Por Joaquín Araneda, Movimiento Anticapitalista
Estamos a poco más de un mes para el plebiscito por el cambio constitucional, los partidos del pacto formulan y fijan las fronteras de lo posible. La izquierda anticapitalista necesita jugar un rol. Antiguos debates se reactualizan, septiembre y nuestra historia nos permite repasar el pasado para trazar la acción en el presente.
El antiguo laberinto del reformismo
La vía chilena al socialismo cristalizaba en sus consideraciones respecto al tránsito hacia el socialismo un viejo debate que pareciera no acabarse. El repaso nos remonta a 1899 con el dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán (SDP), Eduard Bernstein, que plasmaba en su libro Evolutuinary Socialism el revisionismo al marxismo, tomando los principales postulados de Marx para profundizar una critica a sus ideas, afirmando que el capitalismo era un sistema que al contener “medios de adaptación” puede superar sus contradicciones y tender a la estabilización por sus propios mecanismos, es decir, en vez de promover las crisis como forma inherente del capital, este superaría dichas contradicciones, por lo tanto habría que eludir la confrontación revolucionaria y en consecuencia, el rol de las y los socialistas era la lucha por reformas a través de la participación en sindicatos. Según Berstein esta ecuación nos llevaría paulatinamente al socialismo.
Aquel debate fue un eje durante la Segunda Internacional, la contraparte fue una contundente respuesta teórica y política por Rosa Luxemburgo en Reforma o Revolución (1899), impugnando la revisión de Berstein. Demostrando que el sistema de créditos en el capital, en vez de generar elementos estabilizadores, tenderían al desorden y serían proclives a crisis cada vez más profundas. A la luz de los actuales acontecimientos hemos visto como desde el 2008, con la continuidad de la crisis hasta la actualidad, tiene relación directa con los elementos que desarrolló Rosa Luxemburgo, ya que la relocalización de capitales en las esferas ficticias, es una respuesta a la búsqueda de nuevos focos de rentabilidad, diagrama de la creciente desestabilidad del capitalismo como tendencia histórica. Luxemburgo fue clara al plantear que previo a un colapso existen momentos de extrema acumulación, esta vez en deudas, que lejos de ser un medio estabilizador del capital es constitutivo del desarrollo de fases cada vez más críticas, en continuidad con las ideas de Marx.
Pero el debate iba más allá, sin desestimar las reformas como plataforma de acción en la lucha revolucionaria, Rosa debatía con Berstein sobre el carácter de aquella reforma, ya que sí fortalecía al capitalismo, aún incluso otorgando un redito a la clase trabajadora, esta eventualmente desviaría los objetivos de la construcción del socialismo. Así lo expresaba en medio del debate: “Las personas que se pronuncian a favor del método de reforma legislativa vigente y en contraposición a la conquista del poder político y la revolución social, realmente no eligen un camino más tranquilo y más lento hacía el mismo objetivo, sino un objetivo diferente”[i].
Aquella polémica más tarde fue tomando un nuevo rumbo en el SPD alemán, que incluso podemos identificar en nuestros días. El principal teórico marxista de la época, Karl Kaustky, quien compartiría en un primer momento la tribuna contra el revisionismo de Bernstein, fue cambiando de posición al expresar las tendencias pequeñas burguesas y parlamentaristas de la socialdemocracia alemana, hasta que abrió en 1910 un debate sobre el rol de las huelgas en medio de intensas luchas de la clase obrera alemana. Luxemburgo planteaba que la demostración de fuerza que se comenzaba a ver a partir de este método de lucha era una manifestación parcial de la lucha socialista en general, entonces el SPD tenía que agitar la huelga de masas para profundizar la movilización. Aunque por su parte, Kaustky, planteaba una oposición conservadora que infería la estrategia que debía seguir el SPD en la lucha contra el capitalismo a través de una estrategia de desgaste, que en otras palabras significa una superación gradualista a partir de la acumulación de fuerza por parte de las y los socialistas en el terreno electoral y a nivel institucional, es más, polemizando con Rosa, planteaba su posición aludiendo a las guerras modernas: “En la estrategia de desgaste, por el contrario, su jefe evita todo combate decisivo: busca mantener al ejército enemigo en una constante alerta por medio de maniobras de todo tipo, sin darle oportunidad de estimular a sus tropas a través de triunfos[ii], es decir que los socialdemócratas no se debían inmiscuir en las huelgas, el nuevo terreno para las y los socialista era el parlamento burgués.
Retomamos estos debates de principio del siglo pasado para plantear que en la historia del movimiento socialista a nivel internacional se han puesto en tensión más de una vez estas teorías y que lejos de un mero acontecimiento anecdóticos, han ido marcando hechos transcendentales y trágicos en el desarrollo del movimiento obrero.
Fue así que en 1914 con el estallido de la 1º guerra mundial como consecuencia de la búsqueda de nuevos territorios de acumulación de las potencias capitalistas en disputa, se reafirmaban las posiciones de Luxemburgo, en primer lugar, el capitalismo demostraba de forma abrupta lo equivocado de las definiciones que promovía Bernstein sobre la tendencia a la estabilidad del sistema y en segundo lugar, el sueño reformista de avance gradual por vía de las instituciones de la democracia burguesa para ganar correlación de fuerzas, como lo entablaba Kaustky, chocaba con los propios intereses de un Estado capitalista, dinámica que profundizó la adaptación de la socialdemocracia para poder concebirse en los límites del parlamentarismo, ya que de otra forma hubiera sellado un distanciamiento con la legalidad vigente que iba hacía la guerra con afanes imperialistas. Lamentablemente la mayoría de los parlamentarios del SDP se coronaban con los votos a los créditos de guerra agitando el nacionalismo y apoyando a las burguesías locales. La Segunda Internacional firmaba su traición, se asesinaba a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, por tanto, era urgente una nueva organización.
A 50 años de la UP. Allende sin muchas novedades
Al atravesar una primera aproximación de lo que fue el revisionismo en el SDP alemán nos permite situar el debate histórico sobre el quehacer y las vías de la transformación social. Estas definiciones fueron dando forma a la Segunda Internacional de pos guerra y construyeron a las ideas de los Partidos Socialistas del mundo y lo que fuimos conociendo como socialdemocracia.
Al retomar el proceso de los 70’ en nuestro país se expresan estas concepciones políticas y estratégicas de la izquierda chilena. Los limites de la vía pacifica como una conceptualización no tan novedosa en el contexto de la historia del reformismo. Salir del sacrilegio y misticismo de la figura de la UP es una necesidad, pues el devenir del golpe está intrínsecamente ligado a las definiciones gradualistas e institucionalista del conglomerado dirigido por el PS y el PC. La historia a 50 años antes de este momento ya contenía antecedentes de las consecuencias de la utopía de la vía pacifica al socialismo o, en otras palabras, de la estrategia de desgaste en fórmula de Kaustky.
La vía chilena al socialismo no fue tan novedosa como planteamiento teórico, es más, se había transformado en la definición de la socialdemocracia y en otra dinamica, de los Partidos Comunistas del mundo bajo las ordenes de Stalin. Esta experiencia de los 70’ que nacía en Chile era similar en composición a los frentes populares que promovía el stalinismo al constituir conglomerados con los partidos burgueses progresistas y nacionalistas, frentes de conciliación de clases. Lo considerablemente distinto de la UP fue que era comandada por el PS y el PC, mientras que los partidos de extracción burguesa eran menores. Allende en 1970 triunfaba por vía electoral en un mar de polarización social que fuera motorizado por la revolución cubana en Latinoamérica y el mayo francés en Europa.
El programa de Allende era profundamente progresivo y estaba sostenido por un amplio apoyo de las masas obreras y populares, un proyecto y una experiencia política que sin duda alguna fueron positivas para las mayorías sociales. La nacionalización de cobre, la reforma agraria y el paso de ciertas empresas al área social, aunque su programa se vio profundamente limitado por el plan para llevarlo a cabo, la vía pacífica en los parámetros de la institucionalidad burguesa, semejante a las posiciones de los socialdemócratas alemanes de inicio de siglo. Así lo podemos ver en palabras de Allende en su primer discurso ante el parlamento: “Los escépticos y los catastrofistas dirán que no es posible. Dirán que un Parlamento que tan bien sirvió a las clases dominantes es incapaz de transfigurarse para llegar a ser el Parlamento del Pueblo chileno. Aún más, enfáticamente han dicho que las Fuerzas Armadas y Carabineros, hasta ahora sostén del orden institucional que superaremos, no aceptarían garantizar la voluntad popular decidida a edificar el socialismo en nuestro país. Olvidan la conciencia patriótica de nuestras Fuerzas Armadas y de Carabineros, su tradición profesional y su sometimiento al poder civil […] Por mi parte declaro, señores miembros del Congreso Nacional, que, fundándose esta institución en el voto popular, nada en su naturaleza misma le impide renovarse para convertirse de hecho en el Parlamento del pueblo. Y afirmo que las Fuerzas Armadas chilenas y el Cuerpo de Carabineros, guardando fidelidad a su deber y a su tradición de no interferir en el proceso político, serán el respaldo de una ordenación social que corresponda a la voluntad popular expresada en los términos que la Constitución establezca.”[iii]
Dicha perspectiva chocó con intereses contrapuestos y entró en juego la restringida idea de la confianza en el dialogo con las fuerzas armadas y sectores de la burguesía local. El año 1972 fue clave para esclarecer el mapa, ya que se puso a prueba hasta dónde podía permitir la burguesía nacional y el imperialismo las medidas que impulsaba el gobierno de la UP. Comenzó desde Estados Unidos la devaluación del cobre conllevando a una inflación monumental, mientras que la patronal orientaba el desabastecimiento, además en las calles la derecha tenía lugar con los cacerolazos. Contra todo pronostico, la reacción animó al sujeto clave de toda transformación revolucionaria, la clase trabajadora, la cual se hizo parte de la batalla de la producción al tomar control de las empresas y detener el lock out patronal de octubre del 72, en esa confrontación de intereses antagónicos fueron naciendo espacios de autodeterminación de las y los trabajadores, los cordones industriales, que además de derrotar la amenaza de la derecha y de la DC ocupando las fabricas para mantener sus funciones, también avanzaban en los espacios de coordinación y auto organización, originándose gérmenes de un poder dual, resorte para un salto revolucionario al socialismo. Era la posible nueva institucionalidad democrática.
El Partido Comunista y Allende, temerosos por la escalada de confrontación de la lucha de clases, en vez de apoyarse en las instancias populares y de la clase trabajadora para aplastar a la reacción, fueron cediendo constantemente a las presiones de la derecha, es así que frenó las expropiaciones, avanzó la ley de regularización de armas interviniendo los cordones, mientras que incluía a las fuerzas represivas al gobierno, entre ellos a Pinochet. La dicotomía que Rosa Luxemburgo había planteado en 1899 sobre reforma o revolución, se reformulaba en revolución o contrarrevolución, el resultado lo conocemos: años de terror a manos del estado, la oscura aventura empeñada por el neoliberalismo y la profunda desarticulación del movimiento obrero y popular.
Una ejemplificación de la utopía de Allende es que el 22 de agosto del 73 escribiría al golpista de la DC, Patricio Aylwin, una carta que expresaba “Quiero proponerle una solución concreta que concilie las posiciones jurídico-constitucionales del PDC y del Gobierno, sin que las de ustedes se impongan sobre las nuestras, ni viceversa”[iv], mientras que el 05 de septiembre de 1973, los Cordones Industriales escribirían: “Los trabajadores sentimos una honda frustración y desaliento cuando su Presidente, su Gobierno, sus partidos, sus organizaciones, les dan una y otra vez la orden de replegarse en vez de la voz de avanzar. Nosotros exigimos que no sólo se nos informe, sino que también se nos consulte sobre las decisiones, que al fin y al cabo son definitorias para nuestro destino”.[v]
El 11 de septiembre se produce el golpe, Aylwin dirá a menos de una semana del bombardea a La Moneda, “El gobierno de Allende había agotado, en el mayor fracaso, la ‘vía chilena hacia el socialismo’, y se aprestaba a consumar un autogolpe para instaurar por la fuerza la dictadura Comunista”[vi].
En 1990 se consuma la transición pactada a la democracia, Aylwin se transforma en presidente de Chile y junto a la Concertación gobiernan la gerencia del neoliberalismo por décadas mientras que la impunidad se transforma en política de Estado. Esta noción remonta a una de las ideas principales de la Revolución Permanente de Trotsky, cuando una revolución no avanza se estanca y puede dar marcha atrás, propiciando también herramientas a la contrarrevolución, Chile es lamentablemente una fotografía de aquel relato. En la actualidad el PS es administrador del capital, mientras que el PC es un sostén central en contener la movilización social. Es por eso que las lecciones del rol que ha jugado la socialdemocracia y el reformismo son fundamentales para las tareas del presente, sobre todo porque viejos actores se renuevan en sembrar falsas ilusiones.
La izquierda hoy, táctica y estrategia. Las elecciones y la constituyente
El 18 de octubre rompió la estabilidad capitalista del país que se impuso a sangre luego del fracaso de la vía chilena al socialismo. Una fuerza social que amplificó los ánimos de lucha y realizó una experiencia social y política que cuestionó todo los pilares de acumulación del modelo chileno, aunque dicha gesta revolucionaria chocó con las perspectivas recicladas del reformismo, el Frente Amplio pactó con la derecha, aireando a un gobierno que estaba por el suelo, mientras que el Partido Comunista desmontó la posibilidad de una huelga general que diera paso a las demandas de las calles, así se tejió el Pacto Por la Paz y la Nueva Constitución que implica la impunidad a las violaciones de derechos humanos y un cambio constitucional limitado, aunque muy celebrado por el PC y el FA.
Es por eso que el debate se renueva y hoy comenzamos a escuchar en diversas asambleas “hay que apoyar lo menos malo” y las tendencias a la adaptación canalizan la fuerza radical que experimentaron las calles. Se puede resumir así: el Pacto es malo, aunque es lo que hay, debemos apoyar la convención constitucional y evitar que la derecha se fortalezca. Aquel razonamiento se escucha desde el PC hasta sectores que se reivindican anticapitalistas y libertarios.
Este debate no es secundario, es fundamental. Ya que estamos atravesando una coyuntura marcada por el cronograma electoral, comenzando por el proceso constituyente. El plebiscito en octubre y la posterior elección de constituyentes en su naturaleza está la desmovilización. Por lo tanto, dar una respuesta desde la izquierda anticapitalista es central, intervenir desde una política revolucionaria implica no sólo alejarse de las concepciones malmenoristas, sino que además de la abstención estéril que facilita la recomposición reformista sin disputa.
Entonces el repaso histórico invita a reforzar el debate en la actualidad e impulsar una política que no tema a decir las verdades incomodas sobre el proceso, partiendo por la denuncia del PC y del FA como artífices de un cambio constitucional a medida de la derecha. Mientras que no podemos confinarnos en el estrecho horizonte electoralero que estratégicamente tiende a fortalecer las instituciones burguesas y la “trampa” del Pacto. Vale decir, hay que utilizar de forma táctica las plataformas que nos permite la democracia, agitar el programa de la revolución que impuso la gente en las calles, promover la Asamblea Constituyente Libre, Soberana, Democrática y Plurinacional que hace falta en oposición a la Convención Constitucional, obvio impulsando la movilización y la autoorganización social. Una política independiente a los partidos de los 30 años y sus nuevos socios como un punto de partida para reorganizar de forma unitaria a la izquierda anticapitalista en el país.
En otras palabras, no podemos rechazar las tácticas en el uso de las elecciones y del propio Congreso, sobre todo en el proceso constituyente que estará ligado a una alta politización social, es por eso que la explicación paciente de sus límites y la construcción de una herramienta política que tenga la estrategia insurreccional para la toma del poder es una tarea a asumir desde la izquierda radical, es por eso que impulsamos el Movimiento Anticapitalista e invitamos a todas y todos a sumarse, porque en primer lugar al capitalismo se le destruye para construir el socialismo y eso requiere una fuerza concentrada en militancia que no tema en enfrentar en las calles a la derecha, ya que la ilusión democrática tiende a perderse desde la burguesía cuando sus intereses entran en juego, así el 73, así las violaciones de derechos humanos en la rebelión.
[i] Rosa Luxemburgo. (1899). Reforma o Revolución
[ii] Kautsky, Karl, “¿Y ahora qué?”, en Parvus, Alexander; Mehring, Franz; Luxemburgo, Rosa y otros, Debate sobre la huelga de masas
[iii] Discurso ante el Congreso de la República, 21 de mayo de 1971
[iv] Carta del Presidente Salvador Allende al Presidente del Partido Demócrata Cristiano, 23 de agosto de 1973
[v] Carta de los cordones industriales a Salvador Allende, 5 de septiembre de 1973
[vi] Entrevista a Aylwin en 1973 luego del golpe militar