Proceso constitucional ¿Qué significa el voto Nulo?

Más allá del evidente rasgo de polarización demostrado en las últimas elecciones del amañado proceso constitucional, donde el gran vencedor es el partido de ultraderecha Republicano, que supo hacerse eco de la sensación de inseguridad y caos, que ha sido sembrada, de manera hábil por un discurso permanente del miedo, movilizado por todo el arco de la extrema derecha, y secundado de manera desmedida por los medios masivos de comunicación, la gran sorpresa y dato del cual los defensores, escuderos y representantes del régimen deben hacerse cargo, si su plan es la contención de la bronca social, como ya la han demostrado en la búsqueda desesperada de institucionalización de las expresiones populares de rebeldía y ruptura como el Estallido de Octubre 19, es el voto nulo.

Por Camilo Parada, Movimiento Anticapitalista

La jornada electoral del domingo 7 de mayo, era una jornada que se suma a una agenda electoral sobre cargada, donde se palpaba un desánimo generalizado en comparación a las elecciones negociadas del proceso anterior. El alto porcentaje de votos nulos es un dato que hay que mirar y analizar, muy cercano al 17% (2.119.506) del sufragio y el  4,6% (568.673) votos en blanco marcan sin lugar a duda un mensaje político que tiene una multiplicidad de lecturas y razones, pero que marca una realidad irrefutable: no votar por ninguna de las listas de los partidos que acordaron este proceso que deja todo que desear a nivel democrático, esto último, no como un leitmotiv moralista, sino como agenciamiento en el sentido deleuziano, como co-funcionamiento de elementos heterogéneos que nos demuestran que no existe las bases para la mínima soberanía popular real en este último proceso, partiendo que la decisión del poder constituido es designar expertos que redacten el borrador que posteriormente es discutido por delegados electos, representantes del arco parlamentario. Esos mismos que fueron rotunda y masivamente cuestionados en el estallido y que vienen siendo cuestionada en las diferentes fases de acumulación de fuerza de las luchas que desembocan en el Octubre chileno.

Como era de esperar diferentes opinólogos políticos se apresuraron en declarar que el alto porcentaje de votos nulo no eran atribuibles a quienes de manera consciente realizaron un llamado a anular en estas elecciones, es más, el mensaje era ningunear el voto nulo, asimilándolo a un voto desinformado, un voto ignorante. Así el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad Central, Marco Moreno, expresa: “Los votos blancos normalmente son el resultado de la desinformación, y en el voto nulo también tiene ese componente porque en esta elección hubo poca (información). Poca gente sabía lo que se votaba”[i]. Ahondando en esta narrativa, Claudio Fuentes, analista de Ciencias Políticas de la Universidad Diego Portales habla de: “desinformación, desinterés, desconfianza”. Podríamos seguir escribiendo varias líneas de referencia de atolondrados análisis que rápidamente salieron a quitarle valor, ningunear, desatender, cuando no despreciar el voto de 2.119.506 personas que fueron a votar para anular y no dar su voto a ninguna de las listas en pugna.

Contrariamente a lo que el establishment del régimen, sean personas de derecha o de centro-izquierda, quiere imponer como relato, nosotres, al tenor de los datos, tenemos la tesis contraria, partiendo de la realidad que es imposible autoadjudicarse los votos nulos y que sin duda las razones son multicausales. Estamos convencidos y convencidas que el voto nulo con un aumento exponencial en estas últimas elecciones y con una campaña ciertamente marginal al no contar con los medios de financiamiento de los partidos del régimen, desde varios colectivos, agrupaciones, movimientos políticos, movimientos sociales, etc., apostamos en esta línea. Es también real que la pequeña campaña también se debió a la oscilación de diferentes espacios sociales y sindicales que correctamente denunciaban la farsa del proceso constitucional pero no llamaron a votar nulo y solamente quedaron en lo declarativo para esperar si la lista del gobierno obtenía mayor votación, así mismo no se impulsaron acciones unitarias para recuperar espacio en las calles lamentablemente por el rol de estas direcciones.

Parece algo superficial decir que uno de cada cinco chilenos emitió un voto inválido este domingo 7 de mayo debido a que estaba desinformado, la arrogancia sumada desde las esferas de poder con las esferas académicas es algo digno de analizar en otro artículo. La realidad dialéctica, por cierto, nos dice que los nulos fueron el dato de las últimas elecciones, un dato histórico, votos que superaron a la tercera lista con más sufragios, Chile Seguro, pacto configurado con la autoproclamada derecha democrática, con 2.063.907, hay que decir que este es el pacto que lleva a Piñera a su segunda presidencia cuando acontece el estallido; pero también superan a la lista Todo por Chile, la lista de la vieja Concertación sin el Partido Socialista, que saca 877.207 votos, ni que decir el descalabro del Partido de la Gente que sumó 537.088 votos. Solo las dos primeras listas, Republicanos y Unidad para Chile, consiguieron superar a los votos nulos.

Sin tener varitas mágicas, sin hacer de deseos intenciones y por sobre todo sin ningunear al pueblo, avanzamos con la idea que una de las razones de la cifra histórica del nulo es un descontento político generalizado contra el régimen, un descontento a los 30 años, al modelo neoliberal y a las salidas que este le ha dado a la manifestación social, a la protesta contra este sistema de expolio, saqueo, contaminación e injusticias sociales que se acumulan bajo el modelo subsidiario de Estado, impuesto a sangre y fuego por la brutalidad de la dictadura civil-económica-cultural de la Junta de Pinochet y la derecha chilena (actual derecha democrática + ultra derecha nacionalista) y perfeccionado de manera, ciertamente magistral, por los diferentes gobiernos transicionales de los 30 años. Es menester recordar que el estallido del 2019 rápidamente hace suyo de manera masiva la consigna referente al alza del pasaje del metro: “no son 30 pesos, son 30 años”. Por mucho que intenten encausar el relato, borrar incluso las marcas en las ciudades de las luchas recientes y su correlativa represión criminal, hay ciertos principios de realidad, que, si bien pueden desenfocarse con campañas de desinformación, los hechos ocurren, es su análisis que varía según los intereses que se defienden. En este sentido, creo que Gonzalo Espinoza, coordinador del Observatorio Político de la Universidad Diego Portales, se acerca un poco más, a una explicación plausible: “Esto es un voto que pudo estar en contra del proceso en sí mismo, de personas que no están conformes con la actuación del gobierno o que no estaban dispuestos a votar por una coalición de centroizquierda o por la derecha”[ii], es decir, una fractura con los representantes de siempre que administran el modelo en un profunda crisis económica que fomenta el descontento.

En esta crítica al proceso, en esta búsqueda de no validación, puede que convivan varios factores, desde un voto protesta hasta una percepción negativa del conjunto de la política del régimen, que se ve cada vez más despegada de la realidad cotidiana, de los problemas reales. Sin ir más lejos, las elecciones se desarrollan en medio de una crisis económica, que por muy camuflada que esté en los discursos y cifras macroeconómicas, las y los trabajadores, saben perfectamente que con sus salarios no les alcanza para vivir, tener un techo, pagar todos los servicios básicos, acceder a alimentos, salud, educación, transporte, calefacción en este invierno que se acerca, etc. La realidad de las mayorías sociales es que queda mucho mes a final de sueldo, que pasan los gobiernos de derecha y centro izquierda, pero al final del día, ambos defienden un modelo de explotación que además destruye al ecosistema, es decir, las condiciones necesarias para que la vida sea posible.

Desde la derecha pinochetista hasta el FA y PC que acordaron este proceso de democracia tutelada, de lucecitas para escena, del famoso que algo cambie para que nada cambie, donde los intereses de la minoría de explotadores y dueños de Chile no se vean tocados por el vulgo, no vaya a ser que empecemos a repartir los privilegios.

Este proceso abierto con la memorable Rebelión de Octubre 2019, que han intentado encausar a cómo de lugar los representantes del régimen, con un presidente de la república que no cesa de gobernar con paso doble de derecha, asumiendo la agenda del miedo, revalidando desde el discurso un proceso que nada tiene de democrático, llamando al diálogo a la ultraderecha del Partido Republicano, asumiendo con cierta mueca la política de los acuerdos (de clase) y la medida de los posible. Este proceso que clama desde abajo, con una problemática que le impide tomar la fuerza que lo sostiene y es el sempiterno problema de dirección, aún no se cierra, y no puede ser cerrado por la institucionalidad, porque surge , quieran o no, de la crítica más descarnada a esa institucionalidad, y esa crítica que tiene un carácter de clase contra clase, que se inscribe no solamente en las injusticias sociales inherentes al modelo, pero en una clara dinámica de lucha de clases, tiene a la vez, una expresión, no cuantificable, es cierto, pero una expresión al fin y al cabo en el nulo, que sigue dejando pasmada a la opinología, tanto palaciega como conservadora, porque es agua que no hace girar los molinos fraudulentos de su Acuerdo por Chile, porque no les funcionó el chantaje moral, porque hay conciencia en varios sectores, que la única base democrática para una carta magna digna, es una Asamblea Constituyente libre, soberana, democrática, plurinacional, donde todo pueda ser discutido desde abajo arrancado desde la movilización social y construyendo las instancias deliberativas fundamentales de autoorganización, en un camino por el gobierno de las y los trabajadores.

Por último decir, que quienes llevan a cabo la agenda de la derecha más reaccionaria, quienes negocian con los pinochetistas, quienes dejan espacio por izquierda para bailar la fanfarria de la derecha, son quienes abren el camino a que la reacción pueda efectivamente ganar las próximas presidenciales. Para combatir a las barras bravas conservadoras, liberfachas y antiderechos, lo que se necesita es más izquierda, una izquierda decididamente anticapitalista, revolucionaria, ecosocialista, internacionalista, que no pacte en los momentos definitorios con nuestros muertos sobre la mesa, nunca menos izquierda, en esto la historia es clara, cuando la bestia parda muestra sus fauces hay que combatirla con la unidad de las y los trabajadores, de manera clara y sin ropajes ajenos. Queda un mundo entero por cambiar y ese mundo está en crisis.

Reconstruir una izquierda de combate, construir alternativa anticapitalista es nuestra tarea, una izquierda de las y los trabajadores para dar vuelta todo, con ese horizonte aportamos nuestras fuerzas como Movimiento Anticapitalista.


[i] Desinformación, desinterés y desconfianza: las claves tras el mayor porcentaje de votos nulos desde 1997. Portal web Radio Universidad de Chile. https://radio.uchile.cl/2023/05/08/desinformacion-desinteres-y-desconfianza-las-claves-tras-el-mayor-porcentaje-de-votos-nulos-desde-1997/

[ii] Cómo se explican más de dos millones de votos nulos en las elecciones de consejeros. Portal El Desconcierto https://www.eldesconcierto.cl/nacional/2023/05/08/como-se-explican-mas-de-dos-millones-de-votos-nulos-en-las-elecciones-de-consejeros.html