El 8M en las calles de Santiago movilizó cerca de 400 mil personas mientras que a nivel nacional se duplicaban las cifras. Así respondieron las mujeres al llamado internacional a la huelga feminista, en dónde la masividad signó el día a nivel global. La conformación y desarrollo de la Coordinadora Feminista 8M a partir del año pasado ha logrado constituir un programa discutido por más de mil mujeres en el Encuentro Plurinacional de Mujeres que Luchan, previsto por más de 50 pre-encuentros a nivel país, planteando ejes centrales contra la precarización de la vida. Aquel preámbulo organizativo formuló el llamado a huelga, hecho inédito de la historia reciente de nuestro país, puesto que la huelga como derecho básico de las y los trabajadores fue vedado por la dictadura y perpetuado por los gobiernos de la ex – Nueva Mayoría y la derecha. Es más, este 8M no tan solo interpeló a la huelga productiva, también amplificó el llamado a una huelga de labores y cuidados, proceso encabezado por mujeres para el reconocimiento efectivo del trabajo no remunerado que sostiene la vida social, eje vertebral de un salto político feminista que durante los últimos años es sinónimo de movilización, contra los femicidio durante el 2016, contra la educación sexista y por el derecho al aborto durante el 2018.
Si estos años han sido de respuesta a la precarización de la vida, lo que demuestra el 8M es la potencia del asalto al presente desde una política transformadora con propuestas programáticas, planteando nuevos desafíos y oportunidades para la izquierda con horizontes anticapitalistas.
Antídoto feminista anticapitalista ante la derecha precarizadora.
Sin dudas la agenda pública durante los días previos y posteriores al 8M lo copó el feminismo, obligando a cada sector posicionarse ante la masiva difusión del llamado a huelga. Desde el Gobierno intentaron desacreditar la convocatoria, sintomático a sus intereses apuntaron contra la convocatoria, la Ministra de la Mujer y Equidad de Género Isabel Plá planteó “distrae de los temas más centrales …sería muy lamentable que las demandas más sentidas para las chilenas se convirtieran en una bandera de lucha politizada”, mismo sentido en las palabras de Piñera, “no necesitamos huelgas para que el Gobierno asuma en plenitud su compromiso por lograr esa plena y total igualdad“.
El foco discursivo antihuelga cambió luego de la histórica marcha, debiendo tanto la Ministra como Piñera regular sus palabras. Aquella muestra por parte del Gobierno ejemplifica el potencial que se expresó en las calles, en primer lugar por la capacidad de convocatoria que hace del 8M una de las marchas más masivas pos dictadura, obligando a las acrobacias discursivas por parte del Ejecutivo, mientras que el programa defendido por la Coordinadora Feminista 8M apuntaló el retorno de la posibilidad de discutir nuevamente elementos centrales contra los pilares del régimen: una nueva previsión social que reconozca el trabajo no remunerado, derechos laborales, reproductivos y de cuidado, entre otros tantos del pliego de 10 puntos. Es decir, quitar del imaginario de que sólo es posible la política en los marcos neoliberales como se ha adaptado la izquierda institucional.
Mientras la masividad constató la emergencia de la ola ampliamente, aún nos topamos con las fronteras de las direcciones burocráticas. El Partido Comunista con Bárbara Figueroa no convocó mediante la CUT a un paro efectivo, al igual que en otros gremios no dispusieron sus fuerzas para avanzar contra la derecha. Similar hoja de ruta presenciamos en el Frente Amplio (FA), el año pasado durante las movilizaciones feministas entretanto se constituían los pañuelos verdes, el FA diagramó un proyecto junto a la ex – Nueva Mayoría para despenalizar la interrupción del embarazo, disminuyendo y limitando la demanda que planteaba la movilización de aborto legal, seguro y gratuito, así quedó suspendida en el Congreso. Mismo actuar ocurrió en las tomas universitarias contra la educación sexista, enfocando su voluntad meramente en comisiones parlamentarias. Aquel accionar por fuera de la movilización y de acuerdos institucionales ha sido causante de que Piñera haya gobernado sin oposición política durante su periodo, contraria a dicha lógica la movilización social expresó que hay fuerzas para detener las medidas precarizadora de la derecha.
Después del 8M. Desde el feminismo la izquierda nuevamente a la lucha de clases.
La respuesta al llamado fue contundente, abriendo un escenario pos 8M que implica enormes desafíos y posibilidades. La primera es seguir fortaleciendo a la Coordinadora Feminista 8M, en dónde las organizaciones de izquierda anticapitalistas debemos encontrarnos y potenciar la unidad del feminismo para el 99%, continuar impulsando un proceso que tiene como potencial autoridad haber cimentado el caudal de la Huelga Feminista bajo un programa político.
En segundo lugar, aquel caudal que estamos viviendo no se debe desaprovechar, el descontento social y la fuerza callejera es el sostén del contrapunto a las políticas de precarización que comandaron los gobiernos de turnos, es por eso que la potencia antisistema que expresa el feminismo debe encontrar desde la voluntad transformadora una crítica de totalidad de forma propositiva, avanzar en que se pueda construir una nueva alternativa política, totalmente distinta a lo que veníamos conociendo. Que sea parte y consecuencia de la acumulación positiva de las calles sin suplantar a los movimientos sociales, aportando con presencia y capacidad para disputar y discutir en cada lugar una propuesta feminista y anticapitalista, sin darle espacio a las medias tintas de la política de la medida de lo posible que intentan hablar en nombre de nosotras. Para dar freno a la derecha, hay que dar vuelta todo.
Juntas a La Izquierda – Chile
Movimiento Anticapitalista.