A vísperas del plebiscito y en medio de la crisis más profunda en 90 años, no podemos dejar a los mismos de siempre decidir por la inmensa mayoría. Hace falta avanzar en una alternativa independiente a quienes han estado en el poder, no podemos delegar nuestras fuerzas a los partidos del Pacto. Impulsemos un comando por la asamblea constituyente libre, soberana, democrática y plurinacional que promueva el programa de la revolución.
Escribimos estas líneas al conjunto de las organizaciones políticas que se reivindican anticapitalistas, a las organizaciones sociales, feministas y ambientales, a las asambleas territoriales, a la juventud y las y los trabajadores que hemos estado en las calles.
Venimos siendo parte de un proceso que cuestionó todo el armazón del capitalismo neoliberal chileno, una verdadera revolución que constituyó las instancias más democráticas de participación social, asambleas y cabildos, en donde se ha discutido la necesidad de impulsar una Asamblea Constituyente para poder cambiar de raíz las bases del modelo. Un proceso que tiene como antecedente una acumulación de experiencias de lucha, en el cual la inmensa mayoría dejó claro que nada sería igual luego del 18 de octubre.
La respuesta del régimen político fue el Pacto por la paz y la Nueva Constitución, acuerdo firmado desde el Frente Amplio hasta la derecha pinochetista. Esta medida buscó responder a través de los canales institucionales la irrupción social, salvando a Piñera de caer producto de la movilización, hecho que suponía un debilitamiento de todas las estructuras del poder institucional, mientras cronometraban el cambio constitucional al ritmo electoral y lo despojaba de la iniciativa popular al reglamentar el proceso constituyente según los márgenes actuales con sus medidas prescriptivas. Los 2/3 que garantizan el peso decisivo a la derecha, el veto a discutir los TLC y, por ende, imposibilitar el cambio del modelo extractivista y el establecimiento de una forma electoral en favor de los partidos políticos de siempre, que además no amplía hacia las asambleas ni incluye a jóvenes menores de 18 años, es decir, dejan fuera a quienes impusieron el cambio constitucional, nos niegan las garantías para poder decidir la Constitución de las mayorías.
Esta política, de pactos y acuerdos con la derecha entre cuatro paredes, no es nueva en la historia de nuestro país. Es más, la actual situación es un correlato de la llamada “transición a la democracia” que permitió la impunidad de Pinochet y de todos los violadores de derechos humanos, mientras los años venideros no han sido más que la consumación del neoliberalismo, proyecto defendido por la ex Concertación y la derecha.
En la actualidad, se refrescan muchos rostros responsables de los últimos 30 años, aunque también se sumaron quienes se decían renovadores de la política, el Frente Amplio, que a través de sus representantes fueron adherentes del acuerdo. Sin embargo, tres días previo a la firma del fraudulento pacto, el 12 de noviembre vivimos una huelga general que demostró la fuerza de la clase obrera que, junto a la movilización social y la combatividad de la primera línea, dejaba mordiendo la lona a Piñera. El temor a esta demostración de fuerza en las calles atrincheró a los partidos del régimen político y el Partido Comunista que, pavoroso de perder su capacidad de contención, aportó en el acuerdo al desmontar cualquier acción sindical y, por lo tanto, avaló desde la pasividad el pacto firmado con muertes y presxs por luchar.
Octubre puso blanco sobre negro las contradicciones y límites de quienes se hacen llamar de izquierda, situación que demuestra que los proyectos políticos hechos para activar meramente en procesos electorales y alejados de las instancias deliberativas colectivas, tenderán a acondicionarse a las instituciones preparadas para que todo siga igual. Mismos que ahora nos dicen que tenemos que confiar en ellos una vez más, entregando un voto en un proceso que está lejos de impulsar los cambios que el país necesita, un chantaje institucional lleno de limitaciones que nos impone la elección entre convención mixta y convención constituyente.
Aún así, lo que no pudo hacer el acuerdo, sí lo logró momentáneamente la cuarentena: sacar a la gente de las calles. Impasse convulso y lleno de contradicciones, pero que ha demostrado la fuerza social que como reserva de lucha sigue presente. Cacerolas y protestas en contra la justicia patriarcal – capitalista en el caso contra Pradenas y la votación para el retiro del 10% de los fondos de las AFP, logrado bajo presión, fueron hechos que tensaron al límite, una vez más, al gobierno y profundizó la crisis del bloque gobernante. Con esto, nos referimos a que nada será igual luego de octubre en Chile, la correlación de fuerzas se modificó y como nunca, las calles se transforman en protagónicas de la política.
En contexto de rebelión se suma la irrupción de la pandemia, que vino a acelerar la crisis económica que el capitalismo venía desarrollando hace algunos años y que hoy, lo sumerge en la mayor debacle en casi un siglo, comparable sólo con la de la década los de los 30. Por lo tanto, las tensiones que llevaron al estallido actualmente se profundizan y demostrando que, para la sobrevivencia del sistema, quienes nos gobiernan y sus aliados seguirán ajustándonos de acuerdo a su beneficio y hundiendo a las mayorías en la precarización. Mayor ataque al trabajo para sostener la ganancia por sobre quienes producimos, más violencia machista agudizando la crisis de los trabajos de cuidados que asumen las mujeres al interior de los hogares, más despojo de nuestros territorios para el saqueo de nuestros bienes comunes y acrecentamiento del autoritarismo para garantizar sus planes, aunque los pueblos del mundo demuestran que los gobiernos no la tienen fácil, ya que ante sus ofensivas, nacen rebeliones.
Aquel telón revela que la impugnación al modelo construido sobre el negociado de los derechos básicos ratifica el sentido de la consigna por la Asamblea Constituyente que levantaron las mayorías sociales como fórmula para recuperar la salud, la educación, la vivienda y la soberanía sobre nuestros territorios. Panorama que, de haberse logrado, sin dudas nos pondría en un mejor escenario para enfrentar la crisis sanitaria y económica para que no la termine pagando el pueblo trabajador.
Llegado a este punto, cabe preguntarse ¿Qué haremos desde la izquierda anticapitalista, los movimientos sociales, ambientales, feministas, el activismo de la primera línea y las y los trabajadores?
Nosotras y nosotros, como Movimiento Anticapitalista, consideramos que el momento que atravesamos es inédito, lleno de polarización y politización. Por esto opinamos que debemos proponernos como una alternativa política y social en el proceso constituyente, aún cuando denunciamos su insuficiencia y su carácter tramposo. En primer lugar, nos toparemos con el plebiscito del 25 de octubre. Los de siempre ya comienzan a proponerse. La derecha en crisis presume sus alas más pinochetistas agitando el rechazo, mientras que la izquierda parlamentaria y “mal menorista” se alista acríticamente ante el apruebo y la convención en la medida de lo posible, diagrama ajeno a los intereses de las calles. Proponemos que debemos trazar todas las tácticas posibles y de forma unitaria articular una voz de quienes estemos por la Asamblea Constituyente libre, soberana, democrática y plurinacional, con el fin de poner en discusión todo lo que el conjunto del pueblo planteó en las calles, sin trabas ni imposiciones, constituyendo un polo independiente que diga apruebo al programa que levantó la movilización en octubre y proponer una Constitución representativa de sus intereses. Sin sectarismos ni autoproclamaciones, dialogar con las y los cientos de miles que votarán ese día.
Proponemos una articulación capaz de participar con estas propuestas de forma autónoma al Partido Comunista y al Frente Amplio, sectores que no tan sólo demostraron la tragedia de ser la izquierda “a medida de lo posible” al avalar el pacto, sino que derechamente han votado leyes en desmedro del pueblo. El PC celebró la Ley de Protección al Empleo impulsada por el gobierno, la cual mantiene a miles de familias usando sus propios y escasos ahorros de lo que llaman “seguridad social” para pagar una crisis que no produjeron, mientras ocupan la dirigencia de la CUT que prioriza conversaciones con el gobierno en vez de activar, movilizar y apoyar a los y las trabajadoras en lucha. Los representantes del FA en el Congreso han votado leyes represivas y promueven el punitivismo de Estado, socios de izquierda del régimen político que cooperan en la agenda anti movilización como forma preventiva para las futuras irrupciones sociales.
Es por eso que hacemos un llamado a las organizaciones y activistas que nos hemos topado en la lucha. Son momentos definitorios y pensamos que los vacíos políticos siempre se llenan, si no levantamos una voz propia en este proceso, alguien más suplantará nuestra voluntad de transformación. En este sentido, nuestro diagnóstico es que falta anticapitalismo en la izquierda y por eso no permitiremos que hablen por nosotras y nosotros voces reformistas. Estamos ante la oportunidad de construir un gran frente político y social, una propuesta unitaria, democrática, diversa en su composición, pero enfáticos en sus acuerdos. Si logramos avanzar en un frente anticapitalista, feminista y ecosocialista, estaremos dando un paso importante para que de una vez por todas seamos un polo de referencia quienes queremos cambiar la vida en todas sus esferas. No hay que temer por mezquindades políticas, la abstención sólo permitirá mayor oxigenación al estado actual de las cosas.
En el mundo hay diferentes expresiones, es así que hace pocas semanas en Argentina se celebró una Conferencia de Latinoamérica y EEUU convocada por el FIT- Unidad, espacio electoral de la izquierda radical del país hermano. En dicha instancia se demostraron que más allá de las diferencias, se puede avanzar para activar de forma propositiva la participación electoral. Si bien es una interesante referencia, tampoco podemos transportar calcos. Bajo nuestras propias dinámicas locales podemos construir creativamente el frente independiente que se requiere en Chile y una primera prueba es activar en un comando para sumar fuerzas y disputar el plebiscito del 25 de octubre.
Por lo tanto, opinamos que debemos ser impulsores de una nueva referencia amplia de la izquierda anticapitalista, actuando a nivel electoral y también en las diversas luchas de la clase trabajadora y por la conquista de derechos en general. Identificando y reconociendo las diversas culturas políticas de la izquierda radical, este esfuerzo que debe traspasar las fronteras de las organizaciones, integrando a la juventud, al movimiento feminista, ecologista, intelectuales y a todas y todos los trabajadores que quieran hacerse parte y plantear que, ante el chantaje institucional de lo menos malo, amplificamos una voz por la AC libre, soberana, democrática y plurinacional, y que antes los pactos, levantamos la movilización y exigimos la huelga para sacar al gobierno represor.
Es hora, es nuestro tiempo, esta es nuestra apuesta como Movimiento Anticapitalista que invitamos a debatir.