Por Joaquín Araneda, Movimiento Anticapitalista
Comenzó la campaña por el plebiscito y los partidos de siempre se lanzan con todo agitando que basta con ir a votar. Una polémica transcendental es sí la convención resolverá los problemas sociales o bien, hay que impulsar una verdadera AC para debatir sin restricciones. Nuestra opinión de lo que hace falta para dar vuelta todo.
¿Por qué cambiar la constitución?
La carta magna que rige al país fue construida en dictadura, artífice de los ideólogos de la escuela de chicago que buscaban implementar la total libertad al proceso de privatizaciones que motorizó Pinochet, claro está, que este traspaso sobre lápiz y papel no era posible sin antes desbaratar todo tipo de oposición a punta de fusil, preámbulo de la transformación económica y social para el paraíso capitalista chileno hoy cuestionado.
Por lo tanto, la constitución de la dictadura que fuera avalada tras el plebiscito fraudulento en 1980, es ilegitima bajo cualquier óptica de mínima concepción democrática, aunque aquel hecho no les molestó a quienes compusieron el pacto transicional y la democracia pactada. Repertorio bajo cual gobernaron todos los gobiernos de la ex – Concertación, incluido el de Michelle Bachelet que circunscribió el PC al ocupar ministerios y porciones de poder.
Esto nos deriva a una segunda conclusión del porqué tenemos que cambiar la constitución, no es representativa más que para una minoría concentrada en el poder político y económico: para quienes se benefician del estado rentista y subsidiarios, para las fuerzas armadas bajo el protectorado de la impunidad, para quienes han hecho de la política un negociado millonario y también, para las transnacionales que saquean al país. Es decir, para quienes gozan de una institucionalidad al servicio del 1%.
Es por eso, que tras largos años de apropiación de los derechos básicos y de nuestros recursos naturales, lo que ocurrió el 18 de octubre fue una verdadera revancha histórica y las mayorías sociales identificamos que se requería un cambio constitucional para poder recuperar la salud, la educación, la vivienda y acabar con la impunidad de los años pos dictadura. Ese fue motivo del porqué se convirtió en la consigna central contra el capitalismo – neoliberal junto con Fuera Piñera. En otras palabras expresa la voluntad de cambiar de raíz las bases económicas y sociales de Chile.
¿Nos basta con la Convención o necesitamos una Asamblea Constituyente?
La Asamblea Constituyente (AC) es un proceso que surge a partir de crisis institucionales en dónde se deslegitima el poder constituido, es por eso que permite redefinir las bases que reglamentaran a un país. En teoría, es un espacio democrático en dónde se eligen representantes no para votar una ley u otra, sino para reformular la carta magna que definirá las bases de como regirá la institucionalidad.
Este mecanismo, tal como ocurre en Chile, surgen a partir de crisis políticas, aunque los cambios constitucionales no se limitan a las AC, es más, así lo ejemplifica la papeleta para el 25 de octubre en dónde no figurará.
Aquí podemos desprender otro punto fundamental, los cambios constituciones dependen en gran medida de la correlación de fuerzas, es decir, del peso que toma la movilización para destituir lo que ya no sirve.
Es importante detenerse en este punto, ya que en el mundo y a lo largo de la historia moderna han diversas expresiones. Latinoamérica en las últimas décadas presencio distintos mecanismos para reformular las constituciones. En ese sentido y siendo la más destacada, ya que se da en plena revolución bolivariana, es la AC venezolana que permitió avanzar en conquistas parciales para las mayorías populares. Ese mismo trayecto fue dinamitado posteriormente por Maduro que, tras un brutal ataque al pueblo venezolano para poder aplicar una serie de medidas regresivas, debiendo imponer desde el poder burocrático una nueva AC, esta vez no para las mayorías, sino para abrir paso a zonas económicas especiales, privatizaciones y medidas antidemocráticas. Lo que no le permitía la antigua constitución
Estos ejemplos remitentes a un mismo país demuestran no solo los limites de estos procesos, sino como también pueden ser regresivas y funcionales al poder, otros ejemplos fueron los cambios constitucionales en los 90’ para legitimar la ola privatizadora, el caso argentino con Menem a la cabeza que formuló una convención para sellar el bipartidismo y el neoliberalismo.
Por lo tanto, el peso decisivo de la movilización y la deliberación permanente de la autoorganización es sustancial para no retroceder, ya que la AC es el espacio más democrático que permite la burguesía y por ende, dónde también juegan sus cartas para no perder parte de sus intereses y negocios.
Retomando el caso de nuestro país, el cambio constitucional fue producto del asalto de las calles, una revolución que modificó el paradigma social pos dictadura. Ese tremendo caudal cuestionó todo, incluido el poder y estuvo planteada la caída del gobierno, mientras surgían autoorganización territorial y tímidamente los comités de huelga. Por lo tanto, el miedo que atravesó al conjunto del arco político se sintetizó en el Pacto por la Paz y la Nueva Constitución, es decir, una respuesta dentro de los canales actuales para canalizar las ansías de cambio, así administrar las posibilidades de reformular el país sobre otras bases.
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En ese trayecto el PC aportó con la desmovilización sindical y el FA con la firma. La política era clara, salvar a Piñera, quitar la gente de las calles y que el cambio constitucional sea mediado. Así llegamos al plebiscito que como chantaje institucional sólo nos permite elegir entre convención mixta o constituyente. La primera busca que la redacción de la nueva constitución lo despeñen congresistas ya electos más una mitad de constituyentes electos. La segunda opción contempla sólo a constituyentes, el problema más allá del nombre, son las trabas y restricciones, ya que el acuerdo contempla los antidemocráticos 2/3, es decir una minoría se le impone a la mayoría, se impide discutir sobre los TLC, por lo tanto se niega la posibilidad de salir del modelo extractivista y depredador de nuestros territorios. Además, es un proceso sólo para los partidos políticos y mayores de 18 años, por lo tanto, serán los mismos deslegitimados los que encabecen los cambios. El pacto justamente se hace cargo de sustentar dejar fuera la representación de la clase trabajadora, las asambleas y en consecuencia, garantizar los cambios sin tocar los intereses de la burguesía subsidiara y rentista.
Una conclusión de este proceso es que en nuestro país el problema no fue la correlación de fuerzas no estuviera en las calles, sino la falta de una alternativa política que dinamizara la protesta sin tranzar. Lamentablemente el problema no es sólo la derecha, también son sus socios de izquierda, el FA y el PC, sin la colaboración de ellos a través del Pacto, podríamos estar ante la posibilidad de discutir libremente sin trabas antidemocráticas y sin Piñera en el poder. En fin, hace falta superar esas alternativas que no representan los intereses de las calles.
Para que el pueblo decida todo: no basta la convención, necesitamos una AC libre, democrática, soberana y plurinacional
Nuestra respuesta es clara, la resignación o la elección del mal menor sólo es útil a mantener las cosas tal como están, es por eso que los profetas resignados del Frente Amplio y del PC avanzan acríticamente por el apruebo y siembran falsas ilusiones para adormecer la voluntad transformadora tras la opción de la convención que no resolverá nada.
Es por eso que opinamos fundamental insistir por la asamblea constituyente que hace falta, sobre todo porque se ha demostrado incansablemente que reservas de luchas sobran y en tiempos de crisis toma mayor vigencia los reclamos económicos y democráticos que hoy son restringidos y que quieren evitar que deliberemos en el proceso constituyente. Es decir, una AC que sea:
*Libre: para discutir todos los temas, sin pactos a espaldas del pueblo movilizado.
*Soberana: con poder de decisión para tomar todas las determinaciones en materia económica, política o social.
*Plurinacional: que tenga como principio el derecho a la autodeterminación.
*Democrática: que se conforme a partir de la elección de diputados y diputadas surgidos de una nueva reglamentación electoral. Que se elija una o un representante cada 10 mil habitantes, tomando el país como distrito único; que puedan ser electos trabajadoras y trabajadores, jóvenes, pobladoras y pobladores y originarias mayores de 14 años.
Aquel camino invitamos a seguir fortaleciendo, ya que sólo así podremos impulsar el programa de la revolución que nos permita discutir otro modelo político, económico y social que contenga todo lo que el pueblo demandó en las calles. Es por eso que nuestra apuesta apunta a construir un comando a partir de estas ideas y así intervenir en el proceso constitucional aprobando en la primera papeleta y dejando en claro que existe una voz por la AC libre, soberana, plurinacional y democrática en la segunda. Una propuesta que no se limita al voto, sino a impulsar una alternativa independiente para dejar atrás a la izquierda que pacta y nutrir de anticapitalismo la política, aquella es nuestra invitación y queremos debatir como lo logramos el próximo miércoles a las 19:00 horas. Súmate, escríbenos y hazte parte con nosotras y nosotros.