Un gigante amordazado

Por Camila Millaray, artículo publicado en Alternativa Anticapitalista nº 1

El proceso que se abre el pasado 18 de octubre, marca un antes y un después en el carácter de las movilizaciones que se venían gestando con gran fuerza años anteriores. El movimiento estudiantil, las mujeres y los trabajadores venían dando luchas contra la privatización de los servicios básicos, la precarización de la vida y los altos niveles de explotación laboral que viven el conjunto de las y los trabajadores. Esta verdadera semiinsurreción que ya casi alcanza los cinco meses de movilización imparable dio cuenta que las condiciones objetivas de la vida de las y los trabajadores ya no daba para más, las contradicciones de la lucha de clase abrieron paso a una nueva etapa política, caracterizada principalmente por lapidar el modelo capitalista neoliberal del país. “No son 30 pesos, son 30 años”, pusieron de cabeza a un régimen de miseria social.

El rol de clase obrera en la revolución

Desde la salida pactada de la dictadura, el conjunto de la clase trabajadora ha tenido que sostener en sus hombros, una fase de superexplotación laboral escandalosa, caracterizada por altos niveles de flexibilidad laboral, salarios miserables, carestía de la vida, jornadas laborales extensas, en definitiva condiciones laborales tremendamente precarizadas que además se encuentran cruzadas por una crisis económica mundial abierta desde el 2007 en adelante que ha significado planes de ajustes y reformas anti obreras que han cargado los distintos gobiernos de turno en los hombros de las y los trabajadores en complicidad con la burocracia sindical. Por este motivo el “viernes de furia” de ese 18 de Octubre, fue la maduración de distintas luchas que venían dando la juventud, las mujeres y el conjunto de la clase obrera.  Y a pesar este último, de no haber sido el principal protagonista del inicio de esta verdadera revolución, fueron las huelgas generales, que constataron la fuerza que tiene el conjunto de la clase en procesos tan decisivos como el que estamos viviendo. La potente huelga del pasado 12 de Noviembre sobrepaso la actitud desmovilizadora de las principales cúpulas sindicales como la CUT. Donde sectores como los portuarios, algunos sectores mineros y distintas fuerzas sindicales recuperaron los métodos históricos que ha tenido la clase trabajadora para enfrentarse al régimen, la huelga. Una huelga que encabezaron las y los trabajadores con consignas claras, fuera Piñera y Asamblea constituyente.  

Fue precisamente este hecho político, el que empujo al régimen, desde la UDI hasta el Frente Amplio, a sentarse a cocinar el 15 de noviembre un “Pacto por la paz y la nueva constitución”, con un solo objetivo, frenar las movilizaciones y salvar a Piñera, en definitiva, un pacto por la impunidad, el mismo de la dictadura.

Unidad Social y la burocracia sindical

La polarización social que ha desatado este proceso ha puesto en jaque a las principales organizaciones sindicales a posicionarse frente a un proceso que no tiene cabida para medias tintas.  Ha sido el conjunto de nuestra clase el motor para cambiarlo todo y decir que este régimen social no da para más. Sin embargo, no todos los sectores organizados han ido en la misma sintonía de un pueblo movilizado, sin ir más lejos, la principal central de las y los trabajadores, la CUT, encabezada por el PC vienen pactando con el gobierno y los empresarios años tras años acuerdos que perpetúan la miseria de la clase trabajadora. Con una política defensiva con la patronal, no era de sorprender el rol que jugaría en la revolución iniciada el 18 de octubre, donde han mantenido un silencio cómplice y siendo el furgón de cola del gobierno, pues no llaman ni trabajan por la efectividad de las huelgas generales, han sido los propios trabajadores que se han desapegado de la burocracia para reivindicar su independencia y recuperar los métodos históricos de lucha. 

Así mismo Unidad Social junto a estos sectores han  mantenido un rol criminal durante el proceso de revolución en curso, pues con su política conciliadora y desmovilizadora han permitido que Piñera con un 6% de aprobación aun continúe  gobernando. En un momento de crisis política, en donde el régimen se encuentra totalmente desestabilizado el rol de estas direcciones han ido en curso contrario, la recuperación de las conducciones es estos espacios debe ser una tarea central para el conjunto de la clase trabajadora. 

Por un gobierno de los que nunca gobernaron, las y los trabajadores junto al pueblo

Las tareas políticas que abren esta nueva etapa son gigantes. La clase trabajadora, las mujeres y la juventud han sido la punta de lanza de un camino que se abrió para no cerrarse. Pero recomponer las fuerzas de la clase trabajadora y superar su actual forma organizativa es clave. Por eso creemos que es necesario pelear por sindicatos por rama de la producción, por barrer a las burocracias de todos los gremios y apostar a los comités de huelgas y las instancias de base para desarrollar la movilización democrática. Otro aspecto importante es construir comités de auto defensa en todos los sindicatos, para enfrentar la represión.

Por supuesto estos pasos concretos de la clase deben empalmarse con el programa que el conjunto del pueblo puso en las calles y que parte de exigir Huelga general, Fuera Piñera y Asamblea constituyente libre y soberana son la expresión de una rebelión que va por todo. En este sentido es el conjunto de la clase trabajadora la que tiene que entrar con más fuerza en el escenario político actual, son las y los trabajadores lo que deben defender el programa que ellas y ellos han levantado, el programa de la revolución  que es profundamente anticapitalista, pues no tiene salida en los marcos del régimen actual.  Esto solo será posible en la medida que la unidad de la clase trabajadora sea en una perspectiva  anticapitalista, socialista y de poder.