republicano, una vez más no forma una alianza con Chile Vamos, intentando disputar la dirección de este bloque político que representa al pinochetismo.
En los movimientos sociales y en la izquierda no se ha abordado un debate que proponga ideas de fondo y radicales que ofrezcan una salida para las y los trabajadores y los pueblos. Esto demuestra la necesidad de superar el escepticismo que prevalece en muchas organizaciones, que a su vez se manifiesta en sectarismo en algunos casos y en oportunismo en otros, como dos caras de una misma moneda. Este enfoque se basa en la autoconstrucción y en la suma de uno que otro candidato, sin generar una perspectiva amplia ni un programa sólido que permita construir una verdadera alternativa política desde abajo y contra el 1% que nos gobierna.
Es por eso que en estas elecciones no existe alternativa en las papeletas, y la tarea es organizar el descontento contra la casta descompuesta y el gran capital. Debemos impulsar una herramienta política completamente distinta a los partidos tradicionales, donde no existan privilegios de ningún tipo. Y que no tema proponer ideas de fondo para dar vuelta esta democracia de ricos: que todo cargo político deba vivir en condiciones materiales similares a las de las mayorías que dependen de su trabajo. En otras palabras, que todos los funcionarios políticos y judiciales ganen lo mismo que una profesora; que se eliminen todo tipo de privilegios; que todos los cargos sean elegidos democráticamente y puedan ser removidos; que todos los funcionarios políticos tengan la obligatoriedad de educar a sus hijos en la escuela pública y de atenderse, junto a sus familias, en el hospital público; y que se anulen los fueros parlamentarios.
En síntesis, la tarea es sumar y organizar, salir de la resistencia y pasar a la propuesta. El desafío es doble: por un lado, enfrentar la profundización neoliberal del gobierno de Boric, y por otro, frenar a la ultraderecha que se presenta en la crisis con falsas banderas. Por esta razón, a partir de estas ideas y de las que impuso el pueblo en las calles, invitamos a discutir lo que nos hizo falta durante la rebelión: una verdadera alternativa revolucionaria, de izquierda y anticapitalista para transformar todo.