Territorio en disputa contra el capital. Nuestras perspectivas

Por Martín Miranda y Joaquín Araneda, Movimiento Anticapitalista

El giro hacia la derecha marcado en el gabinete puso la mira inmediatamente en el pueblo mapuche. Pocos días después de la asunción de Pérez y su visita al sur, se produjo el violento desalojo en Curacautín, el ensañamiento que se muestra hacia el machi Celestino Córdova y los presos políticos y una escalada de violencia y racismo que es necesario enfrentar con fuerza.

Pero, si queremos entender a fondo el momento que atravesamos y sus posibles dinámicas no alcanza con hablar del “conflicto mapuche” como gusta colocar la derecha en debate. Necesitamos ir más allá, a las profundas relaciones sistémicas que unen al capitalismo extractivista, que se apropia del racismo para profundizar la explotación de los pueblos. Finalmente, se hace necesario también pensar y proponer las mejores formas de tender puentes entre el pueblo mapuche, partiendo de respetar su derecho a la autodeterminación y control territorial y las luchas de la clase obrera, ya que solo en una pelea conjunta podremos, no solo enfrentar y derrotar la represión de la derecha, sino que abriremos el camino a una sociedad diferente.

Colonización, despojo capitalista y extractivismo

Es evidente que abordar los antecedentes históricos de la situación en la que nos encontramos excede largamente las posibilidades de un artículo, pero es importante señalar que nuestra mirada parte de reconocer que la fundación de los Estados Nación americanos fue lograda sobre la base de una conquista sangrienta y con objetivos profundamente capitalistas. El Estado chileno no es la excepción. El proceso conocido como “Pacificación de la Araucanía” consistió en una ocupación violenta de los territorios del pueblo mapuche, con su correlato en la denominada “Conquista del Desierto” del otro lado de la cordillera. Ambos procesos se impulsaron entregando los territorios usurpados a sectores de las elites para “refundar” en esas zonas desde el punto de vista de las necesidades capitalistas.

Mucha agua ha corrido bajo el puente y mucha sangre también, pero no reconocer esta cuestión de origen, fundante del Estado capitalista chileno (podríamos mencionar al resto de los Estados Americanos) implica la negación total del derecho del pueblo mapuche a la restitución de sus territorios, derecho que desde el Movimiento Anticapitalista defendemos como una cuestión de principios. Esta apropiación territorial permitió la consolidación y el fortalecimiento de una clase social, la burguesía que rápidamente se subordinó a las necesidades imperialistas en el marco del mercado mundial, construyendo un modelo productivo basado en la extracción masiva de materias primas, proceso encabezado por las forestales y seguido de cerca por otras actividades como la de las salmoneras o la construcción de mega emprendimientos que reformularon la geografía tanto natural como política del territorio, constituyendo una verdadera área de sacrificio de poblaciones y bienes comunes, al servicio de la ganancia capitalista.

La resistencia del pueblo mapuche, como así también la de las y los trabajadores victimas de ese modelo no podía más que suceder y es quizás un símbolo de esperanza frente a la debacle a la que empuja al mundo el sistema capitalista.

Pueblos, clases y géneros atravesados por la explotación capitalista

En ese proceso, el capitalismo autóctono, sin ser original, constituyó un régimen político al servicio de sostener y reproducir ese modelo. La utilización del racismo por un lado y el patriarcado por el otro, vinieron entonces a tonificar la división entre los sectores explotados y oprimidos. Ambos elementos son constitutivos del Estado chileno actual (insistiendo en que no se trata de una originalidad). Por supuesto que las “ideologías” no surgen y se sostienen de la nada, existen instituciones, “estructuras”, que las alimentan y difunden.

Sin embargo, es la propia crisis del capitalismo lo que abre grietas en esas concepciones e instituciones. La clase obrera a quien durante años el sistema le otorgó una “pertenencia” en la estructura económica en nuestro país está atravesada profundamente por la identidad mapuche, una identidad despojada, ocultada, pero presente en nuestros rasgos, costumbres e incluso en un lenguaje teñido indiscutiblemente por los sonidos de Wallmapu, nuestra clase también está compuesta paritariamente por mujeres (también existen las identidades disidentes como parte de la clase). La burguesía trabaja para construir una diferencia artificial a su interior, fortaleciendo una identidad “nacional” opuesta al pueblo mapuche (aunque perfectamente servil a las potencias imperialistas, responsables en definitiva del despojo y el saqueo) pero esos intentos chocan con la inocultable realidad de la crisis capitalista y su descarga en las mayorías.

¿Qué persigue entonces el endurecimiento del gobierno hacia la derecha? Polarizar la situación, construir una guerra contra enemigos imaginarios, terroristas, etc. ¿Para qué? Pues, para recolectar a los heridos, a los que abandonaban el barco, para fortalecer una identidad que corra del centro que es un gobierno fracasado en todos los sentidos, incluso desde el punto de vista capitalista. Polarizar lo ayuda en su momento de mayor debilidad para intentar afianzarse en un sector, pero del otro lado ronda el fantasma de octubre. Por eso pega y retrocede, por eso centra en la represión en el pueblo mapuche, para valerse de los prejuicios racistas que durante años fueron inoculando en la clase obrera y el pueblo (y no solo este gobierno, sino también los anteriores) pero se prepara para golpear al conjunto de la clase. Como ya dijimos, no por fortaleza, sino por debilidad.

Las direcciones políticas y corporativas y sus intereses

Coordinadamente con el giro a la derecha del gobierno empezaron a asomar la cabeza distintos sectores que históricamente se han beneficiado de este modelo y que no pudieron actuar abiertamente en el transcurso de las movilizaciones de octubre. Las cámaras de dueños de camiones o los grupos como APRA o la propia UDI recuperando puestos claves en el gabinete, reflejan esta tensión de quien ve amenazados sus intereses.

Sectores, además, ligados a áreas de la economía que deberían ser remplazadas en un modelo productivo más justo. ¿O alguien creen que es sustentable tener miles de camiones en las carreteras, solo porque tienen dueño? ¿No sería más seguro, sustentable y barato generar un ferrocarril de cargas y pasajeros? ¿Hasta cuándo seguiremos con el modelo de las forestales y el latifundio? ¿Y la especulación financiera, el robo de las AFP? ¿Qué tienen para ofrecer a un modelo de desarrollo más humano y sustentable con la naturaleza? Nada, categóricamente nada. Estos sectores, no solo representan lo peor en cuanto a la ideología, sino que representan los peor en cuanto a su ubicación en estructura económica, no aportan nada a la sociedad, solo la barbarie del fascismo, por eso combatirlos es una tarea fundamental.

De regreso a octubre

La revolución de octubre mostró que, frente a la ruptura de masas con el gobierno y el desarrollo de la movilización, se debilitan las falsas ideologías como el racismo y la Wenofoye flameo con fuerza en la plaza de la dignidad coronando cada jornada masiva. Esto mostró dos cosas, en primer lugar, que el racismo no es algo “natural” sino forzado por el régimen y que justamente su debilitamiento tiene que ver con la crisis de estas instituciones que lo alientan y promueven, por otro lado, que es en esa unidad del conjunto de la clase trabajadora y el pueblo pobre, con sus diversas identidades y composiciones culturales e históricas en donde hay que buscar la fuerza para terminar con el modelo capitalista y su régimen.  

Esa unidad es posible forjarla con un programa político por un lado y por el otro con una organización que lo explique paciente y coherentemente a las y los trabajadores, con todas sus identidades, a las mayorías.

Un programa que parta de la exigencia, y la unidad de acción para lograrlo, de la libertad a todas y todos los presos políticos. El respeto a la autodeterminación y el control territorial, el retiro de las fuerzas represivas de los territorios y el juzgamiento del conjunto de los involucrados en la represión y en los montajes para incriminar al pueblo mapuche o a la juventud que participó de las protestas.

Estas medidas democráticas básicas deben estar acompañadas de una profunda transformación económica que parta de aplicar un fuerte impuesto a las fortunas y la renta, para destinarlo a un salario universal para todos y todas, iniciar un proceso de reforma agraria que ataque el latifundio priorizando la producción alimentaria de cercanías, la centralización del sistema de salud en un sistema público y único a nivel de todo el territorio y avanzando en la estatización de la educación en todos los niveles apostando a una formación científica, integral y plurinacional y con perspectiva feminista. Estas son apenas algunas medidas, que de aplicarse no solo favorecerían a un mejor vivir para el pueblo mapuche sino para el conjunto de la clase trabajadora, enfrentando en común al régimen y al gobierno asesino de Piñera que lo dirige.

Para pelear por este programa necesitamos fuerza y organización política, sin confiar en los viejos partidos que se limitan a declaraciones vacías pero que cuando tuvimos la opción de tirar a Piñera escondieron a la CUT y a los sindicatos. Nos referimos al PC y a sus distintas variantes. Tampoco aquellos que firmaron los pactos con los represores, necesitamos algo nuevo. Una fuerza que además sea capaz de pelear por la unidad del conjunto de la izquierda revolucionaria y todos aquellos que compartan esta perspectiva, sin especulaciones electorales ni falsas hegemonías.

Desde el Movimiento Anticapitalista apostamos a poner en pie esa fuerza y te invitamos a que te sumes a construirla con nosotras y nosotros, dando un paso, animándote a militar y ser parte.