Pasaron casi cuatro meses desde el estallido del 18 de octubre del 2019. “Chile despertó” se transformó desde ese momento en un grito que recorrió el mundo y refleja cabalmente la profundidad del cambio operado en nuestro país. Sin embargo, es clave analizar también las continuidades, las debilidades del proceso y los desafíos que tenemos por delante si queremos realmente aprovechar este despertar para transformar Chile al servicio de las mayorías.
No son 30 pesos, son 30 años.
El estallido de octubre fue el resultado de la acumulación de años y años de frustraciones populares, de un régimen político y social heredado y pactado con la dictadura sangrienta de Pinochet y sostenido durante años por la Derecha y la ex Nueva Mayoría en todas sus variantes.
Despojo de nuestros recursos, perdida de derechos, miseria creciente y un aparato burocrático y represivo asfixiante constituido desde el Estado para contener a las grandes mayorías, mientras una pequeña porción de la población veía crecer sus riquezas y privilegios de manera obscena.
Contra esta estructura podrida estallamos y poniendo la cara y el cuerpo contra el ejército, los carabineros y la brutal represión del gobierno de Piñera sostuvimos durante meses nuestras demandas en las calles a lo largo y ancho del país. Hoy no hay país en el continente y nos atrevemos a decir, en el mundo, que no las conozca: ¡Fuera Piñera! Asamblea Constituyente libre y soberana! No más AFP! Pensiones dignas! ¡Basta de lucro con la salud y la educación! ¡Basta de represión! Y tantas otras consignas que son gritadas, cantadas y pintadas en los muros.
Hoy, cuando casi cuatro meses pasaron del estallido, esas mismas consignas aún esperan una respuesta, pero es claro que millones las han identificado como los temas a resolver para que Chile se transforme efectivamente, lo que representa un descomunal salto adelante en la conciencia y una formidable hoja de ruta para quienes creemos que ese programa no solo es posible de concretar sino una necesidad.
El Pacto salvó a Piñera y al régimen de Pinochet
Presionado por la movilización y ante el fracaso de la represión brutal que ensayó como primera opción, el gobierno de Piñera y Chile Vamos construyó, con la ayuda inestimable de los restos de la ex Nueva Mayoría (PS, PC, DC, PPD, entre otros) y el Frente Amplio, un pacto escandaloso para salvarse a sí mismo y desviar las demandas populares al callejón sin salida del laberinto burocrático de la institucionalidad.
El “Pacto por la Paz y la Nueva Constitución” tal como han dado a llamar a esa traición a la voluntad popular fue construido por los partidos y permitido por las conducciones sindicales y sociales agrupados en “Unidad Social” (PC y FA) quienes criticaron la medida pero sin convocar a luchar contra ella, ni fomentar una salida alternativa. Las direcciones del PC en la CUT, del Partido Humanista (ex FA) en el Colegio de Profesores, junto a las del No Mas AFP presentaron una insuperable ayuda al “Pacto” y con tibias declaraciones ya se lanzaron con todo a encauzar la situación a través del Plebiscito del 26 de Abril, hijo de ese pacto y que se plantea como “la única alternativa posible” frente a la actual situación.
Decenas de muertos y muertas, centenares de mutilados y mutiladas, violaciones sexuales y miles de encarcelados y encarceladas quedan por fuera de la “Paz” pactada por estos funcionarios de carrera, defensores de la institucionalidad que tanto le ha funcionado a los dueños de Chile y tan poco a nuestro pueblo.
Es tan claro el papel del Pacto y tan trágico el papel de los partidos, sobre todo los que habían generado alguna expectativa de cambio como el Frente Amplio, que es repudiado masivamente y sentido como una traición por la movilización popular. Quedó claro también que la única paz que promueve el gobierno asesino de Piñera es la de los cementerios, cuando hace pocas semana pasada volvieron a reprimir brutalmente causando la muerte de 4 personas más.
Pero no solo en lo que respecta a la falsa paz es un engaño el pacto, también lo es en el sentido de la consecución de una Nueva Constitución, ya que los condicionantes colocados por la Derecha y aceptados por los partidos que le hacen de corte impiden que las aspiraciones de transformación radical que emanan de las calles se expresen en una nueva Carta Magna verdaderamente novedosa. La prohibición de tocar temas puntuales como los tratados internacionales (que hoy atan a Chile al saqueo imperialista), la posibilidad de veto de una pequeña minoría a partir de los 2/3, la elección reducida a circunscripciones electorales, entre otras condicionantes, hacen del proceso constituyente un proceso a la medida de las minorías con un ropaje democrático para volver a engañar a quienes con el cuerpo lo conquistaron en las calles.
Seguir movilizados, unir fuerzas y organización, no bajar ninguna bandera.
Es evidente que comienza a darse en nuestro país un escenario cruzado por estos elementos, por un lado la movilización que arrancó con fuerza el 18 de octubre y que si bien ha disminuido, es cierto también que ha planteado un nuevo piso desde el cual expresarse, tal como demostraron las y los secundarios con el boicot a la PSU y también quedó claro ante el asesinato de Neko y la contundente respuesta social.
También es claro que amplios sectores de la clase trabajadora, la juventud, las mujeres y sectores populares han realizado una experiencia acelerada con partidos e instituciones y ya no ven a Chile de la misma manera, incluso una encuesta publicada hace pocos días señala que el 90% de las personas consideran que en marzo volverán con todo las protestas, lo cual no es sino la confirmación de que la confianza en las “respuestas” del gobierno y el Estado es nula (o podríamos decir del 10%).
Por otra parte, no se puede negar que el descarado acuerdo entre la mayor parte de las direcciones políticas y sindicales del país, refrendado en el Pacto, ha colocado el Plebiscito del 26 de abril como un hito insoslayable en la coyuntura política, que seguramente ganará peso a medida que nos acerquemos a la fecha de su realización. Todo parece indicar también, que un gran porcentaje de la población utilizará esa elección para volver a señalar lo que se ha cansado de señalar en las calles, solo que introducido por la fuerza en la pactada papeleta electoral, su voluntad mayoritaria por la transformación de la constitución.
Los partidos políticos tradicionales y sus socios en las conducciones sindicales y sociales buscaran a través del Plebiscito ahogar esa voluntad mayoritaria, generando la ficción de la participación para luego entregar el mandato a un puñado de representantes que intentaran seguir pactando a nuestras espaldas modificaciones parciales e insuficientes para que en definitiva, nada cambie.
Ante esto, nuestra única garantía es continuar movilizados y movilizadas, levantando más que nunca nuestra voluntad política transformadora sostenida en el reclamo de que se vaya Piñera y pague por sus crímenes, sosteniendo la necesidad de una verdadera Asamblea Constituyente Libre, Democrática, Soberana y Plurinacional para dar vuelta todo, exigiendo la disolución de las fuerzas represivas y la justicia para nuestros caídos y heridos, demandando la libertad de todos y todas las detenidas, exigiendo la recuperación de todos los recursos naturales, el fin del endeudamiento y el lucro con la salud y la educación, terminando con el modelo de los últimos 30 años.
Para lograr esto es clave que todos y todas quienes sostenemos estas posturas actuemos en unidad, sin bajar ninguna bandera y apostando a empalmar con la enorme mayoría de nuestro pueblo que se expresará sin dudas en este sentido usando todos los canales posibles.
Impulsemos una gran campaña por el programa de la Revolución.
Quienes constituimos el Movimiento Anticapitalista, integrantes de la Liga Internacional Socialista, entendemos que es posible construir un espacio unitario por fuera de los partidos del Pacto, realmente democrático y profundamente combativo para poner en pie una verdadera alternativa en Chile. Por supuesto lo hacemos invitando a todas y a todos a sumarse a nuestra organización para impulsar esta orientación, pero también a la Primera Línea, a las organizaciones políticas, sociales, culturales, feministas, ambientales, que se propongan sostener vivo el programa de la revolución a que hagamos una gran campaña común que nos permita amplificar nuestras voces y para que las maniobras institucionales no destruyan lo que logramos construir en las callen con tanto esfuerzo. El momento es ahora, si existe voluntad unitaria, podemos darle un canal a la voz de millones. Desde el Movimiento Anticapitalista estamos a disposición de ese objetivo.
Martin Miranda, Movimiento Anticapitalista.