Por Joaquín Araneda, Movimiento Anticapitalista
La votación maratónica de las nuevas autoridades de la Convención Constitucional puso de manifiesto las nuevas tensiones surgidas en la situación política producto de las recientes elecciones presidenciales. El FA intentó marcar la cancha subiéndose a la mesa de conducción y para ello apostó nuevamente al acuerdo con los sectores de la ex concertación, apoyando la candidatura de Reyes del PS, cuestionada por numerosos casos de corrupción. Independientemente de la candidatura puntual, este hecho señala, junto a otras demostraciones que analizaremos en un próximo artículo, que el futuro gobierno de Gabriel Boric promete más continuidad que rupturas con el régimen de los 30 años.
Es positivo que ese intento se haya visto quebrado por la irrupción de un bloque que apostó a construir una presidencia no ligada directamente a los partidos de los 30 años y haya sostenido la pelea hasta el final, imponiendo condiciones y dejando en evidencia al mismo tiempo que la derecha lejos está de recuperarse luego de sucesivas derrotas electorales y políticas en los últimos meses.
Es claro que el rol del Frente Amplio en apostar a reconstituir un acuerdo con la ex Concertación marcó el punto más patente de la vieja política, el apoyo en primera tanda al PS para garantizar una vicepresidencia no tuvo un buen puerto y en los estrechos espacios de la “cocina”, el PS posteriormente volcó (entre las constantes votaciones) un apoyo a la derecha y a No Neutrales, evidenciando que el régimen más allá de su figura, busca condicionar todo atisbo de nuevos rostros que potencialmente no estén ligados a ellos. Las casi 20 horas de la larga votación ejemplificaron aquel show que derivó en un duro traspié del FA.
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Los representantes de los 30 años y sus nuevos socios del Frente Amplio son consecuentes con no cambiar nada, es por eso que no nos impresiona. Aunque, en el plano de las izquierdas, sí deberíamos abrir un debate y exigir una construcción transparente de cara a los pueblos, ese es el caso del bloque Movimiento Social Constituyente (MSC), que reúne a convencionales de movimientos sociales y ex Lista del Pueblo que, junto a referencias de pueblos originarios ligados al centro político como la presidenta saliente, Elisa Loncón (cercana al PS), actuaron con una perspectiva hegemonizadora para imponer en primera ronda la dupla Cristina Dorador como presidenta y Rosa Catrileo para vicepresidenta, hecho que ayudó a ampliar las posibilidades de acuerdos y reordenamiento del sector afín al régimen y al duopolio, así sonaron nombres como Patricio Fernández, Patricia Politzer o Benito Barandas, todos ligados al negocio de los 30 años que fueron levantados durante las ocho votaciones.
Entrada la noche, Dorador logró el apoyo en primer lugar del PC, luego del Frente Amplio y el PS, aunque sin lograr la mayoría para salir electa, un dato de la convencional es que apoyó la ratificación de los antidemocráticos 2/3 impuestos en el Pacto, mientras que Catrileo por su parte ha sido denunciada por la machi Francisca Linconao por trabar el avance de la consulta indígena, puntos que restaron para aglutinar a los sectores independientes y de pueblos originarios que apostaban un acuerdo que reflejara su espacio. Sin lograr la mayoría, la carta a presidencia debió bajar su candidatura y el bloque MSC reformular su postura.
Más allá de los hechos, importantes por lo demás, un debate central fue puesto por Convencionales de pueblos originarios, que plantearon que MSC prefirió negociar con todas las otras fuerzas, antes que con ellas y ellos y La Coordinadora Plurinacional y popular, demostrando un problema de ubicación política por parte de la dirección de aquel espacio.
En este marco, la actitud de una parte importante de las y los constituyentes aglutinados en La Coordinadora Plurinacional y popular y una parte de pueblos originarios rrepresenta una interesante muestra de que, a pesar de esas condiciones, si se sumara participación popular y movilización, sería posible avanzar en la imposición de los temas que realmente preocupan a las y los chilenos que vivimos de nuestro trabajo.
La política de este último sector, al mantener su posición sobre el carácter de la presidencia logró desbaratar la ofensiva del FA, mientras que empujó a MSC a entablar un dialogo para la votación y poder mantener una directiva independiente a los partidos del régimen, dando como resultado la elección de María Elisa Quinteros de MSC como el recambio a la presidencia de la CC. Aún está por verse como actuaran para adelante, entendiendo que el caos interno no se resolverá sin la participación popular de forma decisiva.
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Ese punto progresivo durante la votación para presidenta de la Convención, tuvo un componente contradictorio en la vice-presidencia, por un lado se impidió el avance del Frente Amplio que significaría una perdida de autonomía directa ante el gobierno, pero también el candidato de consenso entre los movimientos sociales e independientes, fue Gaspar Domínguez de Independientes No Neutrales, lista que se levantó para la CC de ex integrantes de la Concertación con un claro perfil de progresistas neoliberales, prevaleciendo una postura sobre “lo independiente”, sin el debate político de fondo que hubiera aportado a empujar una directiva ligada a sectores de izquierda.
Más allá de los nombres y los currículos (prontuarios en algunos casos) es clave tomar nota de los movimientos de las últimas horas, sobre todo en lo que hace a las fuerzas que priorizaron el cabildeo y la cocina, sumándose al carro del FA y fracasando en el intento de utilizar la elección como una plataforma de lanzamiento de una concertación 2.0. Ese camino solo puede consolidar un desarrollo constituyente acorde a un gobierno de pocos cambios y muchas continuidades, algo contrario por cierto a lo que se reflejó tanto en la propia elección que dio origen a la CC como a la segunda vuelta que fue un claro mensaje para decirle no a la derecha y transitar un camino de transformaciones profundas, camino que solo es posible recorrer si es con una presencia activa de la movilización y la organización popular.
En los próximos días, sin ir más lejos, finalizan los plazos para la recolección de firmas de las iniciativas populares, muchas de las cuales reflejan la voluntad de cambio profundo que existe en amplias capas de la población. Dejar esas iniciativas en el terreno puro de la actividad parlamentaria preanuncia un empantanamiento más que seguro, si en lugar de eso los sectores que las impulsan suman la convocatoria a defenderlas en las calles y mediante asambleas y convocatorias amplias es posible dotar de una fuerza distinta estos importantes puntos que fueron el motor de la rebelión del 2019.
No solo esto, si las fuerzas que, dispersas aun, dieron una muestra de potencia en la reciente elección de autoridades se atreven a convocar a un reagrupamiento político y social hacía adelante, con el programa que depositó a muchos de ellos en las bancas, sin dudas podría configurarse un nuevo espacio para pelear por este programa y tonificar la fuerza de las calles, que lejos está de haber desaparecido. Desafíos que debemos abordar en unidad para que no se disipen los ánimos transformadores.